Capítulo Trece

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Zulia con una queja de dolor se puso de pie limpiándose los pantalones que se mancharon de tierra con su caída, cuando sintió que Hisoka se había detenido levantó la mirada hacia él e inmediatamente un objeto filoso pasó tan cerca de ella que le hizo una herida superficial en la mejilla derecha. Los ojos de Zulia se abrieron a más no poder y su corazón corrió a todo galope al sentir el dolor y la pequeña gota de sangre salir de su mejilla.





— Maldita sea, ¿estás loca? ¡Hazte a un lado!— le gritó Hisoka con una mirada mortal, después de que las palabras abandonaron su boca Zulia tiró al suelo sin pensarlo y rodó su cuerpo hacia el gran al gran árbol que tenía a su izquierda, un nuevo ataque de cuchillas embestio contra Hisoka.






Hisoka ya se había fastidiado por la estupidez de la niña, sin embargo, no tenía tiempo de pensar mucho en esas cosas ya que su mente se concentró en esquivar todas las cuchillas en forma de estrellas que le estaban siendo lanzadas. De la nada, detuvo con sus manos una que iba directo a su frente.



— ¿Quién demonios eres?— esa era información irrelevante, pero, si podía determinar quién lo había contratado sería mejor para él al terminar, no tendría que rastrear al cobarde que le había enviado a un sustituto. Ese tipo de personas tenían un lugar en la lista oscura de Hisoka de inmediato. «Los cobardes no deberían estar en el mundo».


El hombre que estaba atacando no paró ni un minuto, Hisoka le devolvió la cuchilla que le había sido lanzado y tal fue su puntería que logró que se le incrustase en su brazo tirador. El hombre desconocido gimió de dolor por unos segundos, esos breves instantes le fueron suficientes a Hisoka para correr hasta el lado opuesto de su oponente obligándolo a ir a la pobre luz de la tarde.






Hisoka le propinó una patada que lo empujó y lo envió al suelo, Hisoka hizo tronar su cuello y flexionó un poco, tenía que estirarse un poco. Luego de su momento de estiramiento, sacó un juego de cartas, el desconocido se puso de pie en guardia, sabía que el punto fuerte del hombre con aura aterradora era el combate a larga distancia, todo lo que tenía que hacer era obligarlo a acercarse y luego atacar.






De su cadera sacó una espada y Hisoka resopló, contó sus cartas y las barajó despreocupado.





— ¿No piensas decirme quién eres o quién te mandó?— le preguntó Hisoka mirando sus cartas y luego dándole una mirada que haría temblar hasta a los mismos demonios, el desconcierto sintió miedo en su corazón y quiso salir corriendo lo más pronto posible, sin embargo, se mantuvo firme en su posición de lucha.- Bueno... Creo que tendré que sacarte la información a mi manera.






Tomó las cartas, las abrió en forma de flor y con una destreza sobrehumana las lanzó todas y en unos segundos el desconocido tenía múltiple heridas en su cuerpo, también habían algunas pegadas en árboles.





Zulia estaba detrás del árbol mirando todo con ojos grandes y la respiración acelerada, todo ocurría tan rápido que sus ojos apenas podían captar la imagen y cuando podía asimilar ya estaba pasando otro evento. Su cuerpo temblaba y una de sus manos cubría su boca y otra su pecho. Estaba asustada, asustada por ella y por el hombre que la acompañaba, nunca en su vida se imaginó que algo así le pasaría.

No el chico malo «Hisoka Morow»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora