Capítulo Catorce

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Hisoka sintió un pinchazo en su hombro, y el dolor se extendió por todo su brazo, mas no puso ninguna mueca en su rostro que revelara la incomodidad del toque. Zulia tenía los ojos cerrados intentando concentrase, sabía que era posible que le estuviera doliendo pero no podía hacer nada.



El cuchillo había roto músculo y nervios por lo que tenía que intentar regenerarlos.

Hisoka sintió que lo que esa chica le hacía no era normal. En primer lugar pensó que ella sin darse cuenta utilizaría su aura para cerrar la herida, sin embargo, lo que salía de su cuerpo no era aura, era algo más extraño y no solo estaba cerrando la herida, la estaba sanando.




Hisoka la miró por primera vez detallando su rostro y preguntándose como algo tan pequeño tenía semejante habilidad. Después de todo no sería tan malo tenerla como compañía, siempre y cuando ella pudiera sanarlo después de unas de sus misiones él podría llevarla con él y protegerla.




«¡Qué va!» se burló Hisoka de sus propios pensamientos. Miró hacia el cuerpo inerte del hombre que lo había atacado, tenía que identificar para quien trabajaba, pero no podía moverse.





Zulia frunció el ceño esforzándose por disminuir el dolor y los daños de la herida profunda. No estaba segura de que no sintiera dolor o que estuviera del todo bien, pero como primer tratamiento era lo mejor que podía hacer él en ese momento.



Luego de que la herida estuvo cerrada Zulia quitó sus manos del hombre de Hisoka con un leve sonrojo y sudor por su frente.



— Estás más o menos bien, ¿podemos ir al hotel o es imperativo que partamos?— le preguntó Hisoka se levantó apoyándose en el árbol y fue a mirar el cuerpo, descubrió su cara y miró sus insignias, no le prestó atención a Zulia.— Oye, de verdad necesitas descansar tu cuerpo y mañana podré recuperarlo por completo.





Hisoka no habló, seguía viendo la insignia dorada que portaba el matón, era un rey dorados con hojas de laurel a su alrededor, los ojos de Hisoka no pudieron apartar la vista del objeto y su garganta se secó. Zulia enojada e indignada se acercó a Hisoka dispuesta a gritarle sus palabras otra vez pero se detuvo cuando vio que estaba absorto en algo.




Dirigió su vista a la insignia dorada y frunció el ceño «¿Acaso se conocían? O no, quizás Hisoka mató a un amigo de la infancia...» pensó asustada Zulia, dio un paso al frente con la intención de preguntar pero Hisoka dirigió su mirada hacia ella.



Si antes se había sentido en un fuego abrasador dispuesto a matarla con sus llamas con solo una de sus miradas, con esta se sintió en un lugar helado, lleno de hielo y estaba a punto de morir. Con miedo bajo la cabeza y se quedó como piedra en su lugar hasta con temor de respirar.




«Esto es más grave de lo que pensé...» se dijo mentalmente Zulia, sus pensamientos estaban dispersos hasta que la voz varonil y tensa de Hisoka la sacó de sus pensamientos.




— Vamos.— fue lo único que dijo pero de alguna manera Zulia supo que no todo iba muy bien, Hisoka no soltó la insignia, se la llevó con el guardándosela en uno de sus bolsillos, Zulia miró la acción y bajó la mirada, está vez se fijó bien en ver por dónde sus pies pisaban.




Después de que estaba anocheciendo, el sol ya estaba casi oculto cuando Zulia y Hisoka llegaron a lo que parecía una carretera y al frente de la carretera había una vieja casa que tenía la palabra «Motel» escrito con pintura roja y letras mayúsculas.





No el chico malo «Hisoka Morow»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora