Capítulo Siete

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— Ya no tengo comida.— pensó Zulia en voz alta mientras miraba su mimi refrigerador, ya se le había acabando la compra semanal así que tendría que salir, cosa que no quería. Tres días habían pasado desde el suceso desagradable y no había salido ni una sola vez de su choza, notificó a su jefe por una carta que ya no volvería a ese lugar, ella lo sentía muchísimo por los animalitos que cuidaba porque los quería a cada uno de ellos, pero, no podía, no quería, interactuar con personas del pueblo en un largo rato.







El día había estado lluvioso, Zulia a veces realmente podía odiar el clima tan bipolar de la cuidad donde vivía, sólo días atrás había tenido un calor sofocante y ese día el clima estaba algo frío, sin embargo, no vistió un abrigo, sólo tomó su paraguas por si acaso y salió con el dinero que necesitaría para las compras de esa semana, compraría sólo lo necesario para vivir.





Al volver al llegar al pueblo –ya que hasta su choza estaba alejada de la civilización– su corazón comenzó un martilleo ansioso, se puso nerviosa, sus manos sudaron. Ella jamás volvería a mirar a las personas del pueblo con los mismo ojos, se sintió muy estúpida al ser tan ignorante sobre las cosas que pasaban alrededor de ella. Solo ver el movimiento acostumbrado de su pueblo la hizo replantearse su visita al mercado, pensó que no se moriría si solo vivía a base de agua por unos días más, pero la voz de la razón en su cabeza le recordó la cantidad de comida que solía comer por lo tanto esa no era una opción favorable.







Con las manos temblorosas se acercó cada vez más y más al pueblo que la vio crecer en el cual ella pensó que algún día podría encontrar una familia. Se acercó con paso ligero, aunque lo que más quería era salir de esa agonía lo más pronto posible, sin embargo, si aceleraba el paso temía que las piernas le fallaran y ella terminara en el suelo.






Con gran dificulta se adentró al pueblo, pasar desapercibida para ella nunca fue algo fácil, al parecer tenía un cártel gigante colgado en su cabeza que decía «Mirenme» y ese día no fue la excepción. Todo el pueblo giró a verla cuando ella se disponía a tratar de no desmayarse.





El pueblo estaba confundido y algo aliviado ¿Quién los cuidaría como ella lo hace? ¡Nadie! Su falta de presencia hizo que algunos de los trabajadores mineros se dieran cuenta de que realmente Zulia en su faceta de enfermera era súper importante para el pequeño pueblo.






Zulia de manera robótica pudo comprar todo lo que tenía en mente –y algunos dulces que no estaban en la lista– y salió con su bolsa cargada de municiones para otra semana de confinamiento voluntario.







Por el rabillo del ojo vio dos cosas: a Malcon y al hombre que le había abierto los ojos. No supo a cuál prestarle toda su atención, no obstante, se decidió por el hombre de nombre desconocido para ella. Al parecer su estadía en el pueblo ya se había acabado.





Al verlo marcharse algo en el interior de Zulia se sacudió y sin darse cuenta estaba caminando de manera decidida en su dirección. Al llegar a una distancia prudente le gritó:





— ¡¿Ya se va señor?!— ¡Já! Cómo si no fuera obvio, Hisoka al reconocer la voz de la chica que le había atormentado un día completo se dio vuelta, no para responder su absurda pregunta, sino para verla por última vez.







— ¿Acaso eres idiota?— le preguntó él devuelta, los ojos tristes de la chica se encontraban más melancólicos, cosa que hizo que Hisoka se preguntara internarme si él había sido el culpable de eso. Zulia con valentía se acercó más a él, para no tener que estar gritando.






— Disculpe señor...





— Sí, me voy, y pensaba irme sin verte la cara.— dijo Hisoka rodando los ojos, aunque era una gran mentira, en su cabeza se había librado una mini guerra por verla, estaban el bando de la curiosidad y el bando de la razón. Al final le hizo caso a la razón, pero al parecer esa chica aparecía en todos lados.






Zulia sintió algo feo dentro de ella al terminar de escuchar las rudas palabras del hombre frente a ella, no supo porque se sintió así. Le quería dar las gracias –no, aún no se ha olvidado de la paliza que le propinó– por ser la única persona en ese pueblo que pudo hablarle con la verdad, que no le mintió y dejó que siguiera dándolo todo por persona que no merecían nada.






Realmente quería agradecerle.




— Y-yo bueno... Quería agradecerle...— dijo con la mirada en el piso jugando con la bolsa de víveres que tenía en las manos.





— ¿Pero qué diablos dices?— Hisoka, que era un hombre que no se sorprendía por nada, casi grita un: ¡estás loca! De la sorpresa. ¿Darle las gracias? ¿A él? ¿En serio? ¿Acaso esa chica estaba loca? ¿El golpe que se había dado fue tan fuerte? Tantas preguntas pasaron por su cabeza, lo malo era que no tenía respuestas para ninguna.






— Yo le doy las gracias por haberme abierto los ojos...— le dijo ella y esa vez se atrevió a mirarlo. Sus ojos como aquella vez mostraban tristeza y algo más... ¿agradecimiento? Ella no supo identificarlo, lo que si pudo identificar fue su cara de incertidumbre ¿cómo una persona podía tener dos sentimientos diferentes en su rostro?







Zulia sintió curiosidad por Hisoka, Hisoka sintió curiosidad por Zulia –aunque no lo fuera a decir nunca–. Zulia tomando los víveres con fuerza, sin darse cuenta de la atención que recibían del pueblo, de Malcon, de los animales.






— ¡Por favor, lléveme con usted!— gritó Zulia y se inclinó rápidamente con los ojos apretados y las manos temblorosas.






— ¿¡Qué!?














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¿¡Qué!? Dios mío Zulia kskskksk

Está loca, sísí ¿ustedes se irían con Hisoka?👀👀 Yo lo haría peroooo con temor de mi vida kdkdksks


¡Muchas gracias por leer!

-Los quiere Lina💕

No el chico malo «Hisoka Morow»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora