Capítulo 42

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    En mitad de la noche iba saltando entre edificios, sorteando las brechas que los separaban sin considerar la peligrosa altura. El temor a las alturas no era algo que lograría detenerle, el miedo a caer en ningún momento afectó sus acciones o aminoró su velocidad. Jamás se hubiera imaginado que todos esos árboles que escaló de pequeño le habrían preparado de una forma excelente para ese momento. En su agitada carrera Kouno era más rápido, saltaba más alto, aquella tarea parecía carecer de dificultad para él, más no era plenamente consciente de que estaba usando su habilidad; el pelaje de su cuerpo empezaba a fundirse con la oscuridad de la noche. De continuar así, para cuando llegase a su meta ya estaría irremediablemente exhausto, para cuando empezase a notar su cansancio, su falta de aliento, ya tendría sellado su destino de caer al suelo, para no poder levantarse por un buen rato. Además, nada le aseguraba que esto no sucediera mientras daba un salto.

    Afortunadamente, y por su bien,  su otro yo sí estaba atento a la situación.

    —¡Eh, espera! ¡Detente!

    Kouno paró en seco en mitad de una de las azoteas, una de sus piernas dejó de moverse sin previo aviso, quedando paralizada en un instante por lo tanto tropezó sin remedio y cuando quiso levantarse, haciendo caso omiso de lo ocurrido, su pierna seguía negándose a obedecerle.

    —¡¿Qué?! ¡Suéltame! —exclamó el lobo, con voz demandante.

    —Es nuestra pierna ahora, ¿recuerdas? Acabarás desmayándote si sigues así —en aquella pausa, de pronto Kouno empezó a respirar de forma muy irregular y le resultó preocupante el hecho de que su corazón no dejara de martillarle el pecho. A pesar de su prisa, necesitó un momento para poder recuperarse—. ¿Te das cuenta?

    —Está bien... Tú ganas —respondió entre jadeos.

    —No estamos acostumbrados a mantenerlo, nuestro cuerpo mucho menos... ¿Y por qué debo darte yo el sermón? —resonó frustrada la voz en su cabeza—. No tenemos tiempo para esto.

    —Ahora sí estamos de acuerdo en algo.

    Recuperando el control sobre su pierna Kouno pudo levantarse. Acto seguido respiró hondo, sus ojos clavados hacia el frente. Dos saltos más, dos edificios le separaban del lugar donde tenían cautivo a Noah, también se lo confirmó su fiel nariz luego de olfatear el aire frío. En ese momento Kouno alzó la vista y notó enseguida que había empezado a nevar, este detalle por si solo no albergaba mucha importancia; tenía tiempo antes que la nieve se acumulara y volviera resbalosas las superficies. Con sus pensamientos en orden y en acuerdo con su otra personalidad, Kouno reanudó la marcha con un trote rápido, sin llegar a correr. Con esto pudo ver como su álter ego asentía en aprobación. Se aseguraba de acelerar el paso y concentrar la fuerza en sus piernas justo antes de dar un salto y repetir así el mismo proceso, hasta que finalmente llegó al edificio en cuestión. Se acercó al tragaluz que había cerca y escudriñó el interior observando a través de los sucios cristales. No pudo ver a nadie dentro.

    Empezó a nevar con más fuerza, empezando a acumularse hasta formar una fina capa blanca. El lobo gris miró a su alrededor en busca de una entrada, la puerta que daba acceso a la azotea era una opción que Kouno desechó muy rápido. Eric le había advertido encarecidamente y en repetidas ocasiones antes de que salieran en su misión, que tuviera especial cuidado con las puertas y los pasillos, su amigo estaba más que convencido de que Fangust, el Caza-garras, había plantado explosivos. Le aconsejó estar muy alerta por si veía cualquier alambre y también que evitase en lo posible un enfrentamiento directo, su misión principal era salvar a Noah y sacarle de ahí cuanto antes; con lo cual Kouno no pudo estar más de acuerdo.

Lykos [Furry/Gay]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora