Capítulo 39

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Hay que mencionar que Eric la pasó muy mal cuando vio que Kouno caía dormido sobre el sofá ¿o desmayado? El lobo estaba ansioso e intranquilo. No le despegaba la mirada atento a cualquier movimiento. Kouno estaba de costado, la posición no parecía ser muy cómoda, pero Eric no sabía si era buena idea moverlo, o siquiera tocarle; tampoco si el ruido le afectaría de algún modo y sin embargo, guardaba silencio.

Decidió sentarse cerca, donde antes estaba el cuadro que ahora se encontraba descartado en el suelo, apoyado sobre una pared. Allí, él esperaba; firme y alerta a que Kouno despertase. Pensó en recoger el arma de dardos solo por si acaso las cosas se complicaban, no obstante, solo le bastó verla ahí tirada cerca de la esquina de la sala para recordarle con remordimiento aquella imprudencia que había cometido con Kouno, con eso la idea quedó rápidamente desechada. Fue cuando suspiró y regresó la vista al sofá. Sentía preocupación, no sabía a qué podría estar enfrentándose Kouno aunque daba por seguro que era un desafío para nada sencillo, el par de ocasiones en las que tuvo la oportunidad de presenciar la fuerza de Lykos le convencieron de ello. De su lado, lo único que podía hacer era desearle la mayor de las suertes a su amigo y esperar pacientemente su victorioso regreso.

Al poco rato Eric quedaría perplejo, porque lo menos que se esperaba era que alguien tocara el timbre de la puerta. El ambiente lo tenía tenso, así por poco no salta de su asiento. Se levantó mirando hacia la puerta, luego devolvió la mirada hacia el sofá mordiéndose un labio lleno de indecisión, pero momentos después esto se convirtió en sospecha, así que camino rápidamente hacia la puerta para asomarse con cautela por el ojillo. Se encontró con una cálida sonrisa que resaltaba unas hermosas mejillas de un rostro en blanco y negro. Unos ojos verde esmeralda miraban expectantes y contentos hacia la puerta, la cual fue abierta instantes después.
Ambos se fundieron en un abrazo, el pelaje bicolor hacía un agradable contraste con el marrón. Esta muestra de afecto era una bonita costumbre cuya repetición no producía el más mínimo cansancio o aburrimiento, al contrario, seguía causando el mismo maravilloso efecto: alzaba el ánimo, fortalecía el amor que sentían el uno por el otro.

Después de aquel apretón intercambiaron un pequeño beso. Después de separarse fue que Eric notó el envase que Milo tenía.

—Son galletas —afirmó el panda—. Las acabo de hornear —su voz, era tan suave, y aquella sonrisa era tan hermosa que Eric sentía una gran felicidad con solo verle.

La verdad era que Milo se encontraba preocupado por Eric. Esta sensación iba más allá de desear bienestar para su pareja, aquello que resultaba normal; no, no después de todo lo que le había confesado, todo lo que había sufrido.

—Pensé que te animarían un poco —añadió.

—Tu compañía ya logra eso, Milo.

El oso sonrió.

—¿Cómo va todo?

Ante esto Eric titubeó. Hasta ese momento no se había percatado que su situación acababa de complicársele. Echó un rápido vistazo hacía la sala, y resultó muy evidente.

—¿Sucede algo?

Después de un momento, Eric suspiró y devolvió la mirada, centrándola en los ojos de Milo.

—Pasa, por favor —respondió, dándole libre espacio para entrar al departamento.
En Milo la preocupación aumentó y terminó por reflejarse en su rostro. Se notaba como intentaba reprimirla, tratando de sostener una expresión neutra. Con dar los primeros pasos en el departamento enseguida pudo ver a Kouno desplomado sobre el sofá, que en su confusión y falta de información se le pareció moribundo, volteó a ver de inmediato a Eric con su expresión tornándose de espanto.

Lykos [Furry/Gay]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora