Capítulo 34

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Levantándose con prisa, pero cuidando de no hacer ruido, Kouno fue al baño a lavarse la cara. Se miró al espejo e intentó deshacerse del semblante somnoliento que tenía. La imagen que le devolvía el cristal dejaba ver a un lobo gris, de ojos asustados y expresión preocupada. Noah podía despertar en cualquier momento y se sentía más inseguro a cada minuto que pasaba, principalmente por que no sabía qué debía hacer y le asaltaban las dudas. Sacudió la cabeza tratando de mantener la calma, Noah no podía notarle vacilante. Miró al espejo de nuevo, esta vez improvisando una expresión distinta que demostraba indiferencia. Quizás eso era lo que necesitaba, hablar con crueldad y actuar insensible ante la situación, pero su personalidad carecía de tales actitudes, le sería imposible. Después de todo, una parte de él seguía negándose constantemente.

Regresó a la sala y después de asegurarse de que Noah siguiera dormido se sentó junto a la mesa con la mirada fija sobre el sofá; sus patas se movían intranquilas sobre la madera, Kouno reparó en ellas y decidió juntarlas, entrelazando los dedos al hacerlo; así las mantendría quietas. Entonces echó un vistazo al reloj colgado en la pared, para poder calcular más o menos cuánto tiempo tardaría Noah en despertar. Para lo cual, supuso,  no faltaba mucho.

Precisamente, no mucho después Noah empezó, aún dormitando, a moverse ligeramente en el sofá, como buscando una mejor comodidad que le permitiera seguir durmiendo y que parecía no encontrar porque el inconsciente y leve movimiento se hacía más frecuente conforme pasaba el tiempo. Kouno ya estaba resignado a lo que iba a pasar, pero aferrándose neciamente a su decisión, se levantó para ir a la cocina en donde sirvió agua en dos vasos y cuando regresó a la mesa colocó uno en cada lado.

Noah seguía en el sofá y Kouno pensó por un momento en terminar de arrepentirse, iría a despertarle con una pequeña lamida en el rostro, o quizás diciéndole, con voz dulce y mimosa, «Es hora de despertar, Cielo». Sus orejas decayeron tristes, pero las obligó a erguirse de nuevo: Noah había abierto los ojos y se había sentado en el sofá lentamente, permitiéndose un largo bostezo. Luego, haciéndose consciente de su entorno, sus ojos miraron directamente a los de Kouno, y él al ver aquellos ojos azules, tuvo que hacer un gran esfuerzo por no acobardarse.

—Buenos días —saludó Noah, formando una sonrisa y levantándose del sofá. Estaba contento de ver a Kouno recuperado.

—Buenos días..., Noah —respondió él evitando usar el querido apodo de «Cielo» que le tenía. Noah pareció no notarlo porque se dirigió hacia él y asustado por su cercanía le indicó, señalándole la silla al otro extremo de la mesa:—. Noah, siéntate por favor.

Si Noah quería abrazarle, darle un beso o cualquier otra cosa, que era muy probable, a Kouno se le haría imposible negarle la muestra de afecto.

Noah le miró confundido, pero cumpliendo con lo que le había indicado, se sentó.

—¿Qué pasa? —inquirió, notándose preocupado.

—Necesito hablar contigo...

Al oír eso Noah se mostró más angustiado y sus orejas también lo demostraron. Antes de que Kouno pudiera continuar o decirle algo más notó el labio de Noah levemente hinchado y su reacción fue inmediata y automática, sin pensar en lo más mínimo en su absurdo plan y su fingida indiferencia.

—¿Estás bien? Tu hocico, parece un golpe...

—Oh... —Noah se revisó valiéndose de una pata, apenas se tocó el área magullada arrugó el rostro ligeramente—. Sí, descuida —como Kouno se había inclinado sobre su asiento para verle más de cerca, sus patas habían quedado apoyadas sobre la mesa y a su alcance, y Noah sin pensar mucho en ello extendió una de las suyas para consolarle, ya que podía ver lo preocupado que estaba—. Solo me duele si lo toco, estoy bien —también le dolía la nariz, y parte de la mejillas, pero no consideró oportuno mencionarlo, no quería preocuparle de más. Concluyó brindándole una sonrisa tranquilizadora.

Lykos [Furry/Gay]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora