Capítulo 31

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Kouno examinaba con gran detenimiento el par de pulseras que había comprado y que ahora, llevaba en la pata. Se aseguraba de revisar entre los pequeños detalles, buscando alguna imperfección en el trenzado vistoso y de color azul marino que la conformaba; fijado en el interior, prensado y oculto entre las pequeñas cuerdas, había una banda metálica de unos tres centímetros de largo, grabado en ella se encontraba el nombre de «Noah». La otra pulsera era idéntica, excepto por su propia banda metálica en donde podía apreciarse, a diferencia de su gemela, el nombre de «Kouno» inscrito. Las había mandado a hacer hacía ya unos días, procurando de que Noah no lo notase, después de todo, era una sorpresa que Kouno había preparado para él. La tienda donde las encargó le había notificado ese mismo día de que el regalo estaba listo y podía ser retirado en la brevedad de lo posible, adjuntando también una fotografía de las pulseras ya terminadas. Resultó en una agradable y provechosa coincidencia que ambos hubiesen salido a la zona comercial justo ese día, aunque, para evitar que Noah descubriese la sorpresa antes de tiempo, Kouno sugirió separar caminos, de manera que Noah iría a comprar su tinte mientras Kouno, usando el pretexto de ir a comprar un videojuego, buscaría las pulseras. Noah estuvo de acuerdo, de esa forma terminaría más rápido y podrían regresar a casa mucho antes. Decidieron el lugar en donde se encontrarían de nuevo una vez terminadas sus tareas y acordaron llamarse ante cualquier eventualidad.

Kouno guardó las pulseras en su abrigo al acercarse al lugar designado, planeaba darle el regalo cuando estuviera de vuelta en casa, junto a la carta que había escrito para la ocasión; levantarse temprano no era algo que Noah hiciera a menudo y Kouno aprovechó ese tiempo para plasmar sus sentimientos sobre el papel y había escondido la carta en la habitación de Eric, lo cual resultó perfecto porque era el único lugar del departamento en el que Noah nunca entraba, todo estaba planeado y en su sitio, solo debían regresar a casa y Kouno le daría la sorpresa, pero cuando Kouno se encontró parado justo en el punto de reunión, Noah no estaba por ningún lado. Lo primero que pensó fue que tal vez había llegado más pronto de lo que habían planeado pero Kouno sintió una leve preocupación al mirar la hora en su teléfono, preguntándose repetidamente dónde podría estar Noah. Se decidió en llamarle, sin embargo, antes de que pudiera hacerlo, sus orejas se alzaron en alerta al escuchar un quejido provenir detrás suyo.

—¡Agh!

Se volteó rápidamente y no pudo ver nadie salvo un cocodrilo que se encontraba lejos al otro lado de la calle, no obstante, vislumbró la entrada hacia un callejón y dio por seguro que el chillido había venido de allí. La curiosidad le pudo, alimentándose de su preocupación y el mal presentimiento que invadió su cuerpo, ya que la voz que había oído chillar le resultó familiar aunque intentara convencerse constantemente de lo contrario. Dio pasos largos, pero lentos en velocidad, al contrario de su ritmo cardíaco, que aumentaba con creciente rapidez. 

Acercándose al callejón, Kouno se asomó y paró de caminar en el instante que el callejón se mostró claro para él. Lo primero que captó su total atención fue el lobo de pelaje blanco que estaba tendido en el suelo, su cuerpo, su vestimenta, su rostro, todo era exactamente igual y fue en ese preciso momento, cuando vio la sangre en su hocico, cuando finalmente aceptó la realidad que le mostraban sus ojos: Noah estaba herido en el suelo. Su reacción inmediata fue a correr en su auxilio pero fue entonces, cuando vio como Noah era pateado por un costado, que reparó en la presencia de aquel perro de pelaje negro. Kouno lo tachó enseguida como absoluto responsable del preocupante estado de Noah y la ira que sintió le superó por completo.

Ya era hora.

Kouno sintió como alguien le tocó el hombro, haciendo que voltease la mirada en consecuencia. A pesar del pelaje negro, Kouno sintió que se estaba viendo a través de un espejo. El lobo de mirada salvaje, le ofrecía una comprensiva sonrisa, mostrando sus colmillos. Lucía más fuerte, sus ojos desprendían una ira incontenible y Kouno se sentía de la misma manera. Le reconoció como aquel lobo que se mostraba en sus pesadillas, y esa voz profunda y tajante era la misma que a veces escuchaba.

Lykos [Furry/Gay]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora