PRÓLOGO

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Sonaba Shallow en mi playlist mientras paseaba por las calles del pueblo en el que vivía. Era raro, pues siempre había vivido aquí y siempre que miraba detalladamente las calles se me hacían distintas. Me paré en un cruce mientras el semáforo estaba en rojo y me acomodé un poco el pelo. La gente se me quedaba mirando y seguramente sentían lástima. Era una de las grandes cosas a las que me tuve que ir acostumbrando con el tiempo, pero no dejaba de ser una molestia el tener muchas veces la mirada clavada de los que se cruzaban conmigo.

En la otra acera se encontraba el estudio de danza al que siempre quise ir, pero nunca pude entrar.

Me aferré un poco a mi mochila y empecé a caminar cuando el semáforo se puso en verde. Había salido para despejarme un poco, pues mis padres habían tenido otra de sus ya habituales peleas. Y claro, yo era parte de la raíz de esa discusión porque me habían aceptado en la universidad. Uno decía que era una gran oportunidad para mi y el otro se negaba rotundamente. Los típicos problemas de pareja, supongo.

Después de una hora vagando por el pueblo decidí volver a casa. Para mi sorpresa, no estaba ninguno de ellos. Sonreí levemente y dejé las llaves de casa en una mesa. En esta también había varias fotografías, estando mis padres sonriendo y yo abajo comiendo un helado. También había una foto recortada de mi madre al lado de Lucas, el novio de mi padre. Recordé que puse esa foto ahí cuando era pequeña porque me parecía mal que mi madre no estuviese también allí.

Subí las escaleras de la casa mientras me apoyaba en la pared y fui a mi habitación. Dejé la mochila en la cama y saqué la bombona de oxígeno para ponerla en su bolsa habitual. Me acerqué al calendario que se encontraba en la pared y taché el día de hoy, 28 de agosto. Hacía una semana que había cumplido los 19 años y no había notado ningún cambio. Me tumbé en el suelo y empecé a tararear la canción que sonaba ahora en mi móvil. Mi mirada estaba clavada en el techo. Era como si en ese momento sólo existiera yo, una pequeña cosa en todo el universo.

Siempre que me tiraba al suelo sin hacer nada se me venían miles de preguntas a la cabeza. ¿Qué hacía aquí? ¿Por qué mi madre se fue de esa manera y por qué seguramente iba a seguir sus pasos? ¿Algún día llegaría a vivir una vida llena de aventuras como la de mis padres? ¿Cuántas personas viven la misma situación que yo? ¿Algún día encontraré las respuestas a estas preguntas?

Mi móvil se iluminó y vi un correo en la bandeja de entrada. Era de la universidad, que solicitaba saber si iba a aceptar la beca que me ofrecían. Lo dejé ahí, seguramente tendría que hablar del tema con mis padres cuando decidieran volver, cosa que no pasó, pues pasaron las horas y no volvieron. Seguro que habían hecho una cita a última hora.

Las horas pasaron hasta que se hizo de noche. Bajé a la cocina y cené los restos de pizza que sobraron de día anterior. Tenía la radio puesta y estaban hablando de una nueva banda que había surgido hace poco y de cómo su primera canción estaba siendo un éxito. En ese momento dieron paso al líder la banda, un tal Ray, que empezó a hablar de cómo se formó la banda y el por qué de sus nombres artísticos. Menuda estupidez, podrían presentarse con sus nombres verdaderos y así se acababa el tema.

Terminé de cenar y apagué la radio. Fui al salón y me senté en el sofá con mi manta para ver una de mis películas favoritas. Siempre acababa llorando, por lo que tenía un paquete de pañuelos al lado.

Cuando la película empezó noté que algo no iba bien. Tenía la sensación de que mi pecho ardía y cada vez me costaba más respirar. Agarré mi móvil y llamé a mi padre como pude, diciéndole que se dieran prisa en venir. Mi padre y Lucas no tardaron en regresar y me llevaron a urgencias.

Soy Anna y esta es mi historia. Tengo cáncer de pulmón y los médicos estimaban que sólo me quedaba un año de vida.

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