CAPÍTULO 13

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¿Sabéis como es sentir que algo o alguien es vuestro refugio? ¿Qué nada malo pasará si estás en tu lugar seguro? ¿Ese sitio donde los rayos de luz aparecerán tras el gran huracán que daña vuestra existencia?

Bueno, creo que ya entendéis por donde quiero ir. Y también a quién me refiero.

Las navidades habían transcurrido con una cierta anómala normalidad, por lo menos para mí y para mi familia. Mis abuelos estuvieron casi todos los días diciendo que estaba muy mayor, que todavía recordaban el día que sujetaron mi mano cuando yo era una simple renacuaja, y que también era el vivo reflejo de mi madre.

Con el tema de los regalos, la mayoría fueron sorprendentemente para mí. Gracias a la oportuna idea de mis familiares, tenía un nuevo estuche de pinturas y más lienzos para pintar. También obtuve un pequeño álbum con fotos que mostraban el paso de los años en mi vida.

Algo me decía que esto no fue por ser unas simples navidades. En el fondo sabía y creía, que todos los regalos y halagos que recibí, los obtuve porque fueron las últimas navidades que pasé con ellos.

No recuerdo haberles contando nada en ningún momento a mis abuelos, pero lo más seguro era que mis padres ya les habrían dicho que se fueran haciendo a la idea de que no me verían más a partir del verano siguiente. La estimación de los doctores seguía siendo la misma después del episodio que tuve tras el concierto de Ray.

Ahora, estando en un fin de semana de principios de enero en mi coche, delante de la casa del vocalista de Red Moon. Uno de los días en los que estuve en el pueblo de mis abuelos, fui a comprar con ellos un regalo para Ray, poniéndoles de excusa que era para Esteban.

Una pequeña púa con el reconocible triángulo de uno de los discos de Pink Floyd se escondía en una cajita de color burdeos. Los nervios de ir a darle el regalo hacían que mirara mi apariencia en el pequeño espejo del coche cada vez que podía. Tuve que convencerme de que, si seguía así, nunca saldría del maldito vehículo y que, por lo tanto, Ray no recibiría su regalo. Aunque tarde iba, sí. Pero mejor tarde que nunca.

Decidida, guardé la cajita en el bolsillo de mi abrigo, saqué la mochila de ruedas –donde estaba mi bombona de oxígeno– del coche y salí de este.

Mis pasos eran tan firmes que podían escucharse desde la otra acera. O era para mostrar seguridad, o para intentar no caerme al suelo de los nervios y la vergüenza que tenía.

Acabé delante de la puerta de su casa. Tras unos segundos, pulsé el timbre que se encontraba a la derecha de la entrada y el típico "ding dong" avisó a los habitantes de la casa de que alguien requería de su presencia.
Casi diez segundos después, una mujer alta, rubia y esbelta abrió la puerta. Nada más verla, podías comprobar que ella no era de aquí y que, efectivamente, tenía pinta de ser de Estados Unidos.

—Hola, ¿te puedo ayudar en algo? –la madre de Ray, o lo que parecía ser, sonrió al hacer esta pregunta.

—Ah... Sí. Esto... Venía a darle un regalo a su hijo.

—¿A cuál de los dos?

—Al mayor.

—¡Mamá! ¿Quién es? –la voz de un adolescente sonó desde el interior de la casa. Era George.

—Una chica que pregunta por tu hermano –la mujer volvió la cabeza hacia las escaleras, por donde estaba bajando su hijo.

Rápidamente podías ver a George corriendo para ir a abrir la puerta más de lo que ya estaba, pues su madre solo la había abierto para que se la viera a ella.

—¡Anna! –el chico, que solo me conocía de lo poco que hablé con él la otra vez, hizo que su madre se echase un poco a un lado. Ésta, sorprendida por la reacción de su hijo al escuchar su respuesta, me miraba con una perfecta estupefacción en su cara.

LEYENDAS #1 [✅]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora