Capitulo 7

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Despierto gracias al sonido de mi alarma. Busco a ciegas mi teléfono que se encuentra en alguna parte de la cama, después de unos segundos logro apagar el odioso sonido.

Me siento en el borde mi cama para ver una de mis pantuflas que esta frente a mí.

Miro de nuevo la hora y como la mujer invencible, decidida y genial que soy, dejo mi cama para continuar con mi vida.

Hoy regreso a la universidad después de unas largas vacaciones de verano. Mi universidad es pública ya que mi papá nos dio una lección por una pequeña e inocente travesura que hicimos hace cinco años.  

Respecto a lo que paso después de que Mohammed me trajera a casa ayer por la madrugada no quise salir de mi habitación para nada.

Mis padres no han hablado conmigo del tema. Me siento tan molesta con ellos por todo esto. En cambio, ellos usaron la excusa de que en Baja California sus hoteles están teniendo problemas por lo que salieron de viaje. Sé perfectamente que huyen para no darme explicaciones ya que esos hoteles son los mejores y nunca tienen problemas.

Termino de secar mi cuerpo y me visto con algo cómodo ya que estaré mucho tiempo fuera de casa. Miro mi atuendo antes de salir, es algo sencillo simplemente un pantalón de mezclilla, una playera de color amarillo pastel y una sudadera gris.

Salgo de mi habitación para ir a la cocina en busca de algunos alimentos para comer en clases.

La casa está sumergida en un silencio tranquilo ya que son las seis de la mañana y todos duermen plácidamente. Estando en la cocina tomo un poco de fruta, mi botella con agua y mis barras energéticas. También tomo las mismas cosas para Sebastián ya que su primera clase es a la misma hora que la mía.

Camino a la puerta principal de mi casa para esperar a Sebastián. Mientras guardo mis cosas en mi mochila, observo como lentamente baja las escaleras y arrastra su mochila por el suelo.

—¡Apúrate, papacito!—digo mientras chasqueo mis dedos—. Sabes que el tráfico a esta hora es pesado.

—¡Cállate, mugrosa!—responde con fastidio mientras guarda sus cosas en su mochila.

Río al verlo de mal humor ya que el semestre pasados le toco el turno de la tarde. Amo el turno de la tarde; tiene sus ventajas como ir con algo de comida en el estómago, te puedes arreglar mejor y no parecer un vago y los atardeceres son un espectáculo hermoso.

—¿Ya esta listo el auto?—pregunta mientras amarra los agujetas de sus tenis.

—Yes—sonrío y él me mira con cara de pocos amigos.

Salimos juntos para esperar a que trajeran el auto en el cual iremos a la universidad. No pasaron más de dos minutos cuando se estaciona frente a nosotros un auto negro.

—Buenos días jóvenes, que tengan buen día—saluda el señor Damián.

—Buenos días y muchas gracias—respondemos al mismo tiempo, como consecuencia reímos por esta acción.

Entramos al auto poniéndonos el cinturón de seguridad. Sebastián pone en marcha el auto con dirección a la Universidad. El tráfico es pesado a esta hora de la mañana y peor aun cuando la universidad queda a cuarenta minutos de mi casa.

—No sé porque carajos siento que me va a dar una crisis de ansiedad—digo recogiendo mi cabello en una coleta y Sebastián mira por el retrovisor.

—Todo va a estar bien...calmate—responde deteniéndose en un semáforo rojo—. Por cierto, ¿a qué hora es tu última clase?

—A las dos de la tarde en el tercer piso de mi facultad.

Él hace una mueca como si le preocupara algo. Puede que él y yo parezcamos perro y gato debido a nuestras peleas. Pero tenemos una conexión muy fuerte.

CharlotteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora