Los delgados dedos de la inspectora baqueteaban la mesa, como si estuviese impaciente o si de esa manera su mente estuviera más relajada.
Contempló el reloj de la diáfana comisaría y seguidamente admiró su abultado vientre.
¿Cuántos meses iban ya? Había perdido la cuenta, y su amiga Lanie, la doctora forense, también.
Parish igualmente había quedado encinta. Por Javier Esposito. Y, después de haber estado en el hospital, apoyando en todo momento a Katherine, el detective y la forense decidieron volver...
Hablando del hospital, Kate no podía cesar de rememorar lo que ocurrió allí, cuando Castle llegó junto a ella y le confesó que estaba gestante:
–Sí. Castle —respiró profundamente –, estoy embarazada.
Él se mantuvo ahí sentado, durante lo que le parecieron, a la inspectora, horas. De pronto, se levantó, apoyando sus manos en sus rodillas, dejando tras de sí restos de sudor.
Le dirigió una mirada pesarosa, entreabrió los labios; sin embargo, los cerró a los pocos segundos.
–¿Rick? ¿Por qué te vas? —inquirió Beckett, intentando erguirse en el lecho —¿Estás molesto?
Richard se volvió antes de salir, admiró el rostro quejumbroso de su mujer, de sus entornados labios profirieron unas palabras:
–Lo que me duele es que no me lo dijiste antes, Kate. Se lo contaste a Lanie, y yo me enteré por el descuido de un joven en prácticas. Después de cuatro semanas... Casi un mes.
Y tras cerrar la puerta cuidadosamente, Kate se echó a llorar.
*****
Todavía convulsionaba cuando lo recordaba. Sus ojos se empañaban y sentía un nudo en la garganta.
Castle había decidido marcharse, tomarse un descanso. Como si fuese él el que lo necesitase. Beckett había pensado que volvería. Volvería con dos cafés en la mano, los que tanto les gustaban; y que le volvería a esbozar esa sonrisa suya. Pero eso nunca ocurría.
Ryan y Esposito llegaron frente al escritorio de la inspectora, admirándola con ojos tristes. Las miradas de los hombres de raíces hispana e irlandesa se cruzaron un momento, y de nuevo se depositaron en Beckett.
–¿Qué tal estás hoy, Beckett? —inquirió Kevin, temeroso.
La inspectora pareció no escuchar la cuestión, continuaba observando el reloj y golpeando la madera rítmicamente con sus dedos.
–Hoy volverá... —murmuró –Son cinco meses. La mitad del segundo trimestre. Lleva demasiado tiempo fuera... Volverá.
El labio inferior de Javier Esposito vibró. Y se exculpó diciendo que debía llamar a Lanie.
Ryan se acercó todavía más a la mesa y dijo:
–Beckett, quiero que me acompañes un momento.
Ésta se levantó de la silla, todavía con la mirada puesta en el reloj. Caminaron hasta el pasillo, donde la inspectora dio la espalda a su compañero.
» Beckett, tú sabes que no va a volver, ¿no? Has estado esperándole durante meses. Ni Alexis ni Martha te han comunicado nada porque no saben dónde está Castle —Hizo una pausa, esperando que Kate se volviese –. Nadie lo sabe. Se ha tomado muchas molestias para que no le encontremos. Los primeros meses investigamos, pero no pudimos localizarlo.
Katherine intentaba no echarse a llorar. Su rostro adquiría un leve tono rosado, quizás debido al intento de no sollozar. Tenía la nariz sonrojada. Y sus ojos comenzaron a anegarse de lágrimas.
–Kate, ¿y si Castle lo tenía todo planeado? Desde el incidente en vuestra boda. Quizás sí recordaba, y cuando le dijiste lo del bebé, eso interfería en sus planes —Beckett rodó los ojos, procurando sobrellevar lo que le decía Ryan– y...
–¡No! —Finalmente se giró hacia él –Sé que vendrá. Castle no es como crees.
–Beckett...
Pero ésta ya se estaba dirigiendo a la salida.
*****
El cielo de Nueva York no carecía de las típicas pinceladas de gris que poseía en los días irascibles de tormenta. Ese día no era una excepción.
Katherine Houghton Beckett llegó al edificio donde se encontraba el loft de su marido desaparecido. Llevaba el abrigo azul marino arrebujado en su brazo izquierdo, mientras su mano izquierda sostenía las llaves que Richard le había dado justo antes de que la despidiesen del FBI. Miró al suelo del ascensor. Se perdió pensando las veces que habían subido juntos, besándose o hablando de casos o de teorías.
Tragó saliva ruidosamente y salió del elevador cuando un sonido angelical avisó de que había llegado al piso seleccionado.
Caminó zarandeándose, después de un duro día de trabajo; aunque, tras la ida de Rick, todos las jornadas eran así. Se aproximó a la puerta y adentró la llave en la cerradura, dio cuatro vueltas hacia la derecha, girando hábilmente la muñeca, y entró en el apartamento.
–Katherine, hola —Saludó Martha, desde el sofá. Con un guión entre las manos.
La mujer de cabellos naranjas procuraba ocupar su tiempo con algo que no fuera llorar o llamar a su hijo, mientras que su nieta, Alexis, estaba en la Universidad, estudiando las veinticuatro horas.
Beckett elevó su mano, con desgana, y dejó las llaves y el abrigó sobre la encimera de la cocina.
Se dirigió al despacho de Castle y se quedó observando una serie de cartas que estaban sobre el escritorio. Le dio un vuelco al corazón al manejar la posibilidad de que Castle hubiese escrito todas o alguna de ellas.
»Katherine, son los del curso de paternidad y maternidad. Lo del parto y todas esas cosas —Martha había dejado de darle tanta importancia al hecho de que su nuera estaba embarazada, y Kate se había terminado acostumbrando a eso –. "Alexander, no puedo quedarme..." Ay, no, debo de darle más emoción... —Beckett sujetó uno de los sobres y lo abrió. Leyó con atención –¿Qué es lo que quieren, Katherine? —preguntó, con una parsimonia confusa.
Lo que querían era que volviese a las clases. Aquellas que le hacían sentir como si fuese una solterona que había acabado embarazada por un desliz con algún hombre con ganas de ahogar sus penas en alcohol y rameras.
Bufó, enfurecida, con ese estólido pensamiento. Tiró el sobre y la carta sobre el escritorio. Se sentó en la butaca de Castle, se acunó y se dedicó a acariciar su vientre. Era lo que siempre hacía cuando volvía de trabajar. Eso o ponerse a leer una y otra vez del último libro que había escrito Richard. Tenía marcada la página 47, su favorita. Era la que le hacía llorar, la que conseguía ponerle los pelos de punta.
Oyó un disparo en la calle, el cual le sobresaltó, y varios gritos de terror en la calle. En seguida se levantó, con cuidado, pero rápido.
Salió del despacho y cogió su arma. Martha y ella intercambiaron unas miradas. Las de la pelirroja mostraban pánico y la de la agente, seriedad, intentando transmitir seguridad.
La inspectora bajó corriendo las escaleras, respirando con dificultad. Cuando salió a la calle, pudo dicernir un tumulto de gente, formando un círculo. Obstaculizando la insuficiente visión.
Dirigió velozmente la mirada hacia la derecha y a la izquierda, no había nadie corriendo, o que llevase un arma. Así que decidió aproximarse a la algarabía e intentar acercarse a la víctima, para impedir su fallecimiento.
Al arribar junto al cuerpo, sufrió un sobresalto inesperado, y tragó saliva ruidosamente. Sus manos temblaban, y comenzaron a llenarse de sangre.
*****
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Por todas aquellas historias que vivimos
Fanfiction"Déjame contarte una historia, sobre un chico y una chica. Él cayó enamorado de su mejor amiga, cuando ella estaba alrededor sentía alegría. Pero ella ya estaba destrozada, lo que la volvió ciega. Sin embargo; ella nunca podría creer que el amor l...