Capítulo 11: "Pesadilla antes del asesinato"

850 34 15
                                    

Las yemas de los dedos de la inspectora se estrellaron contra las teclas de su portátil y consiguió escribir <<significado de los sueños>>. Nunca había creído en tonterías, ya que era muy escéptica, pero aquello, literalmente, le quitaba el sueño.

La pesadilla en la que avanzaba su estado de gestación y Castle fallecía se repetía cada noche. Se desvelaba en medio de la cabezada, sudando y con lágrimas incontrolables cayendo por sus pómulos.

Sin embargo, lo único que encontraba eran páginas banales con sueños con cucarachas, agua, toros, diamantes... Y otras cosas que no se encontraban en el suyo. Tampoco quería formular una propia pregunta, puesto que le daba demasiado bochorno, y temía ser identificada.

Castle acarició su músculo trapecio, sensualmente, mientras se agachaba y le susurraba que qué era lo que estaba buscando, a la vez que le tendía una copa de vino.

–Nada... —repuso, cerrando el portátil. No sabía por qué hacía eso. No quería decirle a Castle lo que había soñado, por miedo a su respuesta, o al menos eso creía.

Tomó el vaso con pericia y le mandó una mirada interrogante a su marido, elevando una ceja.

–¿Qué? —demandó, retóricamente –Las embarazadas pueden tomar vino, me he informado.

Se besaron y se encaminaron al salón, donde se sentaron en el sofá y se miraron durante unos minutos.

Castle soltó un suspiro.

–De verdad que no puedo creer que vayamos a tener un hijo —Le entregó su mano a Kate, y la estrechó –, no me parece verdad...

–A mí tampoco... Es muy raro, porque... No sé —La inspectora no sabía cómo explicarse –. Amo a este bebé, Rick. Y quiero que tenga la mejor vida que le podamos dar.

–Te aseguro, Kate, que será el bebé más feliz del mundo.

Profirieron unas leves carcajadas y continuaron conversando.

*****

Lanie sostuvo la toalla que llevaba puesta, que le cubría desde los senos hasta las rodillas. Esbozó una sonrisa sincera, ofreciéndosela a Javier Esposito, quien descansaba sobre el lecho, con una sonrisa cómplice.

–Chin, chin, Lanie —dijo él, chocando la copa con la de ella.

–Ay, Javi... —susurró ella, riendo, mientras se aproximaba a la boca del detective para depositar un beso en sus labios. Pero, de pronto, paró –¡Espera! —Espo se sorprendió, y le preguntó qué ocurría –¿Recuerdas cuando llegué a la comisaría, y le di una cosa a Kate?

–Sí, el test de embarazo, según me has dicho...

–¡¿Por qué narices me tratabas como si fuese yo la embarazada?! ¡¿”No es bueno que te estreses”?! —inquirió, burlándose de la voz de Esposito –¡Javi! ¡Castle pensó que estaba embarazada! ¡Me lo confesó Beckett cuando salimos del hospital!

–Lanie, cuando llegaste, vi lo que llevabas en la bolsa, pero no te quise decir nada. Me lo tomé como si me gastases una broma, y yo te la devolví. Lo siento, Lanie —Puso una mueca de cachorrito.

Lanie suspiró y rodeó el cuello de Esposito con sus brazos.

–Javi, tenemos que ayudar a Kate y a Castle en todo lo que podamos.

*****

Castle se recostó en el sofá. Se mordió el labio y aferró con fuerza su copa de vino, pensando en si decirle a Kate la teoría que tenía en mente, con todo lo que había pasado: el desmayo, la revelación de lo del bebé... Todo lo que había ocurrido desde el asesinato de Natasha Leswan.

–Kate, he pensado en algo sobre el asesinato de Leswan y de Izan...

Katherine puso una mueca y le miró con ojos brillantes.

–Todo lo que pueda ayudarnos en este caso es bien recibido, Castle.

››¿Recuerdas cuando vimos la fotografía que había mandado el asesino del pasamontañas? —Su mujer asintió –¿Te acuerdas de lo que ponía en la frente del pobre chaval? Traidor... Escrito con sangre, y con las huellas de Natasha. ¿Por qué traidor, Kate? —La inspectora frunció el ceño.

Abrió la boca al percatarse de a qué se refería su marido.

–Ponía traidor porque Izan...

–¡Trabajaba con el asesino del pasamontañas!

–Pero, ¿por qué dar la fotografía, que nos sirvió como primera pista? —inquirió Beckett, cada vez más emocionada, al igual que Castle.

Éste se calló un momento para pensar, Kate torció la cabeza levemente hacia la izquierda, observando cómo los ojos azules de Rick brillaban.

–Quizás, lo que indujo al asesino a escribir <<traidor>> en la frente de Izan fue que éste había entregado la fotografía...

–¿Intentas decir que ya tenían una especie de negocio montado antes de este asesinato?

Richard Castle asintió, excitado, dejando el vino sobre una mesita cercana.

››Entonces, lo que le llevó al asesino del pasamontañas a matar a Izan fue el haber entregado la foto...

–Izan ya no podía más y comenzó a derrumbarse.

–Y el asesino no podía permitirlo...

–Pero, después de haberlo matado, ¿cómo desahogar su sed de venganza? —interrogó él, con su típico tono de voz al despotricar teorías.

–Escribiendo traidor en la frente del chico —respondió ella –. Aunque, ¿cómo escribirlo cuando podrías dejar tus huellas?

Kate y Rick ya no se encontraban sentados en el sofá, prorrumpiendo sus conclusiones sobre el caso, ahora estaban de pie, haciendo lo que solían hacer, eso que nadie sabía definir ni otorgar un nombre. Empezaban a terminarse las frases el uno al otro y a compenetrar las mentes. Era mágico.

–¡Con las huellas de la mujer que habías asesinado antes!

–Espera, Castle... —Tragó saliva ruidosamente –¿Cómo hace eso? No creo que pueda ser capaz... No le arrancó ningún dedo a Natasha. ¿Cómo pudo sacar sus huellas?

–3XA lo hizo con las mías...

–Ya, pero este tío no es 3XA.

–Eso es lo que nos falla.

Se contemplaron unos momentos y decidieron que debían consultárselo a la almohada. Se dieron la mano y se encaminaron a su cuarto, donde se desplomaron sobre la cama y durmieron hasta que a Kate le volvió a arruinar el sueño una pesadilla.

*****

A la mañana siguiente, la pareja se dirigió a la comisaría, donde les comentaron a sus compañeros lo que habían pensado la noche anterior. Victoria Gates, la capitán, se había apoyado sobre el umbral de la puerta de su despacho para escuchar la explicación.

Todos tenían el ceño fruncido y los brazos cruzados, atendiendo con especial análisis a lo que los Castle les decían. La inspectora se inclinó sobre la pizarra blanca y escribió, resumiéndolo bien, todo lo que habían comentado; con ese rotulador azul que se iba gastando con mayor rapidez. La fotografía del rostro de Izan le daba arcadas. No podía imaginar cómo un chico como ese podía haberse metido en semejante lío.

De pronto, el teléfono de Katherine comenzó a sonar. Sus compañeros, su marido y la capitán se tornaron hacia ella.

–Beckett... —dijo, a modo de saludo.

–¿Beckett? Necesito tu ayuda... 

Por todas aquellas historias que vivimosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora