Capitulo 6: "No te engañes a ti mismo"

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Castle se dobló por la mitad para poder adentrarse en el vehículo de Ryan. Sonó un crac, sabía que había sido algo suyo. 

–Ay, tío. ¡Qué repelús! —Se quejó Esposito, refunfuñando, a la vez que se abrochaba el cinturón de seguridad.

Richard contempló el interior del coche, olía extraño, un olor que le traía recuerdos que apenas podía alcanzar. Apoyó la mano en el asiento contiguo al suyo, para reclinarse en él y tocó algo que le sobresaltó. No lo veía, el coche de Ryan estaba dentro del garaje de la comisaría y no había mucha luz allí dentro. El escritor soltó un diminuto gemido y elevó su brazo por encima de su cabeza, intentado así presionar el interruptor de la luz.

Descendió la vista, recorriendo su brazo y vio que lo que su mano tenía bajo ella, era un muñeco de bebés, que seguía rechinando bajo la presión.

Ryan se giró, para dar la marcha atrás al vehículo, y a su vez, observó a Castle, haciéndole una extraña mueca al juguete.

–Oh, eso —Señaló al muñeco, un siniestro e insípido perro azul de ojos grandes y negros observadores –, eso es de Sarah Grace. 

–No, ¿en serio? ¡Yo creía que era tuyo, Ryan! —bromeó Esposito.

Su compañero sonrió y continuó dando la marcha atrás.

Castle admiró el juguete y le dirigió una cálida sonrisa.

*****

Abrió los ojos de nuevo, encontrando el aparato que le indicaría si tenía una vida en su interior, el que a Lanie, su amiga, la doctora forense, le había costado tanto entregar. 

Sintió que su estómago se encogía.

Tragó saliva y creyó que estaba cayendo con lentitud y pesadez. 

Su mano se elevó, y por un momento, no supo si dirigirla a su frente, a su boca o a su ahora poblado vientre.

–Voy a ser madre —murmuró Katherine Beckett, casi en un suspiro.

*****

–¡¡¡Oh, Dios mío, Kate!!! —exclamó Lanie, ahora en el depósito de cadáveres, con el teléfono móvil pegado a la oreja –. ¡Vas a ser madre! ¡Ay, madre! ¡¡¡Se lo tienes que decir a Castle!!! —Agitó su mano cerca de su rostro, pretendiendo calmarse. Relajó su tono de voz, creyendo así no alterar al bebé de su mejor amiga –. Se nos acabaron las fiestas de vino en mi apartamento —bromeó, con una sonrisa en el semblante, casi a punto de llorar.

De pronto, escuchó a Esposito, a Castle y a Ryan hablando por el pasillo:

–¡Yo creo que es una colonia de hombre! —vociferó Ryan, intentando ser escuchado.

–Beckett, vienen, luego hablamos. Oye, se lo tienes que decir, ¿vale? —La inspectora asintió y susurró un sí por la otra línea –. Estupendo. Hasta luego, Kate —Colgó y, seguidamente, se giró hacia la camilla en la que el cuerpo inerte y pálido de Izan descansaba. Se precipitó hacia él y le musitó, casi gritando –: ¡Va a ser madre!

Castle empujó las puertas de la sala forense mientras finalizaba la conversación con sus dos amigos.

–Lo dejamos en que es unisex.

Lanie soltó un <<ejem>> y todos se giraron para atenderla.

–¿Vais a seguir ahí quietos o pensáis hacer justicia por este pobre muchacho?

A modo de respuesta, los detectives y el escritor se acercaron al cadáver y miraron, con ojos de niños expectantes, esperando la explicación profesional de la doctora.

›› En primer lugar, el cadáver fue casi directamente enviado al depósito; pero, donde lo encontramos, no había sangre, por lo tanto, allí no fue donde lo mataron —Los detectives asintieron y Parish continuó hablando –. He analizado la sangre del mensaje en la frente —Lo señaló –, y la sangre corresponde a Izan, pero tenemos una huella. 

–¿Y de quién es? —preguntó Esposito.

–De Natasha Leswan —La mujer que habían encontrado al principio del caso. La mujer sin identificación.

*****

–Pero, eso no es posible —comentó Kate.

–¡Eso mismo dije yo! —gritó su prometido, con su típico tono cantarín.

Beckett se inclinó sobre la pizarra blanca y anotó el día y la hora en la que Lanie le había dicho que había sucedido el asesinato de Natasha, y después escribió los datos del asesinato de Izan.

–Vale, necesito saber quién es esta mujer —dijo, apuntando a la imagen que tenían de Leswan con el rotulador negro –, si tiene familia, trabajo... Cualquier cosa.

–En eso tal vez yo pueda ayudar —comentó Ryan, mientras llegaba a la zona en la que estaban y le entregaba a Beckett un archivo con un clip uniendo la carpeta con una imagen de una joven Natasha. Ryan se metió las manos en los bolsillos, ladeó la cabeza y anunció –: Natasha Leswan era —Beckett tembló, nunca se acostumbraba a escuchar a alguien hablando en pasado de una de sus víctimas –una mujer de treinta y seis años, de Hamilton, Canadá; estudió actuación en la escuela Goodman School of Drama. Vino a Nueva York para hacer una prueba de un papel en una serie policiaca. Tiene cuatro hermanos y una hermana, pero no se hablaba con ninguno. Tiene un novio —Ryan dirigió su mirada a su libreta –, Frank Sullivan, le hemos llamado para que venga aquí. Estaba impartiendo clases en la Universidad McMaster y había discutido con Natasha. Llegará dentro de unas pocas horas.

Beckett, con el ceño fruncido dio las gracias a Ryan y viró hacia la pizarra para escribir los datos que le había dado.

–Ryan, ve con Esposito a hablar con Tory a ver si hay algo nuevo sobre el asesino del pasamontañas.

Éste asintó con la cabeza y se marchó.

Castle observó a su amigo entrar en la sala en la que se encontraba la vídeo técnica. Luego dirigió su vista a Beckett, quien tenía su mirada puesta en él.

–Castle, tenemos que hablar.

*****

Por todas aquellas historias que vivimosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora