Capítulo 12: "La red social"

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Entonces, se cortó la llamada. 

Beckett no podría diferenciar si se había cortado o le habían colgado, de una cosa sí estaba segura: la persona que había llamado necesitaba su ayuda; no obstante, estaba tan en shock que no reaccionó hasta que su marido pronunció su nombre.

–¿Beckett, qué pasa? ¿Quién era? —inquirió Richard, con el rostro confundido.

–Era... —Bajó la vista, pensando, y la volvió a elevar, todavía sin creer lo sucedido –Era Tory.

Los allí presentes se miraron confusos, y Ryan se dirigió a la sala en la que solía estar la videotécnica. Así era, no estaba allí.

La capitán Gates se aproximó al equipo, quien ya volvía al trabajo.

–¿Nadie la ha visto esta mañana? —demandó, sorprendida.

–No, señor, cuando hemos llegado no estaba, y ninguno la ha visto —informó Kevin, con el ceño fruncido.

Beckett se apoyó en su escritorio y observó la pantalla del teléfono móvil. Le había llamado a ella, requería su auxilio, y poco estaba haciendo.

–¿Ha dejado alguna nota de que iba a faltar o...? —insistió la capitán.

La inspectora cerró los ojos, memorizando cada segundo de la efímera conversación con la muchacha. <<¿Beckett? Necesito tu ayuda...>> Palabras, palabras que no dejaban de formar un eco ensordecedor en su cabeza; palabras con súplica y desesperación. Entonces, se formó una imagen en su mente, de Tory, paralizada por el pánico, un grito en la oscuridad, y de repente, la imagen de su sueño, el disparo que Castle le propinaba en la cabeza. Se sobresaltó y dio un salto que sus compañeros percibieron.

–¿Se encuentra bien, inspectora Beckett? —preguntó Gates, con las gafas en la mano, y compartiendo una mirada de perplejidad con Esposito, Ryan y Castle.

Asintió, mintiendo. Se acercó al círculo y Esposito interrogó:

–¿No podemos localizar la llamada?

Su amigo negó.

–De eso se encargaba ella...

En ese momento, le vino una idea a Kate, no muy brillante; sin embargo, le era útil para dejar de demorarse e intentar buscar a Tory.

–¡Vayamos a su casa! —Al soltarlo de sopetón, y con su extraña actitud, la observaron, alzando una ceja –Si nadie la ha visto esta mañana, y no ha avisado de que faltaría, lo más probable es que esté en casa.

Compartieron su explicación y Gates se metió en su despacho. Ellos salieron disparados al ascensor; no obstante, una voz a lo lejos hizo que se frenasen en seco.

–¡¿Señor Castle?! —exclamó Frank Sullivan por detrás, tenía una barba de unos pocos días, y unas ojeras notables. Cogeaba, y llevaba consigo una expresión que abrumó al escritor –Necesito hablar con usted —Él tornó su rostro a Katherine, informándola. Al darse cuenta, Sullivan añadió —: Con usted solo... Por favor —Suplicó.

*****

Castle guió a Frank hasta la sala de descanso, le ofreció un café, pero aquel respondió que ya estaba lo suficientemente nervioso como para tomar cafeína.

Se sentaron en lo asientos situados en la sala, y Sullivan apoyó sus codos en sus rodillas, se inclinó hacia adelante, y observó al escritor.

–Natasha y yo nos enfadamos mucho aquella tarde. Yo no quería que se fuese... Al menos no inmediatamente —confesó.

 Castle dedicó una mirada a Frank, sin comprender.

–¿A dónde quiere llegar, Frank?

–No estoy diciendo que yo la matase, lo que quiero decirle es la verdad. Todo, sin interrumpción alguna.

*****

Katherine bajó del vehículo, abrumada, sin parar de rememorar la conversación telefónica.

Ryan y Esposito llegaron junto a ella, y señalaron con la cabeza al edificio. Se adentraron en él, ya que una vecina les había abierto, y subieron por las escaleras hasta el piso de Tory.

Se aproximaron a la puerta, y Kate se inclinó hacia ella, intentando escuchar algo. <<Por favor, algo>> pensó Beckett, esperando poder mediar en el posible conflicto, y reventar a la persona que había provocado que Tory necesitase su ayuda.

–¡Tory! ¡¿Estás ahí?! —interrogó –¡Voy a abrir! 

Esposito propinó un puntapié a la puerta, y esta se derribó.

Avanzaron por la estancia, con las armas enfundadas. Ryan se metió en el baño, y analizó la sala; Espo en la cocina, y la inspectora en el dormitorio.

Los detectives gritaron: "¡nada!", avisando de que la vídeo técnica no se encontraba allí.

Las facciones de la detective se contrajeron cuando vio algo de sangre en el suelo. Sus ojos se abrieron desmesuradamente y se le cortó la respiración.

–¡¿Tory?! —Le llamó, con todas sus fuerzas. 

Nada. No había respuesta. 

Fue abriendo cada puerta o cortinilla que veía, con brutalidad. Sus compañeros la admiraron, aterrorizados.

›› ¡Vamos! ¡Tenemos que encontrarla! ¡Hay sangre!

Inmediatamente, sus amigos y compañeros se pusieron en posición isósceles, y siguieron a su amiga por el piso.

Arribaron hasta lo que pareció ser el sótano. Beckett apretó la mandíbula y se precipitaron hacia abajo. 

Estaba oscuro, y la vista de la mujer tardó en adaptarse, pero caminaron silenciosamente para no llamar la atención del presunto criminal.

Ryan pisó un escalón de madera, que crujió bajo su peso, lo que alertó a todos lo que estaban allí.

–¡¡¡Beckett!!! —chilló Tory, desde lo que le pareció a la nombrada la esquina. Ésta se escondió tras un pilar, y Ryan y Esposito adquirieron posiciones, escondidos –¡Tiene un arma! —informó la mujer, y después fue golpeada.

–¡Tire el arma al suelo! —Ordenó la inspectora. Al no escuchar nada, se ladeó, para observar dónde estaba el criminal. Pero, en vez de ver a algún hombre allí, vio a Tory, sangrando, y con lágrimas surcando su rostro sonrojado; y la inspectora recibió un disparo.

*****

–Discutimos, creo que a las ocho de la noche se enfadó y salió por la puerta de nuestro apartamento, con su billete de avión y sus maletas, decidida a venir a Nueva York. Yo estaba muy malhumorado, mis vecinos pueden corroborar que pasé media hora gritando y destrozando cosas... Pero luego, pensé en lo mucho que esto le importa a ella, es su trabajo, y respetaría su decisión —Castle mostró una diminuta sonrisa, rememorando cuando Kate le informó que iba a aceptar el puesto en Washington –, así que decidí darle una sorpresa, viniendo a Nueva York; pero mi vuelo fue cancelado, y no saldría hasta varios días después, y quería darle la sorpresa el pasado viernes, un amigo nos dejaría su apartamento un fin de semana, y todo se fue al garete. Me fui a la universidad, y di clases... Y luego me llaman de que mi mujer está muerta... —Se derrumbó –Y encima mi mejor amigo está desaparecido desde que Natasha se fue, y no le encuentro por ninguna parte, pero como yo estaba ocupado comprando los billetes y planeando el encuentro con Natasha no le presté atención. Había conocido una chica a través de Internet y se iba a Nueva York para conocerla... Creo que su nombre era... 

Castle respiró entrecortadamente al percatarse de la historia de Frank. Completó la frase en una exhalación:

–Tory.

*****

Por todas aquellas historias que vivimosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora