Capítulo 18: "El Old Haunt"

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Katherine Beckett condujo hasta el Old Haunt, el bar donde su marido había escrito casi toda su primera novela en una de aquellas mesas.

Recordó con una sonrisa en el rostro cuando Castle le había contado su inmensa historia: primero fue una herrería, luego un burdel, se convirtió en taberna clandestina durante la ley seca y fue una de las mejores.

Bajó los escalones que la conducirían al establecimiento que traía consigo tantos episodios famosos de glamour y de generaciones que daban la cara ante el progreso, defendiendo una raza casi extinta.

Cuando tocó el suelo con sus tacones, vislumbró a lo lejos a Eddie, quien tocó "la melodía de acción" de su marido. Le dedicó una sonrisa y dejó un billete en el vaso de cristal depositado sobre la caja.

Caminó un poco más por el bar, inquieta, adentrándose en él. La camarera, Annie, la saludó, y se dispuso a preparar la mesa donde siempre se sentaban ella y Lanie.

Mientras esperaba a su amiga, Kate se aproximó a la pared donde las fotos de los famosos descansaban. Admiró el rostro jubiloso de Rick en aquella foto. Cruzado de brazos con una mirada gamberra. No pudo evitar esbozar una sonrisa.

*****

Castle cruzó el húmedo, estrecho y oscuro sistema de alcantarillado antiguo que lo conduciría al sótano de su taberna.

Sostenía una lámpara con una de sus manos a la vez que la otra se balanceaba de atrás a adelante, con el plano de los túneles.

Iba silbando "Piano Man" de Billy Joel, contento pero curioso por saber de qué iban a hablar Lanie y su mujer.

Giró una esquina y vio la bodega, continuó todo recto, Lanie estaría a punto de llegar, y se quería enterar bien de la conversación.

Empujó la estantería, con esfuerzo, para adentrarse en el despacho del antiguo propietario. Cuando volvió a colocar el colosal y pesado estante, soltó un suspiro, e inspiró profundamente.

–Ains...

Se abrió paso por la sala, en silencio.

Subió las escaleras, y se situó tras dos mesas ocupadas. La pareja situada en la mesa se quedó mirándolo. Al percatarse de ello, el escritor sonrió tontamente y les ofreció la mano para estrechársela.

–Hola —dijo, con un tono divertido –. Soy el dueño del Old Haunt. Espero que estén disfrutando de una agradable velada.

El hombre asintió, confuso.

Castle se levantó rápidamente, al menos todo lo rápido que podía, y corrió hasta detrás de la barra. Se agachó, y Brian le dirigió una veloz mirada.

Se dedicó a limpiar una jarra con un trapo a la vez que saludaba a Richard.

–Buenas, Castle —dijo, distraído –. ¿Hoy viene la inspectora?

Él le mandó callar con un "Shh...", y luego asintió.

Se llevó la mano al bolsillo y sacó sus pequeños prismáticos que había comprado para sus tiempos como detective privado.

Miró a través de ellos y pudo observar como llegaba Lanie con un vestido informal y besaba las mejillas de Kate.

–Hola, Lanie —Leyó sus labios.

Se sentaron en la mesa de siempre, y comenzaron con un banal tema, y luego llegó la acción.

*****

–¿Cómo vas con lo del puesto de capitana?

–No sé. Creo que bien. Me lo sé bastante bien; pero, sé que echaré de menos las calles y la acción. Y...

–Sabes que es el siguiente paso, que será lo mejor para el bebé —Lanie le había leído el pensamiento –. Ahora vas a formar una familia, y tienen que estar seguros de que van a poder contar contigo.

–Pero aún así, el ser capitana te quita mucho tiempo —reprochó Kate.

Lanie alargó la mano hasta la de su amiga, y la aferró. La movió con cuidado, sólo para llamar su atención.

Katherine tenía puestos los ojos en el altar de Leo.

Castle se fijó en su perfil. En su delicada y blanca tez, bajando por su nariz, pasando por sus labios entreabiertos y llegando a su barbilla. Descendió la vista un poco más y la dejó en el vientre de Beckett. Sonrió.

–Estoy tan nerviosa por lo del bebé...

–Bueno, Kate. Yo no soy experta en gente viva, pero los abortos espontáneos son más propios del primer trimestre del embarazo. ¡Y ya vas por el segundo!

La inspectora dibujó una sonrisa en su cara.

–Sí. Pronto tendré que ir con Castle a comprar ropa premamá —Se rió levemente y el escritor, desde la barra, puso una mueca. ¡Wow! ¡Qué rápido pasaba el tiempo!

–¡¿Y a que las náuseas y los vómitos ya van desapareciendo?! —exclamó la forense, intentando animar a su amiga.

–Sí, afortunadamente sí.

De pronto se hizo el silencio entre ambas amigas. Annie se acercó por fin para preguntarles qué querían tomar.

Pidieron algo de agua. Kate no podía tomar alcohol y Lanie apoyaba a su amiga no dándole "envidia".

–¿Te he contado lo de las pesadillas? —interrogó la embarazada, restándole importancia.

Su amiga endureció el gesto. "No" dijo.

›› Antes de cerrar el caso del asesino del pasamontañas, cuando tuve aquel desmayo y fui al hospital tuve una pesadilla que se repetía todas las noches. Era terrible.

Beckett comenzó a contarle lo que sucedía en esos sueños desasosegados donde avanzaba su estado de gestación y Castle fallecía.

Las expresiones tanto en el rostro de Lanie como en el de Richard se ensombrecieron.

*****

Al escuchar cómo interpretaba un rol de cobarde y luego de víctima en los sueños de Kate, Castle dio un traspié detrás de la barra y se golpeó contra el mueble, cayendo unos pocos vasos de cristal a sus lados. Menos mal que no le había caído ninguno en la cabeza, aunque tampoco le hubiese importado. Estaba demasiado horrorizado con lo que acababa de suceder.

Parish y Beckett viraron sus cabezas para ver la barra.

La inspectora frunció los labios, con una mueca. Alzó una ceja.

–¿Castle otra vez? —demandó la médica, sin apartar la vista de Brian, quien fingía que no había pasado nada, y de la barra.

–Sí. Espo y Ryan siempre le dicen que es mi noche de chicas, y él viene y cree que no lo vemos.

Lanie arrastró la silla para levantarse y le tendió la mano a Kate para que hiciera lo mismo.

–Venga, vamos a mi apartamento.

*****

Por todas aquellas historias que vivimosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora