Capítulo 17: "Ya sabes, discreción"

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Después de que la inspectora les hubiese dicho a sus compañeros sobre lo que había podido observar en el despacho del propietario de Dapttaw, casi corrieron hasta los vehículos.

Kate se puso al volante. Había leído si las embarazadas podían conducir, sí que podían. Desplazó el cinturón de seguridad por debajo del vientre. Sabía que los golpes podían provocar un desprendimiento de la placenta, que puede dar lugar a contracciones anticipadas o a un aborto, y de verdad que quería tener ese bebé.

Arrancó el vehículo y se dirigieron a Dapttaw.

Beckett había estado yendo algún que otro día a la casa de Lanie o al Old Haunt para conversar con ella e informarse conjuntamente sobre el embarazo.

Le resultaba extraño. Toda esa nueva experiencia.

Y ahora estaba estudiando para presentarse al puesto de capitana. Era el siguiente paso.

Castle siempre le decía que era la mejor inspectora de Nueva York. Castle era su apoyo. El único que podía sacarle una sonrisa. Deseó que su hijo tuviese esa misma cualidad.

Arribaron frente al edificio, y se bajaron con prisas. Zigzaguearon entre la gente, pero esta vez alzando bien las placas, para que les dejasen paso.

El mismo chico que los había recibido la primera vez se quedaba observándolos caminar con prisa.

Subieron hasta el despacho del Sr. Allen.

Esposito irrumpió, exclamando su nombre.

—¿Qué hacen ustedes aquí? —Parecía enfurecido, pero no sorprendido -Cerraré durante el fin de semana, sí.

—Nos dijo que no conocía al Sr. Paid.

—Y así es —Se encogió de hombros, como si estuviera contando una obviedad.

Katherine se acercó al escritorio, y buscó con la mirada el papel que había visto antes.

Se puso nerviosa, al no encontrarlo. ¿Y si se lo había imaginado? No era la primera vez que el embarazo le jugaba malas pasadas.

—¿Qué hace? —Alcanzó a oír la mujer. El propietario se dirigía a ella, indignado. Y justo cuando fue a aferrar su brazo con brusquedad, Esposito se adelantó.

—Antes hemos visto ese papel —Señaló el documento, situado a pocos palmos de donde había estado buscando Beckett —, donde pone que el Sr.Paid se encargaría de los trámites. —Javier Esposito depositó el folio frente a la cara de Allen, la cual palideció.

Castle se aproximó al embrollo y soltó:

—¡Vaya! Parece que sí que se acuerda de quién era Paid...

Inmediatamente, el hombre saltó:

—Bueno, sí que lo conocía. ¡¿Y qué?!

—Sr. Allen, lo que usted ha hecho se llama obstrucción a la justicia, y conlleva sus penas, ¿sabe?

El propietario se desaferró de la mano del hispano, asqueado, y se arregló la chaqueta.

Fingió una cordial sonrisa.

—Claro que lo sé. Miren, les contaré de qué conocía a Paid y se van de mi establecimiento. Me gustaría ahorrar muchísimas molestias y publicidad de la mala a Dapttaw. Como ya les dije unas horas antes.

Beckett decidió intervenir.

—Pero hay que hacer ciertas indagaciones y, cuanto antes las llevemos a cabo, mejor para todos. Puede confiar en nuestra discreción y tacto. Así que le ruego que se dejé de rodeos y vaya directo al grano —dijo tajante.

Allen frunció los labios. <<¿Discreción? Así no es cómo esta panda de maderos han entrado aquí. Al menos según John>> y se sentó, tranquilo. Era su establecimiento después de todo.

—Dalton Paid era mi contratista. Él se encargaba de ir a por los mejores ingredientes y demás cosas para el negocio.

—¿Dónde lo conoció? —inquirió Ryan, participando en el cuestionario por vez primera.

El dueño se giró a él, dándose cuenta de que había otra persona más. Sonrió ante el despiste y con calma, respondió:

—Lo conocí en la fiesta de apertura. Paid estaba buscando un trabajo y tenía muy buenas referencias. Era un buen tipo.

—Si era tan bueno, ¿por qué negó que le conocía? —demandó Castle, fascinado.

Allen alzó la cabeza, y dijo a regañadientes:

—Por que le pagaba en metálico... Legalmente no trabajaba para mí. Como habrá podido ver —Se dirigió a Beckett —, el documento no es oficial.

Allen ardía en deseos de huir de allí.

Una vez terminaron el interrogatorio, se levantaron, y antes de salir por la puerta, Esposito añadió:

—Recuerde cerrar el local el fin de semana. Mañana traeremos a los de la científica para analizar el café.

*****

Cuando llegaron a la comisaría, Katherine apuntó las novedades en la pizarra. Ahora tenían algunas cosas más claras.

—Bien, mañana irán los de la científica y ya nos contarán los análisis.

Dejó el rotulador negro sobre la mesa.

Ya era tarde, debían volver a casa, y ella marcharse al Old Haunt para pasar una agradable noche con Lanie.

Castle le ofreció su brazo para que se amarrase. La sonrió dulcemente y besó su mejilla, con delicadeza.

Caminaron por el pasillo hasta el ascensor.

—¿Sabes lo que me resulta raro? —Beckett lo miró, interrogándole con la mirada qué era lo que tenía en mente —Que ningún familiar esté preocupado por él.

—Ya llamamos a su hermana, pero no ha querido venir.

Subieron en el ascensor, y Richard frunció el ceño.

—Mañana intentaré convencerla para que venga y así sabremos más sobre Dalton.

Katherine admiró sus ojos azules, y se retuvo para no abalanzarse y comerle a besos.

››Hoy ibas con Lanie al Old Haunt, ¿no? —preguntó. Él sabía perfectamente aquello, sólo quería cerciorarse.

Ella asintió.

—Te acompaño a casa y luego me voy con ella.

*****

En el loft, Castle ayudó a su mujer a ponerse el abrigo azul marino largo que le quedaba tan bien. Hizo que Kate diese un giro de bailarina, provocando que los cabellos de ella virasen en el aire, con un hipnótico movimiento y ambos profirieron unas deliciosas risas.

El escritor la atrajo hacia sí, estando sus narices a poco menos de un centímetro. Castle contenía una sonrisa, contemplando la belleza de su mujer, de su compañera en la vida y en el crimen.

—Pásalo genial, Kate —Y la acercó hasta que sus labios se encontraron y compartieron el mismo aire.

Un beso adorable y duradero. Apasionado y anhelante.

*****


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