Capítulo XX

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Al encontrarse los 12 apóstoles reunidos, cada uno de ellos se lanzaba una mirada desesperada esperando que alguno comience un tema de conversación.

Rebecca soltó una risilla captando la atención de los presentes.

-No se preocupen, no deben incomodarse por mí; si gustan puedo traerles unos aperitivos y retirarme.

Es la morada de la dama y su boda se celebrará en unas pocas horas, aún así, ella demuestra tener una gentileza y paciencia extraordinaria; no obstante, el obligarla a retirarse no sería lo correcto.

Tadeo fue el primero en contestar.

-Por favor, señorita Rebecca, no se incomode. Lamento no habernos presentado de la manera correcta. Presentaré a cada uno de mis compañeros.- antes de proseguir, les lanzó una mirada de advertencia a cada joven para ordenarles que se comportasen.- me presento como el mayor de los apóstoles, Judas Tadeo, a mi lado se encuentran Pedro y Jacobo.

Ambos jóvenes correspondieron como un asentimiento a cada que fueron nombrados.

-Están Mateo, Natanael y Felipe.

-Es un placer conocerla, joven dama.- Natanael, al ser uno de los más letrados, aceptó ser la voz del pequeño grupo.

-Ellos son Juan, Simón y Tomás.

Del trío, todos, excepto Simón, sonrieron con gracia.

-Finalmente, los menores son Santiago y Andrés.

‐Hola.- hablaron a la vez con inocencia.

-Es un gusto haberlos podido conocer, mi nombre es Rebecca, la prometida de Isaac; por favor, póngase cómodos, mi casa es ahora su casa. Tengo entendido que para Jesús sus apóstoles son como su familia.

Una calidez pesada se asentó sobre los corazones de todos los presentes.

-¿El Señor está bien?- preguntó con curiosidad Santiago.

-Así es, simplemente surgieron unas situaciones un tanto delicadas, pero Isaac y Jesús lo están solucionando.

Rebecca, al observar el punto al que el sol se había movido, se dio cuenta que no faltaba mucho para comenzar la ceremonia.

-Lo más seguro es que este asunto mantenga ocupado a Jesús por el momento, ¿les gustaría encaminarse a mi boda mientras tanto? Debo ir a prepararme.

-Por supuesto, es muy amable de su parte el ofrecernos la invitación, señorita Rebeca. Vaya con bien.- nuevamente respondió Tadeo, antes que alguno de los menores (Santiago y Andrés) contrariaran para querer quedarse a esperar a Jesús un poco más.

-Entonces está decidido. Espero puedan divertirse.

Con una corta despedida, la joven se pasó a retirar en busca de sus damas de honor.

Los hombres nuevamente se habían quedado solos en la casa.

-¿Podemos-?

-No.

Incluso antes que Andrés pudiera formular la pregunta, Pedro se había negado.

-¡Ni siquiera sabes qué voy a preguntar!

-"¿Podemos quedarnos para esperar al Señor~?"- imitó con son de burla la voz de su hermano pequeño, provocando que este inflara sus mejillas con enfado.

-¡Yo no hablo así!

-Sí lo haces.

Se unió Simón sorprendentemente.

-A veces tienes ese tono de voz.- continuó Santiago.

-¡Santiago, ¿tú también?!

Los apóstoles rieron a la par debido al ambiente ameno y, sin duda, muy juvenil.
"La inocencia de la juventud" solían decir los más viejos en estos casos.

El epítome del pecado... (JudasxJesús)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora