Capítulo VI

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El sol alcanzaba su punto más alto, mas eso no era impedimento para Jesús y sus apóstoles quienes caminaban por las calles de Jerusalén esperando por un pedido de ayuda que el castaño no dudaría en aceptar.

-Jesús.- se acercó Santiago, el menor, desplazando a Judas de su lado.- ¿Qué estamos esperando exactamente?

-Nosotros no estamos esperando nada, Santiago. En realidad, lo que sea que venga, espera por nosotros.

Como si fuera arte del destino, un hombre de casi mediana edad se alzó sobre la gente comenzando a pedir, a llanto vivo, un poco de ayuda.

-¡Por favor! ¡Por favor!- sollozaba- ayúdenme...

Jesús quien, como dije en un inicio, no dudo en entregar todo de sí por él.

-¿Por qué razón derramas tales lágrimas llenas de dolor, señor?

-Es mi hija... ella... no está respirando... Por favor... Ayúdenme...

-Llévanos con ella.

Habló firme brindando una seguridad paternal, apesar de ser menor al hombre frente suyo.

Sin decir más, y notablemente desesperado, los guió hasta su más humilde hogar, sin una pizca de duda en abrirles las puertas.

-¡Hija! ¡Vuelve! ¡Por favor!

Ese era el llanto de una madre destrozada al ver como su pequeña se estaba yendo de su lado, sin ella poder hacer o decir nada para detenerla.
Sin duda la muerte a veces es muy cruel.

Jesús se acercó hasta la pequeña de tan sólo doce años que yacía sobre su cama pereciendo poco a poco.

-Hace días que estaba sufriendo de fiebre...- habló el padre derramando silenciosas lágrimas.- Pero no tenía más dinero para medicinas...

-Le pedía tanto a Dios que no se llevara a mi pequeña...

-Y Dios los ha escuchado.- finalizó.

Después de todo, él es su hijo.

El epítome del pecado... (JudasxJesús)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora