Capítulo XVII

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"Mierda..."

Totalmente cegado por el fastidio, arrojó el regalo más preciado que había recibido de parte de alguien: una perla de niebla.

A decir verdad, las perlas de nieblas son tan especiales en primer lugar puesto que el único que ha recibido esta clase de obsequio ha sido él, Lucifer.
El único en todo el universo, hasta podría atreverse a presumir que también en todos los universos existentes.
Un presente especialmente creado para el Dios de inframundo.

Lo sabía, por supuesto. A pesar que ese viejo nunca haya dado un indicio de lo tan trabajoso que pudo haberle sido el inventarlo, Lucifer no era idiota; veía cómo desde los serafines más estirados, hasta el más humilde de los ángeles volaba y aparecía de un espacio a otro con tal de encontrar los materiales que un encaprichado Dios pedía...

Recordaba haberse burlado que por primera vez en su existencia, esta "banda de delantales blancos" se les había impuesto tareas que sí requieran moverse.

Una sonrisa traviesa recorrió sus labios, antes de ser nuevamente ennegrecida.

Sin embargo... ¿Esas memorias importaban ahora...?

Lucifer podía sentirse el ser más afortunado de toda la creación y continuaría fijando su mirada a los que no corrían su misma suerte.

"Ese viejo" podía darle todos los presentes que su infinito poder alcanzaba, pero si no le demostraba lo tanto que amaba a los seres que Lucifer también amaba, de nada valía.
¿Era acaso tan difícil de entender?

Desde hace décadas, Lucifer había tomado la responsabilidad de ser ese "mal" al cual las personas necesitaban culpar cuando un degenerado violara a sus hermanas o hijas; ese al cual maldijeras por padecer las más dolorosas enfermedades: los hombres necesitaban dirigir ese odio comprimido en algún ente.

Lucifer lo único que buscaba era proteger a los hombres de darse cuenta que su misma naturaleza ya estaba corrompida desde su creación, quería enseñarles la belleza del arte, la experimentación de sensaciones nuevas como la pasión... Siendo su recompensa nombres llenos de odio y rencor.

No importaba.

Él lo soportaría.

Logró tolerar sus tratos hace trillones de años incluso antes de la formación de la conciencia de la humanidad. ¿Qué son otros trillones y trillones más?

-Señor.

Desvió su mirada hacia Abraxas, su más fiel y longevo ayudante.

Asintió, dando a entender que había captado su total atención.

-Tiene una visita.

-¿Visita? ¿Nuevamente son los mocosos mortales que invocan a los demonios? ¿Acaso no tienen nada mejor en qué perder su maldito tiempo?

-No, señor... Es Dios.

Si es que Lucifer tuviese pulso, está completamente seguro que se hubiese detenido por tan siquiera nombrar a esa "deidad" en sus tierras.

-¿Le preguntaste qué quiere?

-Me ordenó que quiere hablar con usted.

-¡Ja! ¿Ordenar? ¿Acaso se olvidó de quién es el reino?

-No, señor... No parecía decirlo con esa intención... Más bien...

Tenía que analizar con cuidado sus palabras.

-Parecía desesperado.

Curioso.
Sumamente curioso.

-Bien, hazlo pasar. Que ningún demonio se acerque, no quiero interrumpciones.

El epítome del pecado... (JudasxJesús)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora