Capítulo II

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-Señor, ¿a dónde nos dirigimos?- le preguntó el pelicastaño al hijo de Dios.

-Pronto lo sabrás, Pedro, solo sé paciente...- respondió con una calma que satisfacía su curiosidad.

Sus ojos recorrieron a la multitud por unos segundos, de los cuales pudo alcanzar a notar que cierto apóstol no se encontraba siguiéndolo.

Suspiró rendido.

Sabía cómo era él. Sabía sus pensamientos. Sabía el miedo que le causaba lo desconocido. Pero... ¿Por qué rayos esperaba algo de él, entonces? No podía dejar a sus once apóstoles a su suerte para ir en busca de él... ¿Cierto?

-¡Señor!- llamó uno de los susodichos.

Se dio la vuelta dándose con la sorpresa que Santiago yacía tomando del brazo a, nadie más y menos que, María Magdalena. Tratándola como una intrusa.

-Santiago, es suficiente...- le sonrió apartando su mano de la dama.

-Pero, Señor-

-Entiendo tu inconformidad, pero ella solo quiere ser escuchada...

Con esas simples palabras, logró que su seguidor la soltase.

-Señor, perdóname... por favor.- imploraba al paso que se arrodillaba.

-Tranquila...- acariciaba los rulado cabellos, la observaba con compasión.- todos tus pecados están perdonados...

Al escucharlo, cesó su llanto y logró alzar la mirada a él.

Estaba tan resplandeciente, tan perfecto, todo un pedazo de cielo.

Mientras todo eso sucedía, en Jerusalén, un extraviado apóstol les estaba preguntando a los pueblerinos el paradero que aquel "mesías".

-Dijeron que irían a rezar al monte.- por fin, alguien le había entregado algo útil.

Agradeció antes de comenzar la carrera hacia dicho lugar. Esperaba no llegar tan tarde.

Al llegar, se topó con esa impresionante escena que no dejaba de aparecer en su cabeza.

Jesús tomando de las manos a la mujer que una vez tuvo en su cama, ambos sonriéndose de forma especial. No veía a nadie más, sus ojos solo se enfocaban en ellos.

Ni siquiera lograba entender por qué le dolía tanto.

El epítome del pecado... (JudasxJesús)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora