Tristeza

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- Doctor, por favor haga que yo sea feliz - el paciente rogó y el hombre de bata le dio un recipiente lleno de pastillas negras.

El paciente no lo dudo y se las trago sin pensarlo, salió de la clínica sin decir adiós.

El mundo que para el paciente antes era triste y frío ahora le sonreía, lástima que esas sonrisas en los edificios y casas era cada vez más ancha.

Pero la sonrisa de la luna era la más ancha de todas, sólo lo vio con hambre goteando de sus dientes puntiagudos una lluvia roja.

Cuentos espantosos para adultos caprichososDonde viven las historias. Descúbrelo ahora