Noche eterna

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Sentía sus pensamientos ahogarme, como si estuviera en un charco de lodo y me sumergiera en el.

Siento el frío en mi piel, sus pensamientos me asfixian haciendo que empiece a llorar sin dejar lágrimas.

Aveces él no podía dormir y otras dormía demasiado, pero siempre él me culpaba a mi.

Podía sentir el vacío en su pecho, un vacío que lo hacía sentir insignificante y lo hacía llorar más en la espesa soledad.

Podía sentir su frustración al perder el interés en las cosas que antes le apasionaban.

Sus inseguridades eran cadenas para ambos.

La libertad era la ambrosía que él no podía probar.

Finalmente la noche cayó para siempre para él.

- Has echo un pésimo trabajo Rem- la voz de mi jefe sonó neutra y sin emoción mientras ambos veíamos el cascarón vacío de mi protegido.

- Lo sé y me disculpo por ello - fue lo último que dije antes de que mi jefe me degradara de conciencia a algo más bajo que una simple emoción, ahora soy una enfermedad, una que mi jefe nombró depresión.

Cuentos espantosos para adultos caprichososDonde viven las historias. Descúbrelo ahora