Insignificante

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No importaba donde yo estuviera mi presencia molestaba.

Nadie me quería y las pocas almas caritativas que me hospedaban en sus casas se cansaban de mi tarde o temprano.

- ¿Sigues sintiendo lástima por ti Alastor? - lo vi entrar, tan silencioso como la caída de los copos de nieve.

- ¿Vas a llevarme? - él me tendió su mano para levantarme y yo la rechace haciéndola a un lado con un brusco movimiento de mi mano.

- No, aún no - ante su respuesta me reí ¿Como no reírme? Mi risa desconcertó a la muerte mientras él se hacía a un lado para que los para médicos atendieran los cortes profundos en mis muñecas.

Soy tan insignificante que ni la muerte me quiere.

Cuentos espantosos para adultos caprichososDonde viven las historias. Descúbrelo ahora