Capítulo 16

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-Ponla en el suelo. -ordené.

Él solo se quedó allí parado, con ella aun en brazos. Era como si no me escuchara.

-¡Chris, ponla en el suelo! -grité.

Despacio y sin dejar de mirarla la colocó sobre la tierra. Me acerqué hasta ella y-

-Por los dioses.

El ácido...Gran parte de el había caído sobre su cuello, y grandes gotas llegaron a su clavícula y parte del pecho. Muy cerca del corazón. No estaba segura que hacia el ácido de hidra durante el proceso pero por el estado de Clarisse podría decir seguro que la última fase era la muerte. Estaba pálida como mi propia piel blanca, su pecho apenas bajaba y subía lentamente si prestabas atención completa podías notarlo, de otro modo no llegabas a percibir que aún era capaz de respirar.

Tim tocó su frente con reverso de la mano. -Está hirviendo. -dijo, con voz plana.

Muy despacio toque su rostro solo para sentirla fría al tacto. Me desconcerté por unos segundos pero comprendí por qué la sentía helada. Era yo. Simplemente no podía sentir el calor que emanaban los demás ni las demás cosas por el simple echo de que,para mí, era como si la maldición de Afrodita absorbiera de algún modo todo el calor que intentaba sentir externamente. No era así, o eso creía, pero mi cuerpo ardiendo a fuego vivo no me dejaba percibir más calor que el propio.

Miré su cuello, había partes donde el ácido había quemado tan profundo que se atisbaban vistazos de carne. Me estremecí. Tim siguió con su revisión clínica, apoyo dos dedos sobre el cuello de ella, donde se puede sentir el pulso. Él estaba serio, tan serio que por un momento no pareció un chico de once años. Apretó los labios.

Busqué a Chris con la mirada, más él solo tenía ojos para ella. No lo culpaba, bajé la vista hacia ella; Su cabello castaño claro seguía algo húmedo y le llegaba hasta el cuello. Corrí su pelo de las quemaduras que le provocó el ácido. Parecía dormida. Con las facciones relajadas, sin el ceño fruncido que había visto en varias ocasiones, sin ese semblante de puro orgullo, y con los párpados cerrados no tenía esa mirada arrogante ni había ira que la acompañase. No es que se la pasase todo el tiempo furiosa, pero era muy temperamental.

<<Es.>> Me corregí mentalmente.

No podía verla así, lucía tan frágil. Todo lo contrario de la chica fuerte que conocí el primer día en el campamento. Pero tampoco podía ver a Chris. Su expresión dolida, cargada de tristeza, con los ojos al borde de las lágrimas me partía aun más.

-Su pulso es muy débil. No...No pasará la noche. -nos comunicó Tim. -Estoy seguro de que su temperatura pasó los cuarenta grados...Y su respiración se esta volviendo errática y cada vez más...

Se le fue apagando la voz. Ambos lo miramos. Aquel niño nos estaba informando que nuestra amiga no sobreviviría, nos estaba diciendo lo que nuestros corazones ya sabían pero que no queríamos oír. Nuestra mejor guerrera estaba frente a las puertas de la muerte. Y he aquí nosotros, tan impotentes como ella...

-No puede morir. No puedo perderla. -dijo él con la voz rota. -Tiene que haber algo...tenemos que hacer algo...tal vez...

Chris se rompió por completo. Las lágrimas cayeron por su rostro, silenciosas. Se sentó, se abrazó las rodillas y enterró la cara en las piernas. Lo entendía. No quería que lo vieran llorar, y tampoco quería ver como su novia, la chica que amaba, se alejaba de la vida poco a poco.

-Tal vez podamos darle néctar, podría bajarle la fiebre pero...no estoy seguro de que sea de mucha ayuda. Y si esta agonizando, lo mejor para ella sería...

La Flecha de la DiosaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora