Capítulo 13

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Viajábamos en primera clase e incluso así, Clarisse se sentía incómoda o más bien se veía incómoda. Fingía que no pero cuando ella creía que nadie la observaba se permitía bajar la guardia; sus ojos iban en todas direcciones como si buscara algo. O quizás esperaba algo. El peligro. Ella estaba en modo alerta esperando por aquello que pueda atacarla pero…Esa no es la Clarisse que conozco. Sin importar quién o qué pueda atacarnos ella jamás luciría alterada o nerviosa, que es exactamente como estaba en este momento. Tal vez le daba miedo volar pero eso no tendría sentido considerando el hecho de que, según los mestizos y la misma Clarisse me dijeron, había conducido un carro volador en la batalla de Manhattan para acabar con una especie de dragón o algo por el estilo. La verdad no recuerdo bien los detalles pero si pudo volar en uno de esos carros, entonces un avión no sería ningún problema ¿o sí? Decidí quitarme la duda.

– ¿Clarisse? –por lo visto además de nerviosa estaba sorda. – ¡Clarisse! –levanté la voz lo suficiente como para que me oyera pero no para molestar a los demás pasajeros entre nosotros.

En ese momento ella estaba mirando por la ventana y cuando me escuchó a la segunda dio un giro brusco. – ¿Qué?

– ¿Te ocurre algo? Pareces algo…nerviosa. –me atreví a decir. Es decir, vamos, ¿Clarisse nerviosa? Con lo único en lo que ella se pondría así es (bueno, no es un qué sino un quién) Chris. Ni así lo admitiría, pero se le notaba cuando estaba cerca de él. Lo cual para mi maldita desgracia era algo incómodo de ver. Me ponía nostálgica por mis momentos con Ivan, los cuales (también para mi maldita desgracia) no fueron muchos antes de que desapareciera. No es que todo eso de ser ‘’romántica’’ se me diera bien pero aún así…verlos dolía. Dolía porque lo perdí en un abrir y cerrar de ojos, así sin más.

Clarisse me fulminó con la mirada pero la ignoré. –Dime. –presioné.

–No estoy asustada si es lo que piensas. –Okay. Si lo pensaba pero ni en mi mente me atrevía a decirlo. Como ya dije, es Clarisse. –Es solo que siempre se nos advirtió acerca de –el avión dio un movimiento brusco de lado para estabilizarse a los pocos minutos. Clarisse de inmediato estaba observando por la ventana. Buscando, de nuevo.

–¿Clarisse? –la llamé.

–Nada. Olvídalo. –dice ella.

Decidí no presionarla. En algún momento lo que la tuviera así se daría a conocer. Ellos son semidioses, por lo tanto viven en constante peligro a las fueras de la protección que les otorga el Campamento Mestizo. Su hogar…El hogar de Ivan.

Cuando no pensaba en , en lo que me pasaba, pensaba en él. Lo cual no ayudaba mucho. El pensar en él también me hacia querer saber que era lo que pensaba Artemisa acerca de mí. En este momento, justo ahora. Que pensaría ella sobre esta misión; Sobre mi, ahora, determinada búsqueda de Ivan. Probablemente crea que es una pérdida de tiempo.

Por momentos pensaba en ella y en su aversión a los hombres e intentaba ver lo que ella veía. Intentaba comprenderla. Sin embargo, no podía. No era como ella, y por mucho que me llevara bien con sus cazadoras (la mayoría de ellas, al menos), jamás haría tal juramento.

Además, la inmortalidad tenía un precio. El tiempo podría no correr para ti pero sí para las personas que te rodean. Sí para los mortales.

Muchas de las cazadoras seguramente no tenían nada cuando decidieron jurarse a Artemisa, o si lo tenían decidieron hacerlo a un lado. Pero Thalia, por ejemplo, tenía muchos amigos en el Campamento, tenía una familia. Y, aunque sé que pasó por muchas cosas, eligió aún así el camino de las cazadoras. El camino de la inmortalidad. Ella quedaría detenida en el tiempo mientras que sus amistades seguirían adelante, crecerían, y eventualmente, morirían. ¿Acaso no había visto ya suficientes muertes? Tanto ella como cualquiera de las demás cazadoras. ¿Qué clase de vida era esa? Ver como el tiempo se lleva a tus seres queridos es suficientemente agobiante ya siendo un mortal, ¿y para un inmortal? El saber que uno seguiría ahí parado en el mundo lleno de recuerdos, tanto alegres como dolorosos, y no tener a aquellas personas con las que los compartiste a tu lado. No, nunca seguiría aquel camino. Incluso si perdía a Ivan. Incluso si también perdía a Nico, mi mejor amigo en el campamento.

La Flecha de la DiosaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora