Capítulo 7

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CAPÍTULO 7

Había pasado una semana desde que hablé con Artemisa. Al final, ella seguía siendo doncella. Y sus cazadoras no tenían de qué preocuparse, ya que su diosa jamás falló a su palabra.

Las únicas personas que sabían sobre mi…bueno sobre mi condición, eran Quirón (a quién no le sorprendió), una chica llamada Annabeth (la que tendría que haber sido mi guía mi primer día aquí), Quirón confiaba mucho en ella así que no me moleste en que lo supiera, más tarde me entere que era la novia de Percy, probablemente el también lo sepa a estas alturas, Annabeth era una chica inteligente, sabía lo que hacía. Ivan, Nico, Will, las cazadoras y Clarisse...y por supuesto el Sr.D a quien no pareció importarle demasiado.

Se sintió bien contárselo a Clarisse, me agradaba. En cuanto a Ivan y Nico, bueno con ellos sabiéndolo es un tanto incómodo; y por las cazadoras si me molestó un poco pero tenían que saberlo. Los demás campistas me seguían viendo raro, pero no me importaba y tampoco tenían por qué saber la verdad. Después de todo era mi vida y no la de ellos.

Las cazadoras se habían quedado. Según Thalia, Artemisa les había ordenado quedarse por una pequeña temporada en el campamento para que tengan un respiro. Personalmente, pienso que lo hizo para que yo no me sintiera sola en la cabaña de una diosa que debería estar vacía salvo por sus seguidoras. La idea de que ellas estén aquí para hacerme algo de compañía en cierta forma me reconfortaba, porque Artemisa se preocupaba por mí. Pero me daba en la espina que había algo más.

En estos días pasé mucho tiempo con Ivan, con Clarisse y su novio pero más con Ivan. A las cazadoras no les gustaba en lo más mínimo, y no me importaba. Lo ideal habría sido que me relacionara más con ellas, que las conociera más, porque, después de todo, vendrían a ser como mis hermanas. Aunque, jamás pensaré en ellas como hermanas. No tengo hermanos y jamás los tendré. Había considerado a los niños del orfanato como mis hermanos pequeños pero jamás lo fueron. Sí, los cuidaba como la hermana mayor que nunca tuvieron hasta el momento, eso era lo que les decía a ellos, que era su hermana mayor del alma. Y lo era, en parte. Lo que quería era que no se sintieran solos, yo no tuve la suerte de ellos de tener a alguien así con quien contar. Estaba Bea, confiaba en ella, pero hasta un cierto punto. Limitaba mi confianza, con todos y cada uno de los que conocía. Quería, y quiero, mucho a los niños, pero aquel lugar nunca fue mi hogar. Es por eso que no podía sentirme en familia allí. Quizá nunca llegue a tener una familia…Bueno, a formar una.

Me pregunté cuando sería…Y si sería rápido…

La maldición de Afrodita me quemaba por dentro, y me debilitaba. Y la bendición de Artemisa intentaba bloquearla, pero  por mucho que ese escudo se impusiera ante el fuego de la maldición, lo único que lograba era retrasarla.

Sabía que llegaría el día en que mi alma dijera ‘’basta’’. Mi cuerpo estaba en una constante lucha. Y podía sentir el peso de las dos, aunque, quizás solo era porque sabía que las tenía.

Y luego estaba ese don, aun dormido. Artemisa había dicho que yo sabría usarlo. Eso viene con la suposición de que sé lo que es. La verdad, no tenía idea. Bueno…Solo una pequeña sospecha, nada importante en modo un-super-don. Sólo otra parte de mí que siempre espere, de algún modo, ser.

Beatrice me había ido a visitar al día siguiente de mi encuentro con Artemisa.

<<-Allison

-Hola, Bea.

-¿Quieres hablar? –preguntó despacio.

La Flecha de la DiosaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora