Capítulo 6

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CAPÍTULO 6

Nico Di Angelo, un chico que conocía menos que al hijo de Ares, me guiaba por el bosque hasta llegar a mi claro. Pero no importaba, porque confiaba en él. Y de todas formas, aun tenía el arco.

Ya era de noche. Esperaba que Nico no se perdiera, pero esperaba más que Artemisa se apareciera. En verdad necesitaba hablar con ella.

Creí reconocer el camino hasta el claro, pero lo cierto es que solo me era vagamente familiar. Si el claro resulta ser el mismo de mi sueño, entonces esta parte del bosque, ha de ser la que el ciervo dorado seguía.  

Tenía millones de dudas que necesitaban ser confirmadas, o mejor negadas.

Y en el fondo sentía que no pertenecía a este lugar.

-Detrás de aquellos arbustos. –me indicó Nico.

Suspiré.

-Llego la hora. Humm…Nico? ¿Cómo es que conoces esta parte del bosque?

-Es…una larga historia. -Asentí.

No iba a saber más que eso. Nico Di Angelo parecía ser alguien muy reservado. Aunque no es como si fuera a contarle algo a quien apenas conocía, pero si yo confiaba en él, supuse que él también. Me di cuenta, también, que era alguien solitario. Pensar en eso dolía, porque podía entenderlo. Estaba segura de que él había perdido más que yo…me pregunté cuál sería su historia, y si algún día la sabría.

El claro era exactamente como en mi sueño. Y nuevamente, la luz de luna llegaba a todas partes. Se sentía casi igual como estar soñando, pero Alaska no estaba, ni el ciervo.

Recordé la primera vez que había tenido este sueño, eso hacía ya mucho tiempo. Me incomodaba la presencia de la loba, todo en ella rebosaba calma, destreza, inteligencia. Pensaba en ella como lo más perfecto que existía. Aunque la perfección este sobrevalorada. Alaska representaba para mí, lo que yo no era: fuerte, valiente, intrépida, libre. Especialmente fuerte.

Ahora la echaba de menos, me sentiría más cómoda con ella.

Miré hacia el cielo. No necesitaba llamarla, o lo que sea que hacen aquí para hablar con los dioses, sabía que vendría. Lo sentía.

-¿Soñando despierta? –preguntó una voz.

Me di la vuelta. Allí a solo unos pasos, una chica de mi edad me miraba. Era una versión de Artemisa, la de mi sueño, de unos veinticinco años, a una Artemisa adolescente.

-Por favor, no me hagas esto. –le pedí.

-¿Hacer el qué?

-Presentarte como una chica, una adolescente.

La versión joven de Artemisa rió.

-Así es como me dejo ver por mis chicas. Y para los demás.

-No puedo tomarte en serio si te ves como una chica de mi edad.

-Está bien. Pero será mejor que te cubras los ojos.

Comenzó a resplandecer, tuve la tentación de mirar pero el tono de su voz me dijo que no lo hiciera, eso y que además me llegó un aire de calor.

Creí que estaría más nerviosa de lo que me sentía, al tener que hablar con ella. Ansiosa era como me sentía.

-¿Te encuentras bien?

La Flecha de la DiosaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora