Capítulo 5: Ella

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Euge se cansó de esperar a Lali en la esquina.

Como venían de lados distintos, todas las mañanas se encontraban ahí, para caminar juntas las tres cuadras que faltaban hasta la escuela. Ese era el momento de contar las últimas novedades (que nunca eran muchas porque habían hablado por teléfono la noche anterior) o de repasar algún tema del día.

Pero esta vez, Lali estaba llegando demasiado tarde y Euge decidió irse. ¿Qué podría haberle pasado? ¿Estaría enferma? Nunca tenía que esperarla; siempre era ella la que se demoraba. ¡Ojalá no faltara! Hoy tenían la prueba de Matemática y no sabía nada. ¡A quién se le ocurre tomar prueba un viernes!

Euge apuró el paso y cuando solo le faltaba una cuadra para llegar, Lali la empujó por la espalda.

—Llegué —dijo tratando de recuperar el aire.

—¿Qué te pasó? Creí que no venías.

—No escuché el despertador. Anoche me acosté tardísimo.

—¿Te quedaste estudiando?

—Chateando —corrigió Lali sin darle mucha importancia.

Pero Euge sabía que quedarse chateando hasta las mil quinientas solo quería decir una cosa: había encontrado a alguien interesante en el Messenger. A pesar de que estaban llegando tarde, se frenó de golpe y la agarró del brazo. Esto merecía una explicación.

—Perdón... ¿Me perdí algo? —dijo.

—Mmmm... no sé —Lali se hizo la misteriosa.

—¿Cómo que no sabés? La que estuvo chateando toda la noche fuiste vos.

—No fue toda la noche. Hasta las doce, nada más.

—La hora no importa. Lo que importa es con quién.

—Un flaco —contestó Lali siguiendo el juego del misterio.

—¿Edad?

—Dice que quince.

—¿Y vos dijiste...?

—Quince, obvio —se agrandó Lali.

Euge torció la boca.

—Mintieron los dos —concluyó.

—No sé... Puede ser que él tenga quince. Parecía re-maduro.

—¡Dale, Lali! ¿Cómo te vas a dar cuenta de si es re-maduro chateando?

—Me pareció por lo que decía —se defendió Lali.

—¿Y qué decía, si se puede saber?

No confiaba mucho en el criterio de Lali, y casi podía haber jurado que ese pibe la había engañado.

—Me contó lo de los dioses del Olimpo.

Euge se quedó muda.

—Me estás cargando —le dijo frunciendo el ceño.

—Para nada.

—¡¿Te quedaste hasta las doce de la noche hablando de los dioses del Olimpo?! —Euge no salía de su asombro.

—Bueno... entre otras cosas. Pero lo de los dioses es súper interesante —se justificó Lali.

—Sí, claro, me imagino... ¿Cuál es el tema para esta noche? ¿La batalla de San Lorenzo?

Lali se rio.

—Aunque no me creas, estuvo bueno —dijo, y empezó a caminar hacia la escuela con Euge corriendo atrás.

—Como curso de Historia a distancia, me imagino que sí. ¡Qué manera de perder el tiempo! —Euge estaba realmente indignada. Así, Lali nunca se iba a levantar a nadie.

—Bueno... no sé... Anoche estuvo copado. Eso no quiere decir nada.

—Quiere decir que el chabón es un traga, o que te estuvo tomando el pelo.

Lali dudó.

—¿Te parece?

—Seguro. Pero no te preocupes, porque después de que lo conozcas a Bruno...

—¿Quién es Bruno? —preguntó Lali distraída.

—¡El amigo de Gastón, nena! No te conté: anoche me

llamó.

—¿Bruno?

—No. Gastón. Dice que Bruno está copado con la idea

de conocerte.

—¿Ese es el que va a venir a la fiesta?

—Sí, nena, sí. ¿Dónde tenés la cabeza?

Lali no tuvo tiempo de contestar. Habían llegado a la puerta de la escuela y se dieron cuenta de que el timbre había sonado hacía rato. Ya todos estaban en los cursos y tuvieron que entrar corriendo.

Lali dice: Donde viven las historias. Descúbrelo ahora