Capítulo 18: El

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Durante esa semana, Peter prendió varias veces la computadora, pero no se animó a escribir. Se quedaba ahí sentado, leyendo mensajes, para ver si en algún momento aparecía alguno de Luciérnaga. Pero Luciérnaga tampoco escribía. O escribía con otro nombre, eso no podía saberlo. Lo seguro era que no le escribía a él. Se moría de ganas de preguntarle si era la chica de la escalera, pero no iba a ser él el primero en conectarse, aunque se quedara con la intriga para toda la vida.

Tincho lo estaba volviendo loco con la historia de Jéssica. Todavía no la había vuelto a ver, pero desde el lunes, habían hablado por teléfono y chateado todos los días. Tanto que Peter le había tenido que hacer la prueba de Matemática, porque su amigo no había tocado un libro.

—Escuchame, chabón, ¿cuál es? —le dijo Peter el miércoles, cuando Tincho pasó por su casa.

—¿Cuál es qué?

—¿Cuál es mi ganancia? Mientras vos te dedicás a hacerte el galán con Jéssica, yo estudio por los dos, te hago las pruebas, todo... ¿Cómo pensás pagar?

—Es tu deber. ¿No sos mi amigo, acaso? Bueno, como dice mi viejo: "Hoy por mí, mañana por ti".

—Que en este caso sería hoy por ti, mañana por ti y siempre por ti.

—Eso es ser desagradecido. ¿Te acompañé o no te acompañé a la fiesta?

—Y te levantaste a Jéssica. Eso no fue por mí. Me debés una, además de la Coca que no quisiste pagar.

—No quise, porque vos me verseaste. No había ninguna Luciérnaga.

—¡Y dale! Ya te dije que había, te mostré las pruebas y todo.

—Una lata abollada. ¿A eso llamás una prueba? Cambiando de tema —dijo Tincho—, ¿le escribiste?

Peter negó con la cabeza.

—Estoy esperando que me escriba ella —contestó.

—Ah... bueno... Así vamos a llegar muy lejos...

—Justamente —dijo Peter—. No vamos a llegar muy lejos, porque estoy en esta sillita.

—¡No te vengas a hacer el acomplejado ahora! ¿Querés que me ponga a llorar?

—No. Quiero que hablemos de otra cosa.

—Okey —dijo Tincho—. Tenemos un mal día. Hablemos de otra cosa. Te cuento algo: anoche, cuando apagué la luz para dormirme, había en mi cuarto unos bichitos de esos que se prenden y se apagan... ¿Cómo se llaman?...

Peter no contestó "luciérnagas", contestó con un almohadonazo que le dio a Tincho en la cabeza, y no volvieron a tocar el tema.

Estudiaron un rato, escucharon música, y Tincho se fue temprano porque... había quedado en llamar a Jéssica. Estaba decidido a pasarla a buscar por la escuela al día siguiente. Y eso era toda una decisión.

Cuando Peter se quedó solo, prendió la compu. Leyó los mensajes con la misma ansiedad que los últimos días, y el resultado fue el mismo. Luciérnaga no se había conectado.

Pasó los dedos por el teclado, indeciso, pero no escribió. Tiró para atrás su silla, con la idea de continuar con los dibujos de su Olimpo propio, que ya venía bastante avanzado, cuando el nombre de Luciérnaga titiló en la pantalla.

Lali dice: Donde viven las historias. Descúbrelo ahora