Cuando el martes Lali salió de la escuela, Euge la corrió y la agarró del brazo. Hacía casi una semana que no hablaban.
—Esperá, Lali —le dijo—. Tengo algo que contarte.
—Creí que estabas enojada —le contestó Lali contenta, en el fondo, de que su amiga se hubiera acercado.
—Sí... bueno... Un poco... pero ya se me pasó —dijo Euge al pasar.
Al pasar, no era tan al pasar, porque había hablado con Tincho y se había enterado de que Lali y Peter se habían peleado. Ahora, todo podía volver a ser como antes. Ya mismo se tenía que poner en campaña para encontrarle un novio nuevo a Lali.
—¡Escuchá esto! —le dijo entusiasmada—. ¡No lo vas a poder creer! ¿Viste que el sábado fuimos a bailar?
—Sí.
—¿Y que Bruno iba a venir con nosotros?
—No me digas que no fue porque yo no iba —Lali se empezó a entusiasmar con el chisme que traía Euge.
—¡Nada que ver! ¡Vino! ¿Y a que no sabés con quién? ¡Con Jéssica! ¡Están saliendo, Lali! ¿No es una reverenda porquería?
—¿Por qué? Después de todo, nosotros ya cortamos — lo justificó Lali.
Bruno podía hacer lo que quisiera. Todos podían hacer lo que quisieran.
—¡Pero cortaron el viernes! ¡Y el sábado andaba con Jéssica! Para mí que ya estaban saliendo de antes. Se lo pregunté a Gastón, pero Gastón, por supuesto, dice que no. ¡Claro, qué me va a decir! Encima, como yo no le creía, nos terminamos peleando.
—¿Cortaron? —preguntó Lali sorprendida.
—No, no cortamos. Pero no sé qué voy a hacer. Porque yo me quedé pensando, si Bruno hace eso, Gastón, que es muy amigo, seguro que hace lo mismo, y la verdad, que yo no tengo ningún interés en que me metan los cuernos como a... —Euge se frenó. Había metido la pata, y trató de arreglarla como pudo—. Bueno... digo... Mejor cortar por lo sano.
—¿Pero vos no estabas re-bien con Gastón? —le preguntó Lali, ignorando el comentario.
—Bueno... sí... Pero no sé... Ahora que vos no salís con Bruno, no me copa tanto... No sé, voy a ver. ¿Qué hiciste el sábado?
—Nada. Miré tele —contestó recordando la frase de Bruno, además de que había sido estrictamente cierto.
—¿Te conté que Tincho me invitó a bailar? Pero era justo el mismo sábado. Imaginate. No daba. De todas formas le dije que el fin de semana que viene...
Lali ya no escuchó lo que seguía. Allá, en la esquina, a espaldas de Euge, había visto la silla de ruedas de Peter. Lali cerró los ojos y los volvió a abrir. No podía ser. Miró con tanta atención que Euge
dejó de hablar y también se dio vuelta.
—¿Es? —preguntó casi con miedo.
—Sí—le contestó Lali, sonriendo.
—¿Y qué hace acá? ¿Vos sabías que iba a venir?
—Para nada.
Peter la saludó con la mano y Lali empezó a caminar hacia él.
—¿Te espero? —preguntó Euge.
—Sí... No... No sé. Si querés andá. Después te llamo — dijo sin detenerse.
Euge decidió esperar. No podía dejar esto librado al azar, y mucho menos al criterio de Lali. Se quedó parada, en la puerta de la escuela, agarrada con fuerza de la correa de su mochila, atenta a lo que estaba pasando, aunque desde ahí no podía escuchar nada.
—Hola —dijo Lali cuando llegó junto a Peter, sin saber muy bien a qué atenerse.
—No sabía dónde vivías, pero sabía dónde quedaba tu escuela —explicó Peter.
—Sí... claro. Me había olvidado de eso... —se sonrió Lali.
—Vine para decirte que esa frase que me mandaste es una estupidez —dijo Peter muy serio.
—Ah... no te gustó... —La desilusión se reflejó en la cara de Lali.
—¿Cuándo vas a entender que estoy paralítico? "Así podrás volar" —dijo citando la frase de Lali—. ... ¡Ni siquiera puedo caminar y vos querés que vuele!
—Bueno... disculpame... —dijo Lali arrepentida.
Evidentemente, no hacía nada bien.
Pero Peter se largó a reír.
—Era una broma, Luciérnaga... Te estás quedando sin pilas.
Lali también quiso reírse, pero no le salió.
—Sí... me parece que sí... —dijo—. ¿En serio viniste a decirme eso?
—En serio —siguió bromeando Peter—. Aunque te hice caso. Hice el intento de volar, pero la silla pesaba mucho y me estampé contra el piso.
Ahora sí, pudo reírse. Era el mismo Peter de siempre.
—Es que sos un torpe —le dijo. Entonces se le ocurrió una idea—: Ahora vas a ver si no podés volar. Agarrate fuerte.
Ante la sorpresa de Peter, Lali se sacó la mochila, se la puso sobre las piernas, y corrió atrás de la silla con la intención de empujarla, pero se arrepintió. Lentamente, soltó las manijas y volvió a pararse frente a Peter. Quería decirle... Quería decirle que... Quería...
Se agachó, y le dio un beso.
Antes de que Peter pudiera darse cuenta de lo que había pasado, Lali, esta vez sí, agarró la silla y empezó a correr a toda velocidad. Peter levantaba los brazos gritando y riéndose:
—¡Pará! ¡Pará! ¡Te volviste loca!
—¡Yo nunca me doy por vencida! —le gritó Lali también riéndose—. Ahora vas a volar.
Como una ráfaga, pasaron corriendo frente a Euge, que los miraba con la boca abierta.
—¡Lali!... Llam... —gritó. Pero ya estaban demasiado lejos.
Euge se quedó parada, inmóvil, sin decidirse a volver a su casa. No podía entender lo que había pasado; no podía entender a su amiga; ¡¡¡no podía entender que lo hubiera besado!!!
Lali y Peter desaparecieron en la esquina. Ya no había nada que ella pudiera hacer. Se había quedado afuera. Aunque... Tincho era amigo de Peter, ¿no?... Podía llamarlo y, si se animaba, proponerle salir los cuatro juntos. A bailar no, claro. ¿Adónde se podía ir con una silla de ruedas? Tal vez a Tincho se le ocurriera algo. Acomodó
su mochila y se fue a su casa, sin dejar de preguntarse por qué, habiendo tantos chicos que caminan, Lali había tenido que elegir justo a este. Porque estaba rematadamente loca; esa era la única respuesta que Euge podía encontrar.
Unas semanas más tarde, juntó coraje y se lo preguntó: ¿por qué justamente Peter?... Porque junto a él se sentía bien, porque junto a él se divertía, porque con él se entendía, contestó Lali. Porque Peter era... único. ¿La silla?... ¿Qué silla?... Eso hacía mucho que no contaba.
Euge siguió sin entender.
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Lali dice:
Teen FictionEsta novela no es mia... Todos los créditos a su autora. Adaptación laliter