Capítulo 15: Ella

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La desastrosa noche de Lali terminó bastante bien. Gastón logró separar a Bruno de Jéssica, y los cuatro fueron a charlar a la calle.

Lali no tuvo tiempo de contarle a Euge lo que le acababa de pasar y, fuera porque la impresión había sido demasiado fuerte, porque Bruno resultó ser de lo más simpático o porque Euge la amenazó con matarla si no le daba bolilla, la empezó a pasar bien.

Euge y Gastón les hicieron el aguante por un rato, y después los dejaron solos. Esta vez, la situación estaba más floja y todo fue más fácil, aunque Lali insistió en quedarse afuera, y no quiso volver a bailar en toda la noche. En realidad, lo que no quería era volver a cruzarse con el chico de la silla de ruedas. Y lo logró.

—Lo pienso y lo pienso, y no puedo creer que, con la bola que te dio Bruno, no te lo hayas transado— le dijo Euge esa noche, mientras se ponía el pijama.

—Bueno, pero le di el teléfono, y arreglamos para salir ¿o no?... —le contestó Lali desde la cama.

—Igual estuviste lenta.

Euge estaba desilusionada. Había estado toda la noche esperando que Lali le contara lo que había pasado... ¡y no había pasado nada! ¡El teléfono! Eso no tenía importancia.

—No te podés transar a un pibe así como así —se justificó Lali.

—¿Por?

—Porque ni lo conocés, no sabés cómo es... qué se yo.

—Pero de eso te das cuenta en seguida —trató de aleccionarla Euge—. Si con el pibe cero onda, bueno... pero si te va, ¿para qué vas a esperar?

Lali no tenía las cosas muy claras.

—No sé... se dio así—le dijo.

—Pero... ¿todo bien? —Euge necesitaba garantías, papeles firmados, promesas de que la noche no había sido en vano.

—Sí, sí. —Lali se rio—. Bueno, al principio medio que no me lo bancaba, pero después se puso divertido.

—Entonces te gustó.

—Sí... Qué sé yo... Tampoco quiere decir que esté enamorada, ¿viste? Pero a lo mejor...

—Dentro de cinco años... —se rio Euge metiéndose en la cama. Cambió de tema—: Gastón estuvo divino. ¿Viste cómo les hizo la gamba?

—Sí... normal...

Si era cierto que Gastón les había hecho la gamba, Lali no se había dado cuenta.

—Normal, no —casi se ofendió Euge—. Súper bien. Podía haber salido con esas cosas de los pibes tipo "dale, transátela que la tenés regalada" —dijo, poniendo voz de hombre.

Lali se rio.

—¡Mirá si iba a hacer algo así!

—Los pibes siempre hacen cosas así.

Las dos se acomodaron para dormir, aunque sabían que pasaría más de una hora antes de que el sueño las venciera. Euge apagó la luz. Para hablar no necesitaban ver. Cada una estaba pensando en sus cosas. Fue Lali la que rompió el silencio.

—Euge... —dijo—. ¿Sabés que se me ocurrió una cosa horrible?

—Vas a casarte con Bruno —bromeó Euge.

—No, es en serio.

—¿Se te ocurrió o te pasó? —Euge también se puso seria y se incorporó un poco en la cama.

—Como las dos cosas.

—¿Tengo que prender la luz?

—No, no es para tanto.

—Bueno, dale —apuró Euge—. ¿Qué es esa cosa horrible?

—Ese pibe con el que chateaba...

—El dios del Olimpo. Es una cosa horrible, tenés razón. —De pronto, Euge reaccionó—. ¡No me digas que lo viste en la fiesta!

—Me parece que sí.

Euge se sentó en la cama.

—¿Y qué pasó? ¿Era un espanto? ¿No te dio bola? ¿Le hablaste? ¡Contame que me muero de intriga!

—Me parece... No estoy segura... pero me parece que era el pibe de la silla de ruedas.

Euge se quedó muda.

—Ahora sí, tengo que prender la luz —dijo.

Lali le contó cómo se lo había cruzado, y cómo la había mirado, y cómo ella se había dado vuelta, y cómo, y cómo... Pero ningún cómo era suficiente para Euge, que lo que quería eran pruebas concretas. Si el chico no se había presentado, si no la había llamado por su nombre, si no le había preguntado o no andaba con una computadora a cuestas, no era. No podía ser.

Lali defendía su intuición, su pálpito, el "estilo de la mirada", pero para Euge, todo eso era pura imaginación.

—Vos creíste que era ese, porque era el único distinto —le decía.

—¿Y eso qué tiene que ver?

—Qué te llamó la atención, nada más, y como no pensabas en otra cosa...

—No creo. Fue la forma en que me miró... —se defendía Lali.

—Ese pibe debe haber mirado así a todas las chicas, nena. ¡Si no tenía otra cosa que hacer!

Pero por muchos argumentos que se dieron, no pudieron convencerse una a la otra. Finalmente llegaron a la conclusión de que lo mejor era volver a chatear con el Gusano y averiguar, antes que nada, qué había hecho el sábado a la noche. Si no había ido a la fiesta, problema resuelto.

Lali dice: Donde viven las historias. Descúbrelo ahora