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Estar sin palabras era algo que últimamente le sucedía a menudo, generalmente por la falta de ganas de hablar o simplemente de pensar en algo que no fueran historias dramáticas llenas de dolor ajeno y lágrimas de sangre en papel casero, áspero y borroso como la tinta borroneada por gotas de lluvia que atraviesan el techo antiguo de alguna casa abandonada. Así de dramático eran sus pensamientos aquella mañana, cuando caminó fuera de su cuarto y vio allí al que alguna vez fue el hombre de sus sueños.

Y es que no debía engañarse a si misma diciendo que él ya no lo era, es sólo que no quería ilusionarse realmente.

No otra vez. No quería imaginarse un cuento de hadas otra vez y que acabara como un thriller repleto de incertidumbre, rencor y más píldoras que sólo la hacían sentirse más y más débil.

Él estaba de espaldas cortando algo en la barra del desayunador, una bandana sujetando su cabello hacia atrás, su torso envuelto en una camiseta de tirantes blanca que lo había visto usar bajo una camisa oscura la noche anterior, misma que ella llevaba colgando de sus hombros.

Se había pasado de copas quizá, pero también sabía que el no cruzaba límites cuando eso pasaba por lo que se mantenía tranquila masajeando su sien mientras caminaba por detrás de él hacia la cafetera.

- Tomas café ahora? - Él continúo cortando fruta y acomodándola en una bandeja intentando ser prolijo y fallando miserablemente, ella se encogió de hombros dando la vuelta para sentarse frente a él - Tomo café por que tengo resaca y un largo día por delante - finalizó ella abrazando la taza caliente con ambas manos.

- Escribes otro libro? -

- Lo intento -

- Hmn -

Un intenso pero no incómodo silencio cayó sobre ellos, el ruido del cuchillo golpeando la madera era lo único que perturba a sus sensibles oídos debido al dolor de cabeza, él se sentó tomando otra taza de café a su lado.

- El té me dejó de gustar después de probar el que tú haces -

- Espero hayas disfrutado el último que te hice - Ella delineó la orilla de la taza com su índice sin querer prestar mucha atención al hombre.

- Esto va a ser realmente difícil verdad? -

- Por qué, crees que antes fui muy fácil? -

- En realidad no, es sólo que ahora estás a la defensiva todo el tiempo y antes, era un poco más divertido -

- " Antes " es una palabra que no me gusta escuchar viniendo de ti -

- No la escucharás entonces - ella asintió y bebió de su taza una última vez.

Can estiró su mano para tocar con el dorso la piel de su mejilla, arrastró sus dedos llevando consigo los mechones ondulados de su cabello suelto hacia atrás de su oreja, Sanem dejó que sus ojos se cierren unos segundos inclinándose a la caricia antes de mirarlo por debajo de sus pestañas.

- Dime que sí - Can susurró inclinándose hacia ella.

- No ha pasado un día siquiera -

- Y es que acaso necesitas más? -

- No seas arrogante, no te queda bien -

Sanem se separó para dejar su taza en el fregadero, se quitó la camisa del hombre y se la arrojó sin cuidado antes de caminar a su cuarto - Has dormido aquí sin permiso por lo que por favor te pido, no lo hagas otra vez -

-Estabas muy ebria anoche -

- Estoy en mi casa sabías? No importa si me quedo sola en mi casa -

- Ahí es donde te equivocas... cualquiera podría entrar aquí sin permiso - Renegó Can metiendo un trozo de frutilla en su boca.

- Eso te incluye? - Sanem apareció por el marco de la puerta tirando de una blusa por su cabeza, acomodó la prenda sobre su vientre y se dirigió a la mesa pequeña del salón, Can vio el reluciente anillo colgando de su cuello y volteó rápido evitando que ella lo note - Gracias por cuidarme pero puedo hacerlo sola -

- Lo sé, sólo estaba asegurándome -

- De qué? De que Yigit no entre? -

- Lo puede hacer? -

- No, nunca lo ha hecho y si lo hace no le quedarán ganas de repetirlo -

Can sonrió complacido con la nueva actitud de su castaña, tenía mucho que aprender de la nueva versión de Sanem y deseaba convencerla de que vaya con él, sin embargo lo había dicho antes; sería difícil pero no por ello menos placentero.

- Cuando vuelva no te quiero aquí, me oyes? - Sanem colocó sus tacones con una sola mano mientras con la otra acababa de colocar lápiz labial en su boca viendo al pequeño espejo en la pared, Can asintió con la boca llena de frutas robando una sonrisa pequeña a la mujer.

- Pero estarás lista en la noche por que vendré por tí y esta vez no habrá alcohol -

- No, esta noche tengo planes -

- Disculpa? -

- Disculpado - ella sonrió abriendo la puerta - Te veo en dos días - concluyó sin dar pie a discusión alguna mientras cerraba la puerta detrás suyo dejándolo solo.

Qué demonios acababa de pasar? Y por qué le gustaba esa actitud mandona tan derrepente?

Sanem tenía bastante que hacer, ver a su abogado, su nuevo manager y firmar algunos contratos además de revisar clausulas de trabajos futuros en libros que aún ni siquiera había comenzado a corregir, tenía un par listos para enviar a corrección más no estaba segura de ellos, sentía que le faltaba algo, alguna chispa extra que mo lograba concluir.

Yigit hizo aparición durante la reunión en el almuerzo y ella lo ignoró totalmente mientras dialogaba con una socia escritora de libros infantiles, necesitaba saber su opinión antes que nadie más.

Ella a acabó por marcharse no mucho tiempo después intimidada por la mirada insistente del rubio que no quería marcharse sin antes acabar con la paciencia de la castaña.

- Qué es lo que quieres? -

- Qué hacía Can en tu puerta anoche? -

- Por qué todo mundo me pide explicaciones de algo que no les corresponde? No te importa! No tengo por qué decirte nada -

- No? Pensé que estábamos en el mismo canal -

- Pensaste mal, hace mucho tiempo que piensas mal y creo que no es la primera vez que te lo digo -  él se encogió de hombros y Sanem sintió que su rostro se calentaba de rabia y frustración

- Sé que te gusta jugar conmigo -

- Estás enfermo, sólo... Alejate de mí, no me gustas, no me interesas, te quiero lejos -

- Claro sí, como tu digas -

Ella se levantó molesta arrojó dinero  la mesa y caminó hacia su camioneta, que le dieran, estaba harta de ese hombre y de todos en realidad. No hacían más que jugar con sus nervios día tras día. Había estado ignorando las llamadas de su madre, sabía que de alguna forma quería intervenir en la noticia de Can volviendo y hablando de ello, esperaba que él realmente no estuviera en su casa cuando llegue.

CanemDonde viven las historias. Descúbrelo ahora