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"¿Por qué me ponía así? No éramos nada y él era libre de todo

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"¿Por qué me ponía así? No éramos nada y él era libre de todo... De todo. Pero, por primera vez, empezaba a sentir cosas por alguien y eso me daba miedo"

Erin

Un muchacho esperaba impaciente a que alguien conocido entrara por esa aula. Movía su pierna con nerviosismo, algo que jamás había experimentado por alguien que no fuera de su familia.

El joven se echó su cabello negro hacia atrás y empezó a juguetear con uno de sus anillos que tenía en su pulgar. Miraba al asiento vacío que había a su lado, cerca de la ventana y luego a la puerta de entrada a la clase.

Estaba nervioso y no sabía la razón, aunque en el fondo algo empezaba a entender. Estaba empezando a sentir cosas por esa muchacha y ni siquiera eran algo tan fuerte.

Quería verla, saber que estaba bien después de que el viernes pasado la encontró mal tras una mala experiencia al ir sola hacia su casa. Ese fin de semana no había dejado de pensar en lo que le había ocurrido a él y, preocupado, no dejaba de pensar en esa muchacha que le rondaba la mayor parte de las horas en su mente.

Un cabello negro y con las mechas de color azul hicieron que los ojos de Uriel se clavasen sobre la dueña de ese precioso pelo. El joven hizo un amago de levantarse de su sitio, pero no lo hizo para no parecer un gilipollas delante de todos. Y ahí estaba, con aquella ropa apretada, una camiseta blanca pegada a su cuerpo junto con uno de esos pantalones militares de color negro y sin obviar esas botas grandes que le llegaban por encima de sus tobillos, haciéndola parecer más alta de lo que era.

Uriel sonrió como nadie creería que sonreiría jamás.

La muchacha, algo mejor, se acercó a él y le sonrió cómplice.

—¿Cómo estás? —preguntó Uriel.

A lo que Erin le respondió;

—Mejor, gracias.

Se sentó a su lado y durante esas horas que estuvieron ahí no se dijeron nada más.

A veces las palabras no servían de nada cuando quería trasmitirle algo a alguien. Las miradas hablaban por sí solas, sobre todo la de ellos 2, quienes de vez en cuando se observaban menos tímidos que otras veces.

Parecía que el arrepentimiento de Uriel había quedado de lado, aunque Erin todavía no se fiaba tras las cosas que él le había dicho.

—A veces, me gustaría poder ser más abierto contigo... —murmuró mientras el profesor explicaba algunas fórmulas matemáticas.

La joven observó a ese muchacho y sonrió con delicadeza.

Colocó su mano cerca de la de él, rozando suavemente el borde de su dorso con el suyo y Uriel la observó, sin retirar esa mano y olvidándose por completo de todo.

Déjame amarte [+18] ✔️ (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora