"Solo había una persona que me importase en esa vida y no había día que no la cuidase"Uriel
La noche había sido muy larga para Uriel, cual hacía solo unos minutos lo habían despedido de su último trabajo por culpa de un cliente, que simplemente quería fastidiar a ese joven de 18 años. Y ahora, él no tenía nada para poder cuidar de su madre.
Estaba solo.
Caminaba por las oscuras calles de aquel pueblo, con la camisa remangada y aun con el chaleco rojo que se tenía que poner para trabajar de camarero. Ahora tendría que buscar un trabajo desesperadamente para conseguir sobrevivir el día a día.
Observaba las calles y solo miraba hacia un punto fijo para poder pensar con más claridad de que poder decirle a su madre cuando llegase. Pero las facturas que se amontonaban en la mesa de la cocina y que debían pagarse pronto, no se quedaban desapercibidas en la mente de una persona con demasiado peso en sus hombros.
Uriel era un hombre alto, fuerte y bastante atractivo, pero dentro era una persona muy reservada que, incluso, era sensible y que la vida lo había hecho más fuerte.
Mientras se sorbía la nariz de pensar en todos los problemas que estaban por venirle, su viejo móvil de los plegables sonó. Lo sacó de su bolsillo y observó un número que nunca le gustaba ver.
Y sus alarmas se encendieron.
—¿Diga? —contestó con una voz algo quebrada por todo.
La voz de fondo se podía escuchar algo alterada, pero la había escuchado tantas veces que ya sabía de quien se trataba y los miedos de Uriel se hicieron evidentes. Tanto que tuvo que parar de caminar en medio de la calle para poder escuchar esa mala noticia que se avecinaba.
—Uriel, soy Phillip —contestó el hombre y Uriel sabía que, si llamaba, no era para nada bueno—. Debes venir al hospital. Tu madre está aquí.
—¿Qué? —fue lo único que dijo y, nada más colgar, fue corriendo hacia el hospital que estaba a dos manzanas.
Era rápido, el deporte le había ayudado a relajarse, a poder conseguir sacar la rabia que llevaba dentro y a todas las cosas que no podía dejar de pensar. Salió corriendo hacia allí ignorando lo demás y atravesó en pocos minutos lo que le separaba del hospital.
Cuando llegó, lo encontró algo vacío, ya eran más de las 9 de la noche y había algún movimiento. Habló con la recepcionista y luego subió por el ascensor hasta llegar a la cuarta planta. Al pisar dicha planta, volvió a correr algo más moderado, ignorando las exigencias de que no debía hacerlo, cuando de pronto su cuerpo se chocó con el de otro mucho más pequeño y blando.
Uriel no le dio tiempo a mirar a la joven, solo se fijó en que una espesa manta de cabello rubio no le dejaba ver ese rostro y un agradable olor le inundó las fosas nasales.
—Perdona —susurró él con nerviosismo, sin mirarla.
Y la voz de la chica, que tampoco pudo mirarlo, sonó tan bajita, que ni siquiera la escuchó.
Cada uno siguió su camino, él volviendo a caminar rápidamente y la joven rubia de camino hacia los ascensores.
Ambos se notaban decaídos, cada uno por una razón distinta, y a Uriel le daba todo igual, excepto lo que le ocurría a su madre. Ella era lo más importante en la vida de él.
Y entonces vio al doctor con el que había hablado por teléfono, ese doctor que veía varias veces al mes y que ahora tenía el mismo rostro que el de Uriel al tomarle cariño a esa paciente y a ese joven que acompañaba siempre a su madre.
—Mi madre... Dime que está bien —murmuró desesperado mientras que ya su camisa estaba desabrochada por sus tres primeros botones, junto con lo desabrochada que estaba su chaleco.
—Uriel... —Trató de hablar el doctor, pero que el joven en su estado de nervosismo no podía controlar lo apresurado que se encontraba a la hora de hablar.
—Phillip, ¿qué le pasó a mi madre?
El doctor, colocándose el pelo canoso hacia atrás, miró hacia aquel joven y, con suavidad, dijo;
—Ha sufrido otro ataque cerebrovascular. Están dentro haciéndole pruebas —contestó, dejando peor a Uriel.
Se quedó varios segundos callado, hasta que pudo decir;
—Necesito verla...
—Debes quedarte aquí hasta que terminen —dijo él. —Estaba en la calle sola cuando le ocurrió, pero damos gracias a que la persona que la encontró llamó a tiempo —explicó.
El joven, asustado y asombrado de saber que su madre había salido sola de casa cuando tenía un día bastante malo, apretó la mandíbula y sus lágrimas comenzaron a salir de sus ojos.
—¿Y quién llamó a la ambulancia? —preguntó, deseando saber más, quien pudo ayudar a su madre o algo.
El doctor observó por detrás de él, como si esperase ver a cierta persona, pero ya no la había encontrado.
—Una mujer. La acompañó en todo el trayecto y justo ahora se acaba de marchar —murmuró el doctor.
Uriel dejó de respirar y no pudo evitar recordar a la chica con la que se había chocado hacía tan solo unos minutos.
Y se apresuró en decir;
—¿Cómo era? Necesito darle las gracias.
El doctor respondió;
—Una joven rubia, con un vestido blanco.
Él se giró, le dijo que volvía enseguida y salió corriendo, simplemente para poder darle las gracias, un simple agradecimiento que para él era una vida entera porque, si no hubiera sido por esa chica, ahora su madre no estaría ahí para contarlo.
Corrió por el pasillo, ignorando la nueva advertencia de una enfermera de que no hiciera eso. Se subió al ascensor y esperó a que este bajara y, para cuando llegó al destino, ya con el corazón a punto de reventarle, la encontró.
Estaba de espalda y solo podía alcanzar a verle la cascada de pelo dorado que caía por su espalda. Llevaba un vestido blanco, como si hubiese salido de alguna fiesta o de alguna cita. La vio simplemente de espaldas y no alcanzó a verle el rostro, pero se quedó callado al ver que ella hacía un movimiento con el brazo y se acercaba a su rostro, como si se estuviese limpiando alguna lágrima por algo desconocido.
No lo supo, pero intentó llegar hacia ella antes de que saliera por la puerta, pero dos enfermeros moviendo una camilla con un paciente, se lo impidieron. Entonces, para cuando pudo salir de ese pasillo y alcanzó la puerta, la chica ya no estaba.
Y no pudo agradecerle por haberle salvado la vida a su madre, porque sin ella, nadie hubiera ayudado a aquella mujer en la calle y hubiese muerto sola en el frío de la noche.
La chica del vestido blanco, desapareció sin dejar rastro.
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Déjame amarte [+18] ✔️ (COMPLETA)
Romance🏆Historia finalista de los premios Wattys 2021🏆 Uriel, un hombre reservado y con problemas tanto familiares como económicos, empieza su primer año de carrera universitaria a pesar de esa complicada situación en la que vive. Se encerrará en su mund...