v e i n t i u n o | f i n a l e s

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"¿Por qué me comporté como un idiota?"

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"¿Por qué me comporté como un idiota?"

Uriel

Tres días pasaron.

Tres días en los que Uriel no contactó con Erin, ni siquiera fue a hablar con ella.

Esos tres días que estuvo encerrado en su cuarto, no paraba de darle vueltas y vueltas a todo. Y a encajar todas las fichas que había estado presenciando con Erin, con aquel periodista siguiéndolos con cámara en mano. Todo fue encajándolo, sobre todo las pesadillas nocturnas que Erin sufría.

Y aun así no sabía ni como mirarla.

Empezó a saber que eso no eran mentiras, lo empezó a saber, pero otro miedo se cruzó en su camino. Él no podía estar con una princesa, ella tendría obligaciones importantes y él no era nadie en esa vida. Solo le arrastraban las deudas y los gastos médicos de su madre. Un chico como él, con tantos problemas, no merecía estar cerca de una chica como ella.

O al menos eso creía él y en esa nube de negatividad, no paró de dejar de pensar en que no podía estar con ella.

"Porque te amo", recordó aquellas palabras que le dijo ella.

Si se lo hubiese dicho antes, él le hubiese respondido con una sonrisa de lado a lado y diciéndole que la amaba. Pero no fue así, por la sencilla razón de que no paraba de pensar en que no la merecía.

Y las ganas de decirle que la amaba seguían ahí como el primer día que se percató de que estaba enamorado hasta los huesos de esa chica.

Su vida también debía ser cerca de su madre y no podía dejarla sola, no iba a hacerlo, pero amaba a Erin con toda su alma. Y sabía que ese no era el momento, quizás no sabía que sería de su vida en un futuro, pero ¿al lado de esa chica? No podía ser, para desgracia de él.

Eran las 5 de la madrugada y estaba frente a la ventana de su cuarto, pensando y pensando en ella. En todo lo que le había contado y, por más que intentara buscar una solución, solo veía negatividad en la relación con Erin si seguían adelante. Él no servía para ser príncipe y esa simple idea le hacía gracia porque Erin se casaría con un príncipe verdadero y él sería un don nadie en el pasado de ella.

Y, aunque ella se confesara y le dijera que lo amaba, sabía que, en un futuro, para Erin, él solo sería un polvo de un rato cuando Uriel jamás lo sintió así. Sabía que había hecho el amor con esa chica y no se arrepentiría de ello jamás.

Pero el solo hecho de pensar que no estaban destinados para estar juntos, lo entristecía.

Se alejó de la ventana y se dirigió hacia el escritorio, donde un viejo ordenador descansaba y seguía dando su labor a Uriel. Lo encendió y, después de más de 10 minutos esperando a que arrancara, buscó en internet el nombre de esa chica, por la cual estaba enamorado.

Erin Kissinger Fisher.

Y los resultados fueron una Wikipedia, varias fotos de ella siendo mucho más joven y muchas noticias de hace no más de 3 años. No había ninguna foto nueva, de cómo estaba ella ahora, de lo preciosa que era actualmente que era mayor de edad y ahí empezó a creer de verdad en todo lo que le estaba contando y se agarró la cabeza, arrepintiéndose de tratarla como una mentiros.

Observó lo que ponía, que era una de las sucesoras al trono en aquel extraño lugar que ella le dijo y empezó a creer en sus palabras. Todo fue cierto, todo lo que encontró. Hasta que encontró todas las noticias de su secuestro por aquella mafia.

Uriel lo leyó, cada uno de esos artículos y cada una de esas "últimas horas", como si viviera ese momento hace tiempo. Leyó cada palabra y se tapó el rostro en cuanto vio la imagen de cuando la policía la encontró, de aquella mierda de cuarto en la que estaba encerrada. Ni siquiera había ni una ventana y estaba mugriento, con una cama rota y un retrete oxidado.

No pudo imaginarse lo que tuvo que vivir. No pudo hacerlo porque aquello que vivió fue horrible y ahora entendía las secuelas que se le había quedado, aquellas pesadillas, aquellos miedos a espacios cerrados, aquel miedo a la oscuridad. Lo vivió con ella aquella noche en la habitación de motel que compartieron juntos. Ni siquiera ahí le quiso preguntar por qué esos miedos, porque sabía lo que era tener una mala experiencia y que te costase contarlo.

Y como él lo sabía, le dio todo el tiempo del mundo a ella a decírselo cuando deseara. Y sabía muy bien que si ella, por algún motivo, no quería contárselo, tampoco pasaba nada. La comprendía.

Entonces, cuando bajó más abajo en una de las fotos de ese artículo, la vio a ella, la última foto que la fotografiaron los paparazzi saliendo de aquel lugar, con una manta tapándola una sanitaria, toda sucia y con un rostro muerta de miedo.

Se le cayó el alma al verla así, como alguien tuvo que vivir algo tan horrible como un secuestro, pero no cualquier secuestro, sino el de una mafia que no te dejaba ni siquiera ver la luz del día.

Tapó su rostro con sus manos temblorosas y empezó a llorar al recordar las cosas malas que le dijo, diciéndole esa estupidez de que era una mentirosa, cuando ella no merecía tal cosa. Y ahora entendió por qué no se lo dijo a él antes, ni quien era, ni porque se había marchado de Alemania.

Lo comprendió, porque si lo sabían, esa mafia volvería a atraparla y, por lo que leyó en cada artículo, solo pudieron encerrar algunos. Ella necesitaba estar lejos de ese lugar, en un sitio seguro, fuera de ese país y seguramente de aquella región en la cual reinaría en un futuro. Lo último que necesitaba es que su vida fuera transmitida las 24 horas del día para que esos cabrones la atraparan.

Y recordó el miedo de ella al contárselo. Supo que no quería ser princesa, que solo quería ser una chica con trabajo cualquiera y una vida tranquila. Y esa vida no le daría tranquilidad jamás.

Uriel se echó el pelo hacia atrás y miró la hora. Habían pasado 3 horas desde que empezó a buscar información de ella en internet y ya eran las 8 de la mañana. Por lo que, secándose las lágrimas, fue a llamar a su madre para que así ella pudiera tomarse los medicamentos.

Llegó a la habitación de ella, pero le extrañó verla dormida todavía. Normalmente, aunque él siempre fuera a su cuarto, ya ella estaba despierta, esperando a que la ayudara a levantarse. Pero ese día no fue así.

El joven se sentó y tocó el hombro de su madre, llamándola cariñosamente, pero la mujer no respondía.

Creyó que estaba en un sueño profundo, por lo que siguió y siguió llamándola y, en un momento que tocó la mano de ella, fría y sin pulso, fue cuando su mundo cayó por completo.


Creyó que estaba en un sueño profundo, por lo que siguió y siguió llamándola y, en un momento que tocó la mano de ella, fría y sin pulso, fue cuando su mundo cayó por completo

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Déjame amarte [+18] ✔️ (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora