ocho

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Josephine

El día no paso más rápido de lo que esperaba. Después de haber abierto los miles de regalos que la abuela me había comprado—Totalmente innecesarios. Es decir ¿para qué querría yo zapatillas fosforescentes y abrigos de piel viviendo en California? —, me reuní junto con la tía Helena, el pequeño Charlie y los vecinos—los señores Armstrong y su hijo mayor Trevor— en el comedor.

Se había preparado un gran bufet, que termino más bien en desastre. El pequeño Charlie hizo un pequeño berrinche y le ocasiono una crisis nerviosa a la abuela. Bien.

Al final de la noche, todos se habían marchado ya, excepto mamá y Trevor, que se quedó haciéndome compañía en el patio trasero.

Lo conocía prácticamente desde que cumplí los trece años, que fue la edad en la que mi abuela compro esta casa y se hizo amiga de los señores Armstrong. Trevor tenía un par de años más que yo y era muy bien parecido—cabello rubio, de complexión musculosa y unos hermosos ojos azules que enloquecían a cualquier chica a veinte kilómetros a la redonda—. Desde el primer día en el que lo vi, caí rendidamente a sus pies. Aunque últimamente, estaba empezando a dudar si mi enamoramiento por él estaba formando parte del presente.

—Así que, —Dijo él, intentando romper el incómodo silencio que se había formado entre nosotros dos. Estábamos sentados al pie de la piscina, con el agua llegando hasta nuestras rodillas— ¿Qué ha sido de ti? Tenía casi un año sin verte.

—Lo mismo digo —Le dije, riendo un poco. Él también lo hizo—. Ya sabes, no hay muchas novedades en mi vida. Muero por entrar a la universidad y convertirme en una persona de éxito. Lo normal.

—Te entiendo. Las cosas son muy diferentes en la universidad —Dijo mientras miraba hacía la luna llena y después fruncía el ceño. Suspiro y me miro—. ¿No te gustaría entrar a Yale conmigo? Mira, sé que no nos conocemos muy bien, pero tú siempre me has llamado la atención y...

—Wow. Espera, ¿qué? —«¡¿Qué?!»

—Vamos Josephine—Tomo mis manos suavemente y se acercó un poco más a mí—. No me digas que nunca lo has notado. Siempre has sido tan diferente a las demás. A ti te gustaría ser alguien en la vida. No como todas, a las que solo les gustaría desperdiciar su fortuna en maquillaje y cosas estúpidas sin sentido alguno. Tú eres especial para mí. Me gustaría que fueras mía...

Y entonces él me beso. Trevor realmente me beso.

Toda mi adolescencia la había pasado soñando con ese maldito beso. Siempre imagine que sería como ver estrellas fugaces o fuegos artificiales. O algo incluso más grande.

Pero simplemente no hubo nada.

Hasta que me di cuenta que realmente no lo veía a él, sino a Hero.

Entonces, mi corazón reacciono y comenzó a latir desenfrenadamente. Sentí una onda de calor recorrerme el cuerpo y mis ojos se cerraron lentamente. Disfrute el beso, fundiéndome con él, con sus labios...

Hero era mío. Mío.

—Josephine—Tomo mi cabeza entre sus manos y me dio un pequeño beso en la nariz. Me estremecí—. Te quiero...

—También te quiero, He...

Hero. Él no era Hero.

Ese fue el primer día en el que realmente comencé a tener miedo por mis sentimientos hacía el.

Dos días después, me presente temprano en casa de la señora Fiennes con un terrible dolor de cabeza. Me había pasado el fin de semana como zombi, sin despegarme de la cama, salvo para ir al baño y comer. Toda yo era un caos de confusión.

Corazón Ciego | HerophineDonde viven las historias. Descúbrelo ahora