veintinueve

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Josephine

Volví a casa rápidamente, manejando sin ningún inconveniente por la avenida. Las piernas me dolían como nunca, al igual que la columna; Pero ni eso me amargaría el resto del día. Tome el puñado de bolsas llenas de ropa de la cajuela y las cargue, llevándolas hacia dentro de la casa. Termine y después de haber cerrado el carro y la casa por dentro, casi comienzo a saltar y a gritar de la emoción. Pero no. Decidí que lo primero era darme una buena ducha y después sabría lo que haría.

El proceso fue el mismo de siempre; Ya saben, desnudarse, mojarse, enjabonarse, bla, bla, bla. Tenía suerte de que mis padres no estuvieran en casa, así que aproveché el momento y aún en envuelta en una toalla me fui y me acosté en el sillón de la sala principal. Ni siquiera me había dado cuenta de que me había quedado dormida hasta que abrí los ojos, mirando por inercia el reloj de manecillas colgado en la pared. Lo observe por unos segundos, hasta que me di cuenta que tenía cosas por hacer y me levante de golpe, corriendo hacia mi cuarto.
Eran las pasadas de las dos y media, y si no me daba prisa, llegaría tarde a mi cita con Mia. Realmente la extrañaba tanto, que dolía; Nunca dejaba de echarla de menos, pero, de todas formas. Después de todo lo que había vivido lejos de ella, lo menos que me merecía era un abrazo de su parte. Elegí unos vaqueros simples con botines rojos y una camiseta que decía "Working Class Hero" en letras blancas. También tome una chaqueta roja que había encontrado debajo de la cama y me puse un gorrito de lana, para que nadie pudiera notar la bola de cabello enmarañado que traía en la cabeza. Saque dinero de unos viejos vaqueros, tome las llaves y de nuevo salí de casa, pensando en el poco tiempo que pasaba ahí y que debía de aprovechar más.

Me subí a mi automóvil y en el trayecto comencé a oír las noticias. Nada interesante, por supuesto. Mia me había dejado un mensaje de voz en el teléfono de casa, que decía en donde nos podíamos encontrar. Una plaza no muy lejos de nuestras casas, en el mismo West Hollywood. Por lo general, en estos días de verano, los adolescentes y jóvenes adultos se apoderaban del lugar, por la gran cantidad de atracciones que había dentro del lugar. Sin embargo, me sorprendía que mi amiga, a como era ella y sus ideas estrafalarias, no eligiera encontrarse conmigo en otro lugar que no fuera el centro de la plaza, donde había una pequeña fuente colorida y bancas de madera. Uh, algo tenía que estar pasando.

Después de haber encontrado estacionamiento para mi auto y de haber eludido al puñado de adolescentes precoces (desde el día de hoy me consideraba a mí misma como toda una mujer por los eventos, Mmm, ya explicados. Léase aquí: perder mi virginidad y pasar a ser una Josephine nueva, más experimentada y de última edición... Bien eso no- ¿En qué me quede? Ah sí; Encontré a Mia sentada en una de las bancas, con las piernas cruzadas y una mochilita negra que tapaba su regazo. Se había teñido su cabello rojo a unos tres tonos más claro, al igual que se había perforado una vez más las orejas con expansiones. Vestía medias de encaje y un camisón floreado que le tapaba los muslos. Combina eso con botas militares y gafas de pasta negra y obtienes el estilo de hípster que a nadie más le podría sentar como anillo al dedo. Me vio y se levantó, saludándome enérgicamente con la mano.

— ¡Hey, Josephine! ¡Por aquí! —Grito ella entre la gente, haciendo señas con la mano para que me acercara. La saludé y corrí hacía ella—.

—Bonita ropa —Le dije mientras me colocaba a su lado y le plantaba un gran abrazo de oso, que ella me devolvió. Se apartó de mí y me sonrió, mirándome de arriba a abajo—. Me gusta lo que hiciste con tus orejas.

— ¿Enserio? Gracias. A mamá casi le da un paro cardiaco cuando se las enseñe, pero papá fue más relajado y le dijo que se calmara. Tengo buena suerte por contar con él, si no, probablemente mi madre me hubiera obligado a que me hiciera cirugía —Fingió temblar y le di un codazo en las costillas. Ella levanto las manos en son de paz al ver mi expresión y después, volvió a hablar—. También luces grandiosa —Le agradecí y ella añadió—, ¿Buscamos algo que comer? Tenemos como mil cosas de que hablar. Necesito ponerme al margen.

Corazón Ciego | HerophineDonde viven las historias. Descúbrelo ahora