veinte

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Josephine

A las ocho en punto, solo yo me había presentado a la cena con Mia. Hero se había puesto nervioso y terco, y a pesar de todos mis esfuerzos, no logré que el accediera a asistir. De todas maneras, no es como si yo estuviera preparada para una presentación. Tenía mucho miedo de lo que Mia y su imprudencia pudieran hacer.

Toque la puerta una, dos veces y después alguien abrió. Mi amiga llevaba puesto un vestido negro de holanes y encaje blanco que llegaba a la altura de las pantorrillas. Me sentí fuera de lugar con mis vaqueros holgados y mi trenza floja.

—Hola —Me acerqué a ella para saludarla. Me abrazo y después asomo su cabeza por fuera de la puerta—.

— ¿Y tu novio? —Me pregunto, mientras me invitaba a entrar. La pequeña mesa del comedor estaba cubierta por un mantel blanco, una vajilla de porcelana rosada y una enorme caja de pizza hawaiana en el centro. Sonreí—.

—Hero no es mi novio...

— ¡Ja! ¿Lo ves? Yo ni siquiera dije su nombre. Tu sola te has puesto al descubierto.

—Cállate —Me lance en uno de los mullidos sillones de su sala. Ella se sentó a mi lado, encendiendo el televisor y colocando sus pies descalzos sobre la mesa—. ¿Y acaso tú no tienes acompañante? —Le pregunte, recordando a Gaspard y al otro chico. Me estremecí, asqueada por el recuerdo—.

—Supongo. Le hable a Trevor cinco minutos después de que te marchaste, pero él dijo que...

—Wow. Aguarda un momento. ¿Qué? —Dije mientras me levantaba bruscamente del sillón y la fulminaba con la mirada. Ella solo levanto los hombros—. ¿Por qué le hablaste a Trevor?

— ¿Qué tiene de malo? —Se levantó también y camino lentamente hacia la mesa. Corto un trozo de pizza con sus dedos y se llevó la rebanada a la boca—.

La mire como si no pudiera creer lo que ella estaba diciendo—. ¿Estás loca? ¿Te das cuenta de los problemas que me pudiste haber ocasionado si Hero o Trevor estuvieran aquí?

—Relájate, Josephine. No es como si alguno de los dos hubiera venido...

—Enserio, tú estás demente —Le dije mientras caminaba hacia la puerta, enojada y exasperada. Solo quería llegar a casa de Hero y encerrarme en su baño toda la noche. Bien, prefería quedarme en su colchón toda la noche—.

Mia me siguió, sin soltar su trozo de pizza con piña y sonriendo estúpidamente—. No te vallas. Recuerda lo que te dije el otro día. Todo será mejor si los enfrentas de una buena vez.

— ¡Es que tu no entiendes! Yo no necesito encarar ni enfrentar a nadie, ¿vale? Y, de todas formas, ¡no es asunto tuyo!

— ¿Qué no es asunto mío? —Ella puso sus manos sobre su cadera, frunciendo el ceño y aventando la pizza en el suelo—. ¡Soy tu mejor amiga! Todo lo que hago por ti, es por tu bien. Deberías de saber eso.

Suspire y la mire—. Si, ya lo sé. Es solo que las cosas que hacen te salen contraproducentes —Mordí mi labio inferior y me acerqué a ella—. Perdón, yo... Uh, estoy algo alterada. Ha habido demasiados cambios en mi vida, ya sabes. Todo es muy rápido. Lo siento.

—Este bien, este bien. No te preocupes. Pero creo que tendré que comerme toda la pizza yo sola.

—No te quedará la ropa que compramos —Ella rio. Levante un brazo para tocar su hombro y darle un abrazo, pero simplemente deje correr mi brazo de largo y lo pase por mi cabello al ver que ella se alejaba hacia el interior de la casa—. Te quiero. Oye, antes de irme, no tengo idea de cuando te volveré a ver. Ya sabes, por el pequeño viaje que haré con Hero y su madre. Me voy en dos días. Háblame si quieres ver una película. Adiós.

Ella asintió y se despidió de mí, alzando una mano en el aire. Le sonreí a medida que me subía en mi coche y lo ponía en marcha. Arranque sin mirar atrás y me arrepentí por no haberme quedado con ella.

Tenía un leve presentimiento de que esta sería la última vez que la vería de la misma manera.

Los siguientes tres días fueron insoportables.

Mamá no había parado de llamar a casa de Martha. Cada hora, cada minuto, cada segundo.

Tanto así que tuvieron que desconectar todos los teléfonos de la mansión.

Mia, como era de esperarse, no me dejo ni siquiera un mensaje. Ni un recado, ni una nota. Valla, ni siquiera una llamada. O tal vez eso fue por lo de los teléfonos desconectados, pero no creo.
Hero había decidido mantener nuestra relación bajo secreto. Nadie podía enterarse, ya que, según él, podrían despedirme en cualquier momento. Eso me dejaba bien claro que Martha nunca me aceptaría como novia de su hijo.

Y yo aún no sabía por qué.

Pero oh, el último día, el horrible y espantoso último día fue cuando me di cuenta de porque era tan extraña conmigo y también de porque se ponía nerviosa al pensar de una posible relación con su hijo.

Porque Hero tenía una novia.

Y no, no hablaba de mí. Hablaba de una súper modelo, con cuerpo escultural, piernas kilométricas y un cabello muchísimo más suave que la seda. Y para qué hablar de su cara, su perfecta cara de porcelana que parecía sacada de un diseño de Photoshop. Y no estaba exagerando eh. Incluso, podía estar segurísima de que la había visto en alguna portada de revista. Y para rematar, era británica.

La odié desde el primer momento en el que la vi.

El día en el que partiríamos a una cabaña a las orillas del lago Noruega, en la hermosa Maine, yo me encontraba preparada de pies a cabeza. Mi cabello estaba bien amarrado en una coleta y el poco maquillaje que usaba se veía natural. En cuestión de la ropa, bueno, ese era otro tema. Íbamos a descansar, así que lo de menor importancia era como iba vestida. Incluso Martha se veía normal.

Pero entonces ella hablo y mi día de perros comenzó.

—Querida, ¿Ya estás lista? —Ella dijo mientras acomodaba sus maletas en la sala de estar y reacomodaba su cabello. Yo solo asentí, sonriendo por la idea de pasarla con Hero, alejados de todo. Y pues bueno, con su madre—. Perfecto, porque necesito que me hagas un favor muy, muy pequeño.

La mire, confundida. Sin embargo, no me pondría a hacer rabietas ni alegar. Ese era mi trabaj

—. Uhm, ¿qué quiere que haga?
Ella sonrió energéticamente, algo que nunca había visto y después miro hacia arriba, hacia las escaleras—. No quiero que Hero se entere aún pero, —ella se acercó más a mí, susurrando entre aquellos labios perfectamente maquillados—, necesito que recojas a su novia del aeropuerto. Es una sorpresa. ¿Puedes?

Se alejo y yo me quede ahí, en la misma posición, inmóvil y sin parpadear. ¿Acaso había oído bien? ¿Su novia? ¿De qué se trataba todo esto? ¡Yo era su única novia!
Martha me miro, impaciente sin que su sonrisa se hubiera borrado del todo—. ¿Y bien? ¿Qué dices?

Asentí, bajando la mirada y abriendo bien los ojos. Ni siquiera quería hacerlo, pero mi cabeza no funcionaba del todo bien. Lo único que pensaba era el que mataría a Hero por esto.

Lo juro.

Corazón Ciego | HerophineDonde viven las historias. Descúbrelo ahora