veintiséis

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Josephine

Sonreí tontamente al ver pasar a Hero, acompañado por una enfermera de edad, que lo guio hacía el borde izquierdo de la camilla. Logro que se acomodara bien y después salió del cuarto, sonriendo levemente y cerrando la puerta tras de sí.

Hero tenía un aspecto algo descuidado; El cabello desarreglado, ojeras y un finísimo rastro de barba en su barbilla, que le daba un aspecto más maduro y mucho más sexy. Me saque la sabana de encima y me arrastre hacia su lado, tomándolo por sorpresa y dándole un abrazo. El me correspondió, colocando sus brazos alrededor de mi cintura y enterrando su rostro en el hueco derecho de mi cuello. Pase mis manos por su cabello y suspire.

—No sabes cuánto me alegra que estés bien —Susurro Hero, apretándome más. Levanto su rostro a la altura del mío y me sentí atrapada en el vórtice de lo que eran sus ojos claros—. Pensé que podría perderte.

—Fue exactamente lo que pensé yo. Estaba tan asustada... Y al final lo arruine todo. Ni siquiera sirvo para eso —Admití, frunciendo la boca—. Lo siento mucho...

—No tienes por qué pedir perdón. No hiciste nada mal, ¿vale? Así que deja de culparte por todo —Beso mi nariz, provocándome un cosquilleo en el estómago—. Lo bueno es que los dos estamos bien y podemos fingir como si nada hubiera pasado, ¿Quieres?

Comenzó a besar mis mejillas, para después pasarse a mi costado y morder el lóbulo de mi oreja. Me estremecí y me aferré a su espalda—. ¿Qué sucede con Lila? —Susurre con la voz quebrada—.

—Tuvo que interferir mi madre. Le he explicado todo y en cuando termine, despacho a Lila. No hay nada más de que hablar sobre ese tema, ¿Bien?

—Ajá...

No pude terminar bien la frase, ya que Hero aprovecho para tomar el control de mis labios, dándome un beso de muerte. Parecía que habían pasado siglos desde la última vez que lo hacíamos. Mordió mi labio inferior y aproveche el pequeño lapso de separación para tomar aire y enseguida deslice la punta de mi lengua a través de su labio. Volvimos a unirnos, y esta vez, nos fuimos corriendo sobre la cama, hasta el punto de lograr que el estuviera encima de mí, aplastándome con su peso. Deslizo sus manos hacia mis piernas flexionadas, recorriendo mis muslos y levantando mi camisón. Me erguí y desesperada por la lentitud, me lo quité yo misma. Hero comenzó a descender, dándome besos en la clavícula, mientras volvía a deslizar sus manos por mi estómago, mi vientre... Lo oí gemir y me separe de él.

—No podemos, no aquí —Mi voz sonaba aún más quebrada y me lamente por aquello. Hero gruño y se separó lentamente de mí, volviendo a sentarse en su lugar original. Tomé mi camisón y como pude me lo volví a colocar—.

—Nunca podemos, Josephine. Ni aquí ni en ningún lado...

—Tienes que entenderlo. Las situaciones en las que se nos da... querer hacerlo no siempre son las mejores. Lo sabes muy bien.

—Ya lo sé, pero, ¡Hey! ¡Soy un chico! Y tengo necesidades. Me tienes sexualmente frustrado y, ¿Qué crees? No es divertido.

Sentí mi cara hervir y me acerqué a él, tomando su mano—. Lo siento. Tienes que entenderlo. Estamos en un hospital. ¿Qué crees que pensaría si mi madre entrara y nos viera haciéndolo? Probablemente nada bonito. Así que guarda tus ansias para luego. Prometo recompensarte todo el tiempo perdido.

—Haces que suene como si estuviera desesperado—Admitió él, entornando una sonrisa. Me reí y arreglé su cabello y sus ropas arrugadas—. Te quiero mucho.

—También yo —Le di un abrazo que fue interrumpido por alguien abriendo la puerta. Me separé de Hero y agradecí mi abstinencia. Un doctor nos miraba feliz y casi salto de la emoción cuando me dijo que ya podía tomar mis cosas y volver a casa. Finalmente, a casa.

El viaje a casa fue más tedioso de lo que había sido la primera vez. Creía que tenía algo que ver con el hecho de que esta vez iba al lado de mis padres... Primero viajamos hacía Portland y de ahí tomamos un avión hacía California, que duró varias horas, y que, en mi punto de vista, parecieron años. Al bajar del avión, mi resaca había aumentado y lo único que quería era llegar a mi dormitorio y dormir todo el día. Incluso Hero podía esperar. Y claro que lo haría, ya que él se había quedado junto con el resto de su familia en Norway, arreglando algunos asuntos de quien sabe qué.

Mamá llamo a un taxi, subimos a él y yo instantáneamente caí dormida, abriendo los ojos una vez que habíamos llegado a nuestra casa en West Hollywood.

Nos bajamos del coche, y mientras mamá pagaba la cuenta y papá abría la puerta de la casa, yo simplemente me quede ahí fuera, observando el cambio drástico que había ocurrido desde la última vez que estuve aquí.

Alguien había mandado a poner cristales nuevos, también podaron el pasto e incluso le dieron una pasada de pintura por la pared que daba hacia la calle. Sentí una mano posarse sobre mi cintura y me gire para observar a mamá.

—Bienvenida a casa, de nuevo.

Me tomo de la mano y me guio hacia el interior de la casa. Me gusto la vista que tenía. Todo estaba en perfecto estado, como al inicio del verano. Me dio melancolía y por un segundo de verdad quise abrazar a mi madre por el esmero de reconstruir todo de nuevo.

La deje sola, junto con mi padre para que ellos dos pudieran instalarse y también pudieran descansar, porque tenía la certeza de que ellos estaban más cansados que yo. Subí las escaleras y después entre a mi habitación, a la cual tenía tanto tiempo sin ver.

Me reí y tiré la única valija que tenía al suelo, corrí hacía la cama, aventándome contra ella y cerré los ojos, quedándome dormida.

No tenía idea de cuánto tiempo me había quedado dormida. Solo sabía que estaba muy oscuro y alguien me había despertado llamando por teléfono.

Revise la hora; Diez y media de la noche, ¿Quién podría ser? Conteste y salude.

— ¿Bueno? ¿Quién habla? —Pregunte con voz adormilada—.

—¿Josephine? ¿Eres tú? —Una familiar voz femenina pregunto a través de la línea. Rápidamente la identifique. Mia—. Oh, yo sé que eres tú. ¡Querida! ¿Cómo has estado? Me he enterado de lo que te paso haya en Maine. Quería ir con tus padres a visitarte allá, al hospital, pero mis padres no me dejaron... ¡Me tenías muy preocupada!

Me rasque la cabeza y baje la mano hacia mi estómago. Tenía demasiada hambre—. No te preocupes. Me siento mejor. Solamente tuve una pérdida de la conciencia por varios días... Como un desmayo prolongado. No tendrá repercusiones en el futuro así que, supongo que no fue nada grave.

—Por supuesto que fue algo grave. Pusiste tu vida en juego. ¡Oh! Te juro que muero por verte. Te compre un pequeño obsequio y uh... sé que es algo tarde, pero, tal vez podríamos salir hoy y...

—Créeme, también yo muero por verte, pero sinceramente me siento cansadísima. Tal vez mañana... ¿Qué dices?

—Por supuesto. ¿A las tres en Panera?

—Claro que sí. Nos vemos allá. Te quiero, adiós —Mia colgó.

Me quede acostada un rato más, hasta que los gruñidos de mi estómago se hicieron cada vez más fuertes. Me levante y me saque la ropa arrugada, solo para después envolverme en una sábana. Abrí la puerta y bajé las escaleras de dos en dos.
Extrañamente, las luces estaban ya apagadas y no había ni un solo ruido en el aire. Decía esto porque, generalmente, papá y mamá se iban a dormir más tarde, y no tan temprano. Decidí no prestar atención y camine hacia la cocina.
Abrí el refrigerador y tome un jugo y un par de galletas. Cerré la puertita y me giré, aventando las cosas al suelo.

Porque alguien estaba parado en el marco de la puerta.

Y me estaba mirando, justo a mí.


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Corazón Ciego | HerophineDonde viven las historias. Descúbrelo ahora