quince

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Josephine

En ese rato le conté a Mia todo lo ocurrido en los días anteriores. Aparte de las ganas de llorar mientras se me quebraba la voz, también sentía la necesidad de reír, por las caras que ponía mi amiga al relatarle mis anécdotas y por la ironía de todo aquello; Si alguien me hubiera contado, hace dos semanas, que me iban a suceder todas estas cosas a mí, nunca le hubiera creído. Lo que me demostraba que las improbabilidades de algo no existían.

Una vez terminado todo aquello, las dos nos quedamos en silencio un par de segundos. Finalmente ella hablo.

— ¿Y tú crees que las cosas entre tus padres se vallan a solucionar? —Pregunto ella temerosa. Sabía que con cualquier comentario podía meter la pata, ventajas de mi inestabilidad sentimental—.

—Realmente no lo creo. Sé que vendrán divorciándose un día de estos, cuando papá finalmente aparezca.

— ¿No tienes la menor idea de dónde pueda encontrarse?

—No. No sé qué pensar Mia, todo esto es tan... extraño y difícil. Mi padre nos escondió demasiados secretos durante tanto tiempo que ya no sé ni en que pensar —Le conteste, mientras apoyaba mi espalda sobre la cama y dejaba mi cabeza colgando en el aire. Mia me siguió—.

— ¿Y qué hay con Hero? ¿Crees que su madre te vaya a echar la mano? No me da mucha confianza.

—Martha es una buena persona. Simplemente es una madre que se preocupa por su hijo y que desearía lo mejor para él. Eso no me incluye a mí, por supuesto —Suspire—. Solo quisiera una oportunidad para hablar con él. Aunque no creo que eso sea posible.

—En el viaje ese tendrás todo el tiempo del mundo para hablar con él. Si yo fuera tú, iría a comprar muchísima ropa para elevar mi autoestima —Dijo ella sonriente. Le dirigí una simpática mirada de cabeza y me incorporé, apoyando mi peso sobre los codos—.

—Tú comprarías ropa, aunque estuvieras totalmente cuerda. Eso es lo que te hace ser tú. Tiene sentido, ¿no? —Bromee mientras ella se reía y se levantaba dando brincos sobre el piso. Me gire sin levantarme y la mire al mismo tiempo que ella comenzaba a lanzar ropa de su guarda ropa por toda la habitación—.

—Ignorare tus comentarios, ¿vale? —Le avente una almohada, fallando horriblemente—. Y no bromeo, deberíamos de comprar un poco de ropa, ir a ver algunas películas, incluso conseguirte algún chico por ahí. Te garantizo que tu autoestima se elevara un cien por ciento.

—No tengo dinero —Admití, rascando mi pierna. No tenía nada de ganas de salir el día de hoy. Mia me miro maliciosamente y abrió la boca para decir algo. La interrumpí—. Ni lo sueñes. No tomaré ningún centavo del dinero para Princeton. Si me lo preguntas, si, lo tengo junto a mí en estos momentos, pero solo para emergencias. Ni un solo centavo, ¿lo oyes?

—Esta es una emergencia —Dijo agitando un mini vestido morado en el aire—. Así que deberías irte dando una buena ducha, porque lo que resta del día, nos iremos de compras.

Dude un poco. No quería irme a la quiebra por un simple capricho. De seguro vendría siendo corrida un día de estos, gracias a que mi amistad con Hero se había terminado momentáneamente.

Sin embargo, necesitaba hacerlo. Si bien dicen que un par de zapatillas nuevas te cambian el día, probablemente tres te mejorarían la semana. Y mi semana había sido demasiado tortuosa.
Me pregunte si valdría la pena.
Y sin duda tendría que averiguarlo.

Tres horas más tardes, y cargadas con cincuenta bolsas cada una, caímos rendidas sobre un sillón de la sala de Mia, riendo como dementes mientras nos despojábamos de nuestros zapatos y los aventábamos a través del salón. Mia me abrazo y me empujo hacía un lado.

—Y, ¿te sientes mejor? —Pregunto ella, dándole un sorbo a su café frio mientras flexionaba las rodillas a la altura del pecho—.

—No realmente. ¿Debería sentirme bien por haber gastado todos mis ahorros para la universidad? ¿Es enserio?

—Todavía no acaba el verano, ¿vale? Además, te queda el siguiente verano para ahorrar.

—Pero yo quería el siguiente verano para descansar antes de mudarme lejos de California. Ya sabes, también soy humana y necesito hacer cosas de humanos —Le dije riéndome un poco. Ella río conmigo—.

—Se nota —Dijo apuntando hacía mis bolsas—. ¿Qué harás con tanta ropa? Creo que nos excedimos un poquitín. Digo, no tengo la menor idea de por qué compraste todas esas carteras. No es como si te quedara algo de dinero, ya sabes.

—Me lo dice la chica que compro como veinte pares de zapatos iguales

— ¡Cállate! ¡No es cierto, Josephine! —Dijo ella entre risas, lanzándome un zapato. Le saque la lengua—. Son de diferentes colores, ósea que no son iguales.

—Como sea. Pero sabes, aún no me siento bien.

— ¿Por qué no? —Pregunto ella, dejando a un lado su felicidad y transformándola en preocupación—.

—Bueno, tengo que dejar toda esta ropa en casa, ya que tu closet no es lo suficientemente grande como para tantos objetos y aparte, tendré que presentarme a casa de Hero un tiempo extra, ya que, gracias a ti, tengo que reponer mi dinero perdido.

—Lo que sucede, Josephine, es que tu estas obsesionada con ese chico. Necesitas salir y conocer a más gente, no quedarte atrapada en tu propia burbuja de infelicidad por mil años.
Refunfuñe y le lance una mirada de soslayo. Abrí la boca para protestar, pero ella me interrumpió.

—Oh no. No me vengas con algo que arruine mi felicidad y mi brillante idea. Sabes en qué pienso, ¿verdad?

—Eso creo. Si tiene algo que ver con "chicos", "clubs" y "minifaldas", no quiero tener nada que ver contigo —Le dije incorporándome de una y tomando mi celular con una mano—.

— ¡Por favor! No seas aguafiestas, ¿vale?

—Es suficiente por hoy, enserio Mia, ya estoy vieja para esto.

— ¿Vieja? Ja. Tienes qué, ¿cuarenta años?

—Réstale veinticuatro años, y probablemente estés en lo correcto.

Mia gruño—. ¡Por favor! ¡Es una emergencia!

—Dijiste eso hace un par de horas, y mira en los que me metiste —Dije señalando las bolsas apiladas una encima de otra sobre el suelo. Ella hizo un puchero—.

Cinco minutos después de silencio puro, no me resistí y le hable, totalmente rendida.

— ¿Tal vez podríamos ir de pasada?

Mia chillo fuerte y se lanzó contra mí, aventando sus brazos y apretándome en un abrazo de oso.

Reí, apartándola de mí, y tomo una de sus bolsas al azar.

— ¡No tenemos tiempo!, ¡Se nos hace tarde! —Dijo huyendo hacía su cuarto como una niña en navidad. Busque en un par de bolsas la ropa que probablemente usaría más tarde y tomándolas entre mis brazos, subí, siguiendo a Mia—.

Corazón Ciego | HerophineDonde viven las historias. Descúbrelo ahora