dieciocho

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Josephine

Cerré los ojos por inercia. De repente me arrepentí de haberle dicho aquello.

¿Qué tal si él no estaba preparado para escuchar esas palabras?

Es decir, lo estábamos haciendo justo ahora, pero no recuerdo haber oído nunca que Hero me dijera que le gustaba. O bueno, eso creo.

Que me lo hubiera demostrado era algo totalmente diferente.

Sentí como él bajaba de encima de mí y se acomodaba a mi lado. Mis ojos comenzaron a escocer bajo los parpados. No estaba preparada para otra decepción. Así que abrí los ojos y me abstuve a las consecuencias.

Una sonrisa del tamaño de Júpiter marco el rostro de Hero. Tenía tanto tiempo sin verlo sonreír de esa manera. Desde aquella vez en la feria en la cual decidimos llevar la fiesta en paz. Aquella primera vez en la que él me sonrió tan sinceramente. Incluso, aún puedo recordar lo feliz que me sentía. Solo que, en estos precisos momentos, ni toda la felicidad del mundo puede compararse a lo que siento estando aquí, con él.

Porque él es mío.

Y con mirarlo, me puedo dar cuenta que el siente lo mismo, y que los dos estamos preparados para dar el siguiente paso.

Hero suspiro, aún sin borrar la deslumbrante sonrisa. Tome una almohada de la cabecera y la coloque sobre mis senos. Aunque él no pudiera ver nada, me daba un poco de vergüenza. El recargo su espalda contra la pared y me observo—literalmente—, con sus ojos pálidos.

— ¿Es enserio?

—Uh —Me incorpore sin soltar la almohada y cruce mis piernas—. Yo...

« ¿Acaso había arruinado el momento?».

— ¡Hero! ¡Hijo! ¿Estás en casa?

Lo mire, alarmada. Martha había llegado a casa. Muchísimas gracias.

—Es tu mamá —Le dije susurrando y levantándome de la cama. Tome mi ropa rápidamente y me la enfunde como pude—.

—Ya sé que es mi mamá —Él no se movió ni un centímetro. Nos iban a cachar y a él le iba a importar un bledo—.

— ¡Vístete! —Le avente los vaqueros en la cara. El los tomo entre sus brazos—.

—No.

— ¿Qué?

«Es decir, ¡¿Qué?!».

Abrí los ojos como platos al escuchar las pisadas cada vez más cerca. Ahora Martha se encontraba en el pasillo, rumbo a la dirección de Hero. No quedaba más tiempo. Nos iban a cachar.

Y yo sería la única con problemas.

— ¡Me esconderé debajo de tu cama! Por favor, no se te ocurra mencionar nada, ¿vale? —Le dije en voz baja, mientras me acostaba el suelo y me deslizaba hacia la parte inferior de la base de madera. Metí la mano de golpe en cuanto observé la puerta abriéndose.

—Hola Hero. ¿Cómo estás? —Pregunto ella, sentándose sobre la cama—.

—Bien mamá. Muy bien —Dijo él con un atisbo de humor en sus palabras. Podría estar segura de que lo decía en doble sentido—.

—Y... Uh. ¿Acaso está aquí Josephine?

Yo casi suelto un grito. Me había alcanzado a poner toda la ropa, así que, obviamente no había vislumbrado ninguna de mis prendas regadas por el suelo. Tampoco podría ser el hecho de haber apagado y cerrado todo en el piso inferior. Hero era tan inteligente y desarrollado en su enfermedad, que incluso podía subir y bajar las escaleras sin ninguna dificultad. Eso sí, aferrándose muy bien al barandal. Bueno, si no era eso, ¿entonces qué?

Corazón Ciego | HerophineDonde viven las historias. Descúbrelo ahora