catorce

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Josephine

Martha me llevo enseguida a casa. En el trayecto, mantuvimos una pequeña conversación sobre Hero y su accidente. También me conto sobre sus hermanos y las aspiraciones de estos. Me dijo lo mucho que quería a Hero, y lo mucho que quería que el saliera adelante. Que intentaría hablar con él sobre lo que me escucho decir, y prometía que nada saldría mal. Y yo le creía.

Me dio un poco de vergüenza al llegar a casa y encontrar mi casa en tan mal aspecto. Había un par de ventanas rotas, el césped crecido y varías latas de cerveza tiradas alrededor. Martha se estaciono frente a la casa frunciendo el ceño y apago el carro. Después, me miro.

—Hay algo que Hero me prohibió decirte, sin embargo, creo que tienes derecho a saberlo. —Tomo un breve respiro. Yo la mire con atención—. La próxima semana viajaremos hacía Maine, a una pequeña cabaña a la cual siempre solíamos ir en verano. Me gustaría que nos acompañaras, si eso sería posible, ya que realmente creo que le haces un bien a mi hijo. ¿Considerarías la idea?—Pregunto esperanzada. Yo me quede en blanco—.

—No lo sé. Viendo como están las cosas entre su hijo y yo...

—Te dije que no te preocuparas, yo me encargaré de eso —Dijo Martha con una seguridad, que hasta logre creer que hablaba enserio—. Haré todo lo que esté en mis manos para que mi pequeño sea como lo era antes. Y si eso implica el ayudarte para que vuelvan a ser amigos, no dudes que lo haré.

Vale, ya veo porque tanto empeño.

—Muchísimas gracias Martha. Ojalá que todo pudiera volver a ser como antes.

Me despedí de ella y me baje del coche, viendo como avanzaba por la calle. Pasé mis manos por la cabeza y después decidí echarle un vistazo a mi coche, que probablemente estaba guardado en la cochera, porque no lo veía estacionado. Abrí la puerta de la casa con las llaves que siempre guardo debajo de una maceta y me metí, intentando hacer el menor ruido posible. Eche miradas furtivas a todos lados y me encamine hacía el patío trasero, que estaba comunicado con la cochera. Me sorprendí al ver que también había un desastre, pero no hice nada para arreglarlo.

Me metí en la cochera y suspiré aliviada. Mi destartalado coche estaba en perfectas condiciones.

Maravilloso.

Iba subirme en él, cuando fui interrumpida por alguien detrás de mí. Mi madre.

—¿Josephine? ¿Qué haces aquí? —Pregunto, más ebria que la última vez. Rodé los ojos y me aleje de ella cuando intento abrazarme. Vestía su pijama verde y una bata de baño rosa, el cabello amarrado en desigual a la altura de la nuca y grandes ojeras bajo sus ojos. Mi madre realmente daba pena—.

—Bueno, resulta ser que esta es mi casa, y puedo venir cuando me venga en gana —Le respondí fríamente, sacándole la vuelta y entrando de nuevo a la casa. Ella me siguió—. ¿Podrías dejar de seguirme?

—No. Lo siento, pero... —Se tropezó detrás de mí, cayendo al suelo y después lanzando una carcajada. Y después comenzó a llorar, mientras se levantaba y empezaba a reír de nuevo—. Ay, me tropecé.

Realmente no podía creer que esta era mi madre amorosa de hace tres días.

—Iré a mi cuarto, y por favor, no me sigas —Le dije con los ojos escociendo y me volví a alejar de ella, subiendo escaleras con dirección a mi cuarto. Cuando finalmente llegue a él, cerré la puerta con seguro y me deje caer sobre el piso. Me dolía tanto la cabeza. Por todo; por el engaño de mi padre, las borracheras de mi madre, todavía por el beso de Trevor, el enojo de Félix, y, sobre todo, por lo que Hero me escucho decir. Deseaba con todo mi corazón que las cosas fueran como antes; Desearía que Mia no hubiera marcado ese número en el teléfono. Que Hero nunca me hubiera besado. Que papá no hubiera engañado a mamá.

Corazón Ciego | HerophineDonde viven las historias. Descúbrelo ahora