Chapter 5: No me retengas, por favor

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Chapter 5: No me retengas, por favor

No me retengas a tu lado, así solo me alejarás.

-¿Estás despierta?...

Tigresa escuchó la voz lejana, débil, un murmullo en medio de la nada. Extrañamente, reconoció la voz, le era familiar, pero no podía recordar el rostro del dueño.

-Sí... -Susurró, de igual manera.

Sentía la cabeza pesada, demasiado, y no podía abrir los ojos. Era extraño. Tenía sueño, pero no podía dormir. La cálida respiración de alguien golpeaba cerca de su oreja. La sensación le hizo ronronear y sea quien sea que estuviera a su lado, se alejó unos centímetros, como si quisiera tomar distancia. No... Se quejó en murmullos.

-Duerme, tienes que descansar.

-No quiero...

-Tigresa, solo... cierra los ojos.

-Los tengo cerrados -Y ríe, una risa tonta, jovial.

Sea quien sea que está a su lado, le acaricia la cabeza, entre las orejas... Y Tigresa ya no es consciente de nada más. De un momento a otro, no recuerda ninguna voz, como si todo lo que pasó hasta un segundo antes se hubiera borrado de su mente. No tiene idea de si se ha dormido, de si qué ha pasado, pero lo siguiente que hace es estirar su brazo hacia el lado vacío de aquella cama, buscando con el tacto a su panda. Su entrecejo se arruga al notar que él no está ahí. Se queja en murmullos, remoloneando entre las cálidas sábanas, incapaz de recordar si está en su cuarto o en el de Po.

¿Qué ha pasado? Intenta abrir los ojos, pero los parpados no le responden. La cabeza le duele demasiado y el estómago le quema. ¿Resaca?

Poco a poco, la lucidez se abre paso en su mente, no solo mostrándole unas pequeñas imágenes de Cheng la noche anterior, sino también dejándole notar un aroma familiar pero extraño a la vez. Familiar, porque ya lo ha sentido antes, y extraño porque no es precisamente en su cuarto o en el de Po donde espera encontrar aquel aroma tan a... felino. Su propio pensamiento hace subir el rubor a sus mejillas.

Remolonea en la cama, alcanzando una almohada con su brazo estirado y llevándosela contra el pecho, abrazándola. Es entonces que lo nota; el aroma aquel está impregnado en la cama entera... ¡Mierda! Bruscamente se endereza, haciendo a un lado la sábana y dejando caer al suelo la almohada, asustada.

No se encuentra en su cuarto, no, que va, jamás estuvo en ese cuarto antes. Un punzante dolor se extiende por su cabeza e instintivamente se lleva las manos a esta, presionándola en un inútil intento por calmarse. Mierda, mierda y mierda... No tiene nada en su mente, está en blanco, como si algo hubiera borrado los recuerdos. Lo último que recuerda es haber entrado en aquel bar con Cheng y luego ya nada, como si se hubiera desmayado o algo y despertado ahí.

Comienza a desesperarse. Nerviosa, recorre una y otra vez el lugar con la mirada. Es un cuarto simple, con una cama mediana, un armario y una mesita de noche. Las paredes son de madera y están escasamente adornadas por unas cuantas pinturas. En todas reconoce a Cheng junto a, supone ella, las que son sus hermanas y madre. Baja la mirada hacia sí misma, calmándose un poco (solo un poco) al notar que lleva toda la ropa que anoche. Al menos tiene la seguridad de que no ha pasado nada.

La puerta se abre y Tigresa pega un salto fuera de la cama. La cabeza le protesta por tal acción, pero lo ignora.

Cheng, parado en el resquicio de la puerta, sostiene una pequeña taza de lo que parece ser té. Se nota que está caliente y Tigresa puede sentir el suave y dulzor aroma.

-Tranquila -Ríe él- Te traje esto. Te ayudará con la resaca.

-¿Resaca?

-Uff... siéntate que te cuento.

Mi mayor pecadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora