Chapter 7: Un corazón roto

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Chapter 7: Un corazón roto

Cuando el corazón se rompe... uno no espera que sea tan literal.

El día es mucho más lento de lo que a Tigresa le gustaría. Agradece el intento de Víbora por pasar el mayor tiempo posible con ella, agradece que Mono, Mantis y Grulla quieran animarla, incluso agradece que Cheng se haya tomado la molestia de subir a saludarla luego de haberse enterado misteriosamente de todo el asunto. Sabe que sus intenciones fueron realmente buenas, sin embargo, lo que más le apetecía era estar sola. Meditar o encerrarse en su cuarto a ver el techo, ambos eran buenas ideas, incluso pensó un par de veces en alejarse durante todo el día del palacio, tal vez ir a recorrer el bosque de bambú, donde seguramente nadie la encontraría. Sí, pensó mucho en alejarse. Se dice que aquellos pensamientos son autodestructivos y comienza a cuestionarse si no estará entrando en una especie de depresión. Tantas emociones en tan poco tiempo tenían que tener sus consecuencias, ¿No?

No ha visto a Po en todo el día. No tiene idea de donde pudo haber estado, tampoco se molesta en pensarlo demasiado. Seguramente con alguna... mujer, piensa, realmente molesta, aunque sabe que lo más probable es que haya ido a estar solo un rato, solo lo piensa porque necesita algún argumento para seguir enojada con él.

Y es entonces cuando se pregunta; ¿por qué piensa todo eso? Se repite una y otra vez que lo dejará estar, que no se hará más problemas, pero no termina de decírselo, cuando su mente se ocupa de contradecirla inmediatamente.

Tal vez, solo tal vez, sí esté en una etapa depresiva.

Un respingo le hace estremecer al notar el agua fría, espabilándola. No tiene idea cuanto lleva ahí, pero a juzgar por las rugosidades en la yema de sus dedos, deduce que mucho. ¿Acaso se ha dormido? Realmente no está segura. Vuelve a estremecerse, por lo que de una vez por todas, sale de la bañera. Toma la toalla y se seca rápidamente el pelaje, para luego envolverla en su torso y encima colocarse la yukata rosa. Es bastante tarde en la noche, por lo que no espera encontrarse a nadie, pero por si las dudas...

Caminar hacia su cuarto a esa hora se le hace realmente extraño. Hace casi ya dos meses que no duerme en su cama y cuando entra a su habitación, el estómago se le revuelve al pensar que esa noche no se acurrucará en los brazos de panda.

Pero serás tonta, Tigresa... Sí, lo es.

Está cansada y no ha preparado ropa alguna para dormir. Lo hará con la yukata puesta y ya, total, nadie va a verla. Se quita la toalla, la deja en una silla y busca la mochila, que se encuentra en una de las esquinas del cuarto. Dentro está gran parte de su ropa y algunas cositas que no vale la pena mencionar; cosa de chicas, dirían las abuelas. Se asegura de haber guardado todo, antes de dejar la mochila de nuevo en su sitio.

Camina por el cuarto. Va y viene, sin ningún propósito realmente. Está cansada, sí, pero no con sueño o al menos, no con el suficiente. De hecho, a esas horas, suele seguir despierta. Los motivos está de sobra explicar.

Se siente algo inquieta, como si necesitara hacer algo, aunque no se le ocurre nada en concreto.

Tal vez pueda meditar... Sí, buena idea. Solo había un problema; para meditar se necesita calma. Obviamente, no posee calma alguna en esos momentos.

Sus ojos se dirigen a la puerta una y otra vez, sus manos juegan ansiosas con el cinto de la yukata, la idea pasa una y mil veces más por su mente, tentándola. A la noche, cuando todos duerman, cruzarás a mi cuarto y me pedirás dormir conmigo. La voz de Po se repite en su mente, torturándola (porque sí, es una tortura, le duele la simple idea de que é le haya dicho aquello, como si le reclamase algo). Le recuerdo cuanto de aquello está mal. No, no debe. ¿Dónde está su dignidad? ¿Dónde está el amor propio? No, no puede ir a por él.

Mi mayor pecadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora