Chapter 12: El dolor en la felicidad

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Chapter 12: El dolor en la felicidad

De cuando el dolor finge ser felicidad

Shuo va y viene por la pequeña salita, al borde de la histeria, aun indeciso si se encuentra preocupado o enfadado. Tal vez ambos. Se soba el rostro entre las manos y exhala un ronco suspiro, dirigiendo la mirada por milésima vez hacia la puerta de entrada. Nada. Tigresa no aparece. Un tanto cansado, pues no ha dormido nada en las horas que lleva esperándola, se deja caer en uno de los sillones individuales de la estancia, apoyando los codos sobre las rodillas. Le preocupa que la felina haya decidido salir a esas horas de la noche, no es que crea que vaya a pasarle algo, pues confía ciegamente en las habilidades de ella para defenderse, pero el sentimiento protector es mucho más fuerte que la racionalidad.

Recarga la espalda contra el respaldo del sillón y cierra los ojos unos segundos, deseando mentalmente que la puerta se abra en ese preciso instante... Nada. Exhala el aire que inconscientemente ha retenido en sus pulmones y decide que lo mejor será esperarla en calma.

Es Tigresa, son las cinco de la mañana, ¿A dónde pudo haber ido?

Los pasos de Yao se acercan por el pasillo de la habitación. Un tanto adormilado, tallándose los ojos con los puños, el leopardo se acerca y se deja caer en la posa brazo del sillón, rodeando el cuello de Shuo, que en silencio, toma las manos de su compañero entre las de él y deposita un tierno beso en el dorso de estas.

-Amor, ven a acostarte -Murmura- Ya volverá. Seguramente salió a dar un paseo y ya.

Shuo se muerde el labio, negando con la cabeza.

-Son las cinco de la mañana, Yao.

-¿Y?... Paseos nocturnos.

Las palabras del leopardo consiguen una pequeña sonrisa por parte de Shuo, que sin responder nada, rodea la cintura de su novio con un brazo y jala de él, sentándolo en su regazo.

-Perdón, tendría que estar contigo en la cama -Habla en murmullos, dándole al lugar un toque más íntimo- Pero ya sabes como soy con Tigresa... ella...

-La sé, no tienes que decirlo.

Yao se acurruca contra el pecho de su pareja, dejándose abrazar por los fuertes brazos de este y ronroneando ante el sentimiento cálido y protector que le brinda el acompasado latido de su corazón. Entiende la preocupación de Shuo por Tigresa, entiende el cariño que le tiene y aquel deseo por cuidarla, pero no va a mentirse a sí mismo negando que le molesta un poco.

No están hablando de una niña, sino de una mujer ya adulta.

Si Tigresa necesitara tanta protección, ni siquiera habría ido hasta ahí sola. Si ella quisiera tanta preocupación, lo diría. Pero Shuo insistía y Yao no le daría a elegir entre él o ella, que era como una hermana. Sería como pedirle que eligiera entre él y su familia.

En silencio, acaricia el pecho desnudo de Shuo, mimándolo, buscando tranquilizarlo un poco, aun sabiendo que será inútil, pues nada calmaría al tigre hasta no ver a su hermana entrar sana y salva por aquella puerta. Admitir esto le da hasta vergüenza, pero sí: está celoso de Tigresa. No son celos mal intencionados, no planea nada en contra de ella, ni siquiera le guarda un mínimo rencor.

Son celos inofensivos.

Shuo mantiene la mirada en la puerta, ajeno a los pensamientos de su chico. Sus brazos rodean tiernamente al leopardo, acunándolo, y una de sus manos acaricia gentilmente su espalda. Sus orejas se mueven al oír suaves pisadas acercarse a la casa y sabe de inmediato que pertenecen a la felina. En un susurro, le pide a Yao que vaya a la cama, no sin asegurarle que él irá en un momento.

Mi mayor pecadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora