Chapter 11: ¿Quien soy?
¿Quién soy?
Desde pequeño, las pesadillas atormentan a Yuan, noche tras noche le interrumpen el sueño. Es algo oscuro, tortuoso para cualquiera, pero con lo que ha aprendido a vivir. El dolor no desaparece, uno tan solo se acostumbra. Jamás duerme más de cuatro horas seguidas, pero los años le han enseñado a vivir con ello y con el tiempo, las cuatro horas se han transformado en su tiempo máximo para dormir. Se acuesta último por las noches y es el primero en estar en el patio por las mañanas. Tal vez por eso su actitud tan distante, tal vez por eso nunca sonríe, tal vez por eso las permanentes ojeras yacentes bajo sus ojos. Se levantaba en medio de la noche, usando apenas un delgado pantalón de pijama, sin importarle cuan frío pueda ser el viento o siquiera si está lloviendo. Eso lo tenía sin cuidado. A veces ronda los miles de pasillos del templo, caminando a pie descalzo para hacer el mínimo ruido sobre los tablones de madera, otras prefiere salir afuera. En esas ocasiones, se permite alejarse del templo, recorrer los alrededores, llegando incluso a adentrarse algunos kilómetros en el bosque de bambú.
Esta es una noche de aquellas. La oscuridad y los gritos de su mente le despertaron como ya era habitual, obligándole a enderezarse en su cama, con el pecho y rostro sudados, jadeando bruscamente. Sus ojos, algo desorientados, recorren el cuarto hasta que su mente se calma lo suficiente para ubicarle en tiempo y espacio. Es en ese momento, cuando las imágenes desaparecen de sus recuerdos y la pesadilla se reduce a un simple cuarto oscuro y vacío, imposible de relacionar con algo coherente. Lo único que su mente no elimina, es aquel agudo y estremecedor pedido de ayuda de una voz femenina cuya dueña ya no recuerda.
La sábana se ha corrido a un lado, cayendo por el borde de la cama y dejando ver el cuerpo desnudo del felino. Flexiona las piernas y esconde el rostro en sus manos, jalando levemente el pelaje entre sus dedos.
En su cuarto es el único lugar en el cual se permite perder la compostura. Allí grita, llora, piensa, rompe cosas o hace lo que necesite para volver a su temperamento usual. Allí vive sus más oscuras pesadillas y recrea una y otra vez el tormento de lo que es vivir con una mente vacía, carente de recuerdo alguno. Yuan no sabe quién es, de donde viene o qué hace en aquel lugar. Él tan solo llegó una noche, con un nombre inventado por él mismo y la historia más sencilla que a alguien pudiera habérsele ocurrido.
Se levanta de la cama y busca un pantalón entre sus escasas ropas. Se lo coloca, algo holgado, cayéndole sobre las angostas caderas, y sale de la habitación sin rumbo alguno. No sabe a dónde le llevará el paseo de esta noche, pero descubrirlo le ayudará a relajar la torturada mente del que no tiene memoria. Es el único que vive en el templo, dejando de lado a Hikari, quien se aparece en el lugar únicamente para entrenar y dormir alguna que otra noche. Las gemelas tienen su propia casa, heredada de su madre ya fallecida, Bo vive con su padre y Li junto a dos hermanos. Al pasar por lado de la que, se supone, es la habitación de la panda rojo, Yuan no puede contenerse de arquear una ceja al notar que está vacía. Bueno, ¿qué podría esperarse de una chiquilla como aquella? Llegó al templo con apenas diez años, luego de haber quedado huérfana de madre y que su padre la abandonara. No tiene límites, nadie que le ponga en camino, mucho menos alguien que se preocupe en que llegue a dormir por las noches. Las únicas órdenes que obedece, muy de vez en cuando, son las de su maestro, quien ya en un principio pareció rendirse ante la indisciplina de la niña.
Siempre pensó que Hikari terminaría mal. Tarde o temprano, se toparía con quien no debe y sería el final de sus andadas. Sin embargo, no se permite juzgarla. Su vida no es un ejemplo como para pretender ser quien encamina a aquella niña. Tampoco le interesa lo suficiente.
Decide que esta noche saldrá del templo. Se estremece al sentir tan abruptamente el frío viento contra su cuerpo, prácticamente desnudo, pero rápidamente se acostumbra, haciendo como si nada. Camina con las manos tras la espalda, serpenteando perezosamente el rabo en el aire y con la mirada fija en el suelo de tierra. Sus orejas se mueven ansiosamente ante los más pequeños sonidos, desde el chasquido de una rama seca a lo lejos, hasta el murmullo de sus propias pisadas. Está asustado, Yuan vive asustado, pero jamás lo ha puesto en evidencia.
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Mi mayor pecado
FanficEsta historia no me pertenece. Derechos a sus respectivos autores por hacer tan maravillosa obra (⌐■-■)