Un corazón roto no puede amar, una mente enojada no puede pensar
Las conversaciones se amontonan una encima de la otra, estruendosas, y las risas estridentes podrían oírse a kilómetros de distancia. Tigresa apenas si pronuncia palabra alguna, pero su sonrisa es tan ancha que las mejillas le duelen. No había sido consciente de cuanto extrañaba las bromas de los chicos, los regaños de Víbora, los comentarios desubicados de Mantis y como Grulla siempre se escandalizaba ante la palabra "tetas". No había sido consciente de cuanto extrañaba a sus amigos hasta ese momento.
El brazo de Shuo, pesado sobre sus hombros, y un beso en su sien le llaman la atención, la toman por sorpresa y la sacan de sus pensamientos. Se plantea voltear el rostro, pero siente los labios del tigre pegados en su mejilla demasiado cerca de la comisura de sus labios.
Shuo sonríe, una burlona y poco usual sonrisa, de aquellas con inocente malicia propia de las travesuras infantiles, y Tigresa no comprende de qué se trata, hasta que alcanza a ver a Yuan parado en la entrada del templo.
Su espalda recargada contra las pesadas puertas y sus manos despreocupadamente colocadas en los bordes del holgado pantalón negro. Tiene aspecto de llevar largo tiempo esperándola, pero su sonrisa, discreta y ligeramente torcida hacia una de las comisuras, es sincera... y tensa.
Bastante tensa, de hecho.
Tigresa se remueve debajo del brazo de Shuo, incómoda, porque de repente no quiere la vea tan abrazada a otro hombre, y se adelanta para saludar al leopardo con un ligero beso en la mejilla. Demasiado ligero de hecho, apenas perceptible al tacto. Rehúye a las manos de Yuan antes de que estas le sujeten de las caderas, tal como hace siempre, sujetándole de las muñecas y apartándolo ella misma. Hubo un motivo por el cual Po tuvo prohibido tocarla delante de los chicos; simplemente no quiso, le incomodaba. Yuan no es la excepción.
Alcanza la mirada del leopardo, oscura y llena de preguntas, pero ella solo intenta sonreírle para tranquilizarlo, volteando de vuelta hacia sus amigos. Los brazos se sienten tensos a su alrededor y no le gusta, es más, hasta le preocupa.
-Bueno, chicos... -Sonríe, nerviosa- yo entraré en un rato.
No sabe decir si los chicos sospechan algo, pero sí ve el recelo en sus miradas.
-Veo que aquí se hace amigos rápidos -Comenta Mantis.
No hay malicia, solo pícara burla.
-Diez minutos -Recuerda Shuo.
Y aunque su voz es severa, su ceja arqueada en señal de no admitir réplicas, hay cierta mofa en el brillo de sus ojos. Tigresa no responde, se limita a asentir, haciendo grandes esfuerzos por ignorar la curiosidad en la mirada de Víbora. Sus mejillas arden con cierta pena.
Apenas la puerta se cierra, un brusco jalón a su brazo le obliga a voltear. De un momento a otro se encuentra de frente al leopardo. Bastante cerca, pero sin perder cierta distancia. La zarpa, grande, pesada y amenazante, aferrada a su codo con fuerza.
Se encoge.
Se encoge en sus hombros... Y de repente, todo es tan familiar e insoportable que decide no pensar en ello. Se concentra en el verdadero problema, en lo que realmente le preocupa en ese momento.
Los chicos... Po... Yuan... Víbora pendiente de todo... Shifu...
Es demasiado. La idea de tener a más de uno pendiente de lo que pueda hacer o no hacer ella le pone los pelos de puntas, le altera demasiado. Porque toda esa situación le hace sentirse acorralada y presionada, como si estuviera obligada a elegir algo... pero ¿qué? ¿Elegir qué exactamente?
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Mi mayor pecado
FanfictionEsta historia no me pertenece. Derechos a sus respectivos autores por hacer tan maravillosa obra (⌐■-■)