Chapter 6: Limites

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Chapter 6: Limites

Excediendo los límites.

Saca la mochila del armario y bruscamente, sin contemplación alguna, la arroja contra la cama. Sus pies pisan fuerte en la madera del suelo, su pecho vibra con los continuos gruñidos y las lágrimas empapan su rostro, aunque esto último no le molesta, es algo a lo que últimamente se ha habituado demasiado. Muy mal hecho. Maldice a Po, se maldice a sí misma, quiere gritar, como cuando era joven, como cuando le era imposible controlar su temperamento, quiere, necesita, romper algo. Va y viene por el cuarto, tomando su ropa del pequeño armario, arrojándola sin ningún cuidado a la cama. Algunas prendas incluso caen al suelo, pero no se detiene a recogerlas.

Está demasiado alterada, demasiado furiosa, tanto que, cuando siente la mano de Po posarse en su hombro, instintivamente rehúye al tacto, enseñando sus dientes junto a un amenazador gruñido.

De repente, no soporta ni tenerlo cerca.

-¡No se te ocurra tocarme! -advierte, amenazante.

Po retrocede. Serio.

-Tigresa, te estas equivocando...

-¡No! -Voltea, histérica, con una chaleco entre sus manos- ¡Mi única maldita equivocación es estar aún aquí discutiendo esto contigo!

-No sabes lo que dices...

-¡No me trates de idiota, panda!

Se escuchan pasos al inicio del pasillo. Alguien se acerca, seguramente alertado por aquel escándalo. Po comienza a perder la calma. ¿Por qué tiene que ser tan escandalosa? ¿Qué? ¿Acaso quiere dar a conocer a todos lo que discute con él?

-Baja la voz, Tigresa.

-¡Voy a gritar lo que se me cante en gana, oso!

-¡Bueno, basta! -Vocifera él, tan histérico como ella- ¡Basta, Tigresa, que todo el maldito valle te escucha!

Tigresa tensa las manos, presa de los nervios, hasta que oye rasgarse la tela del chaleco que sostiene entre estas. Sus propias garras la han hecho jirones, de los cuales, algunos caen a sus pies. Su pecho tiembla por el llanto contenido. Se endereza, digna, conteniendo el aliento para no sollozar, y nuevamente voltea, arrojando los trozos de tela al suelo. No responde. En silencio, continúa metiendo su ropa sin ton ni son dentro de la mochila.

Si hasta hacia unos momentos pudo haber albergado duda alguna, ahora ya no existe ninguna. No es que quiera irse, es que tiene qué. ¡Por todos los dioses! ¡Se está jugando la estabilidad mental en esa absurda relación sin sentido!

Las manos de Po se unen a las suyas, sacando la ropa de la mochila al doble de velocidad en que ella la guarda. Ambos forcejean un buen rato, hasta que Tigresa, harta, le propina un fuerte codazo en las costillas para apararle. No lo quiere cerca. No quiere verlo, no quiere que la toque... ¡No! Está harta de todo eso.

-Me iré -Murmura.

Po la observa. Furioso, dolido, desesperado. Sabe que no puede detenerla.

-¿Por cuánto tiempo?

-Mucho.

-¡¿Cuánto, Tigresa?!

-¡No lo sé! -Alza la voz, nerviosa- Un mes, dos... Tal vez un año. Lo que se me pegue en gana.

Po gruñe, por poco no ruge. Se siente traicionado, burlado. En un acto desesperado, porque ya no sabe qué hacer, toma del brazo a Tigresa, con una fuerza tal a ella se le escapa un bajo y lastimero maullido. La jala, le obliga a acercarse a él, y sin permiso alguno, como siempre, planta sus labios sobre los de ella. El contacto es brusco, violento. Desesperado. Quiere una respuesta por su parte, exige una respuesta.

Mi mayor pecadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora