Chapter 20: Falsas sonrisas
Aquello que escondes con falsas sonrisas
La sensación que recorre a uno cuando le echan agua fría de manera inesperada. Cuando te encuentras cálidamente arropado en la cama y al no querer levantar, aparece tu hermanito, si, el gracioso que te juega bromas, con un pequeño balde con agua helada y te lo vacía en la cabeza... El desconcierto, la ira que le sigue, el enfado por la osadía de aquel chiquillo y el instintivo impulso de perseguirlo para dale su merecido. Eso se asemeja demasiado a la sensación de entrar a un lugar y encontrarse con aquellos ojos, que a pesar de haberte jurado a ti misma que ya te eran indiferentes, muy en el interior sabes que es mentira, porque jamás podrías serle indiferente, porque las marcas que tienes de él o ella ya son tatuajes. Permanentes. No se puede borrar, solo cubrirlos.
El lugar se queda repentinamente en silencio. Tanto, que las respiraciones de todos pueden oírse claramente incluso para el más débil de oído. La mano izquierda del panda tensa alrededor del cuello de aquel tigre de bengala, la derecha elevada en el aire, lista para golpear. El felino en igual posición, pero en vez de un puño, tiene un sable alzado en el aire, esperando un mínimo movimiento para caer con fuerza sobre su oponente. Tal vez no lo mate, pero sí le dejará una lesión muy dolorosa y difícil de curar.
La puerta se abre y la escena se congela de esa manera.
Porque nadie, ni siquiera Víbora, que ya lo sabía todo, se esperaba encontrar a su amiga entrando por ahí. Porque nadie esperaba que aquella tigresa de bengala ingresara, con el brazo de aquel leopardo firmemente sujeto a su cintura, con una ancha sonrisa que rápidamente se ve destruida al ser consciente de que, lo que sus ojos ven, no es producto de una especie de sueño.
El sable del tigre cae al suelo con un golpe seco, el puño del panda cae lentamente junto a su brazo. Ambos oponentes se sueltan, porque de repente no tienen fuerzas para pelear.
-¿Tigresa?
Esa voz, ronca, suave, llena de sorpresa. Llena de... ¿Dolor?
-¡Tigresa!
Los chicos no parecen comprender del todo la situación en la que se encuentran. Mono, Mantis, Grulla. No notan el horror en los ojos de ella, no notan lo rápido de su respiración, agitada, nerviosa. Ellos sonríen al ver a su amiga y se acercan a ella a saludarla con cálidas miradas, como si nunca se hubiera ido, como si jamás se hubieran enfadado con ella...
-¡¿Qué carajos hacen aquí?!
La estridente voz de la chica les detiene en sus lugares, la desesperación en sus ojos le advierten que no deben acercarse más.
La mano de Yuan se tensa en su cintura, sujetándola, y no es consciente de lo débil que se sienten sus piernas hasta que el leopardo no le sujeta también el brazo. Todo le da vueltas, la cabeza comienza a dolerle insoportablemente. No llora, pero las lágrimas pican. El nudo en su garganta la asfixia y de un momento a otro, tiene la enorme necesidad de salir corriendo. Pero no lo hace, porque alguien la sujeta, la retiene ahí.
Bo y Li disfrutan la escena.
Las gemelas no aparecen por ningún lado.
Hikari es una expectante silenciosa, observando con cierto deleite el sufrimiento de aquella gata.
-No... -Niega Tigresa, más para sí misma que para los demás- ¡No deberían estar aquí!... Ustedes... ¡Po! -El nombre raspa en su garganta- No deberías estar aquí...
Su voz se va apagando, no entiende, no comprende. ¿Cómo...?
Los maestros del Templo de Jade no encuentran explicación a lo que está frente a ellos. ¿Por qué ella les habla así? ¿Acaso a Tigresa no le da gusto verlos? ¿Acaso no los extrañó? ¿No extrañó a sus amigos, a su hogar? Jamás vieron en ese estado a su amiga, tan desesperada, nunca la vieron tan... dolida. Jamás la vieron llorar. No solloza, no hipa. Es un llanto silencioso, de pequeñas lágrimas que mojan su rostro y empañan sus ojos.
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Mi mayor pecado
FanficEsta historia no me pertenece. Derechos a sus respectivos autores por hacer tan maravillosa obra (⌐■-■)