Chapter 9: Un espejismo de la realidad
Confundir al espejismo con la realidad es fácil... mucho más fácil cuando no quieres ver otra cosa.
Cuando llegó la primera carta de Tigresa, ya había pasado exactamente un mes y tres días desde su partida. Shifu se encontraba meditando, o al menos intentándolo, y por poco no corrió a Zeng por haberlo interrumpido. En cuanto le oyó pronunciar el nombre de Tigresa, se acercó prácticamente corriendo y le arrebató aquel pergamino, de muy malos modos cabía decir, abriéndolo casi con desesperación. Debía admitir que se desilusionó un poco por su contenido. La información del mensaje era muy escasa, casi nula, y le produjo cierta sensación de pesar al panda rojo no saber dónde se hallaba su hija, ni cuando volvería, pero le reconfortó mínimamente notar en sus palabras que se encontraba bien.
No le dijo nada a nadie sobre la carta, tal como había pedido Tigresa antes de despedirse en esta.
Las horas, los días, las semanas parecían mucho más lentos de lo que realmente eran. A las dos semanas recibe otra carta. No es muy distinta a la anterior, tampoco dice donde se halla Tigresa o cuando piensa volver, pero por lo que leía, Shifu pudo deducir que no sería pronto. Tigresa hablaba de conocer gente nueva, de avanzar en su entrenamiento y divertirse mucho, incluso había mencionado alguna que otra salida. Parecía estar contenta en aquel lugar y no mostraba deseo alguno de volver. Saber aquello le producía a Shifu ciertos sentimientos agridulces. La extraña y ansia que decida volver, era capaz de ir a buscarla, tal vez por eso ella no le decía dónde estaba, pero por otra parte, se siente egoísta por tener el mero deseo de apartarla de aquel lugar que tan feliz parecía tenerla solo para que volviera con él.
Tal como la vez pasada, no le comenta a nadie sobre la carta de la felina, ni siquiera a Víbora, aunque Tigresa no se lo pidió explícitamente, supuso que así lo quería. Pues la manera en que escribía dejaba a entender que, mientras menos sepan de ella, mejor.
Aquello no agrada a Shifu, pero no le queda otra opción que respetarlo. Tigresa no es una chica inmadura ni impulsiva, si lo hace sabe que es porque tendrá buenos motivos para ello.
En la pared de su cuarto hay un calendario, donde ha anotado la fecha en que Tigresa se fue. Tres meses, ya, piensa, con cierta amargura. No ha vuelto a recibir más cartas desde la segunda y comienza a inquietarse. Se dice que, tal vez, su hija no tiene mucho por contarle y por eso no le escribe, o que está ocupada con su entrenamiento. Prefiere creer en eso. Después de todo, es Tigresa. Sabe cuidarse sola, no cree que nada malo vaya a pasarle. Se sumerge en la mediación para no pensar en Tigresa, o esa es su intención, pues su mente es un lío tal que apenas si consigue concentrarse unos pocos minutos. Se levanta temprano, desayuna y en cuanto todos se van a entrenar, él se encierra en su cuarto a intentar meditar. Funcionó al principio, pero su mente comenzó a traicionarle. Recordaba momentos con su hija. Entrenando cuando apenas era una cachorra, momentos divertidos de su infancia, las veces que la regañó en su adolescencia. Recuerda cada uno de esos momentos con el cariño melancólico del padre que siente que ha perdido a un hijo, pero que se resigna a dejarlo ir.
Esa tarde, aquel lince cuyo nombre no recuerda se llega hasta el palacio para preguntar si saben algo de Tigresa. Víbora y Grulla le atienden. Shifu observa a distancia como las orejas del felino caen al oír lo mismo que oye cada vez que se llega a preguntar por su amiga. Le causa cierta curiosidad aquel lince, que una vez por semana se toma el trabajo de subir todas aquellas escaleras, aunque ya conozca la respuesta. Pone interés especial por Tigresa. Se le nota realmente preocupado e incluso hasta triste de no saber de ella.
Shuo... Po... Aquel lince... En un pensamiento fugaz, la idea de todos aquellos chicos detrás de Tigresa le causa cierta gracia a Shifu. Tigresa, que jamás mostró interés por algún hombre, que jamás tuvo alguna intención de destacarse entre las mujeres, parece despertar más interés del que ella misma cree. Puede ver el cariño fraternal en Shuo, el afecto inocente que aquel lince le tiene y aquel interés casi obsesivo de Po por ella. Es curioso. Realmente curioso.
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Mi mayor pecado
FanfictionEsta historia no me pertenece. Derechos a sus respectivos autores por hacer tan maravillosa obra (⌐■-■)